El dragón, las bestias y la Iglesia

Domingo 27 de octubre de 2019

Texto base: Apocalipsis cap. 13

El libro de Apocalipsis nos muestra cómo todos estamos inmersos en una guerra espiritual de alcances universales. Esta guerra espiritual no se da entre dos fuerzas iguales, sino entre el Dios todopoderoso y soberano, y aquellos que se han rebelado contra su voluntad, pero cuya derrota es segura.

Fue escrito originalmente para las 7 iglesias que aparecen al comienzo del libro (1:4) y que son mencionadas de nuevo al final (22:16), es decir, contiene verdades que fueron relevantes para ellos en su tiempo y lugar, y al ser Palabra de Dios, también nos alcanza a nosotros aquí y ahora.

En este libro, el Señor da consuelo a una iglesia perseguida, mostrando a través de símbolos, imágenes y figuras cómo Él vencerá sobre todos sus enemigos. Nos habla de un Dios que tiene dominio absoluto sobre toda nación y gobierno; y que dirige la historia hacia un fin seguro: la manifestación del glorioso reino de Cristo sobre toda la creación.

El libro, entonces, relata lo que ocurre en los “últimos tiempos”, que en la Biblia no se refiere a un futuro lejano, sino al lapso que va desde la primera hasta la segunda venida de Cristo, y este relato no lo hace de forma cronológica, sino contando varias veces los mismos acontecimientos, pero desde distintos puntos de vista y con distintos énfasis cada vez.

En cuanto al contexto de este pasaje, el cap. anterior muestra cómo la enemistad predicha en el libro de Génesis entre la mujer y el dragón (serpiente) llegó a su punto máximo. Satanás, mostraba todo su odio contra la mujer, que es el pueblo de Dios, y contra el Hijo de ésta, que es Jesucristo. Esta furia es inmensa y sus planes son terribles, pero todos ataques fueron frustrados. Como no pudo derrotar a Cristo, sino que fue expulsado del Cielo por Él, el dragón ahora vuelca todo su odio contra la Iglesia. Sin embargo, el Señor la protege y sustenta por el Señor.

El cap. 13 es una explicación más detallada de la obra de este dragón en el mundo, es decir, en todos aquellos seres humanos que no han creído en Cristo, y cómo a través de sus ayudantes, la bestia y el falso profeta, logra ejercer un gobierno sobre los no creyentes, persiguiendo a la Iglesia de Cristo y haciendo todo lo posible por usurpar su trono.

     I.        La bestia: La violencia del mal (vv. 1-10)

(vv. 1-2) Si revisamos otras traducciones más exactas en este punto, veremos que, el que está parado sobre la arena del mar es el dragón (referencia directa a cap. anterior). Satanás está en la arena, como en la división entre el mar y la tierra. Desde allí invoca a sus dos instrumentos que usará para perseguir a la Iglesia e intentar usurpar el trono de Dios. El primero sale del mar, que es la bestia; y el otro surge desde la tierra, que es el falso profeta.

La primera bestia, entonces, surge desde el mar, que según este mismo libro significan: “… pueblos, muchedumbres, naciones y lenguas” (Ap. 17:15). Entonces, la bestia no es una clase distinta de ser: no es un ángel disfrazado de hombre o algo por el estilo. La bestia es propiamente humana, es la expresión máxima de rebelión a Dios y de orgullo perverso. Es el hombre aliándose con satanás, es el producto de la obediencia de Adán y Eva a la serpiente, es el máximo exponente del pecado en el ser humano. Por eso también se le llama “el hombre de pecado” (2 Tes. 2:3).

La apariencia de esta bestia es muy similar a la del dragón (12:3). Las siete cabezas representan un frente unido de autoridad que arremeten contra el Señor y su pueblo, y los diez cuernos nos dicen que actúa con pleno poder en su gobierno. Las cabezas y los cuernos, es decir, la autoridad y el poder, son los mismos de satanás, quien detrás de esta bestia, ya que usa a los gobiernos humanos y poderes de este mundo para llevar a cabo su plan. Estamos hablando de una fuerza imponente que no se debe menospreciar.

Además, tenía sobre sus cabezas un nombre blasfemo. Esto nos da la idea del eslogan de un gobierno. Esta es una idea muy antigua, ya la observábamos en los césares de Roma. Por ejemplo, en la Revolución Francesa se usó el eslogan “sin Dios ni maestro”. La característica de este gobierno, entonces, es la irreverencia y la insolencia contra el Señor. La blasfemia es una característica del hombre no redimido: “Sepulcro abierto es su garganta; Con su lengua engañan. Veneno de áspides hay debajo de sus labios; Su boca está llena de maldición y de amargura” (Ro. 3:13-14). La bestia lleva esa característica natural del hombre pecador a su grado máximo.

Por otra parte, la descripción que se hace de esta bestia nos lleva al libro de Daniel cap. 7. Allí se presenta a cuatro bestias. La última de ellas es un reino maligno que dominará sobre la tierra con gran poder. Juan resume estas cuatro bestias en una sola: esa bestia es la máxima expresión de la maldad humana, y el máximo exponente del poder y dominio del hombre sobre otros hombres.

El leopardo representa la rapidez y la eficiencia mortífera para capturar a la presa. El oso representa el poder para destrozar, la fuerza enorme del golpe con sus garras que destruyen a su presa. La boca del león nos habla de la crueldad y brutalidad de esta bestia. Ella, entonces, es una combinación de habilidad, eficiencia mortal, poder destructivo, crueldad y brutalidad. Así es este gobierno del mal.

Además, esta bestia goza de toda la complacencia del dragón, quien le da su poder, su trono y su autoridad. Debemos tener claro que satanás intenta no solo imitar, sino parodiar al Señor. Es una imitación burlesca de lo que dice Jesús: “Toda potestad me es dada en el cielo y en la tierra” (Mt. 28:18). Tal como el Padre da esta autoridad al Hijo, el dragón da autoridad a la bestia. Así, vemos a la llamada trinidad diabólica: el dragón, la bestia y el falso profeta; parodia de la Santa Trinidad.

Entonces, el diablo tiene cierta autoridad y dominio. Está limitado, es sólo aparente y por un tiempo, pero no debemos subestimar a este enemigo. Esta autoridad, como lo dijo el diablo cuando tentó a Cristo en el desierto, es sobre los reinos de este mundo (Lc. 4:6). Por algo Cristo dice que el diablo es el príncipe de este mundo (Jn. 12:31).

(vv. 3-4) Se dice que la bestia fue herida por la espada, es decir, hubo una batalla. Esa batalla espiritual se produjo cuando Cristo murió en la cruz y resucitó de entre los muertos, hiriendo gravemente a satanás y expulsándolo del Cielo. Vemos que satanás quiere parodiar la muerte y resurrección de Cristo. Pero es probable también que la bestia hará un prodigio engañoso, un milagro falso en el que parecerá volver a la vida después de la muerte, lo que atraerá la admiración y adoración del mundo entero.

La bestia exige adoración y culto. Pero recordemos, que es el dragón quien está detrás de la bestia, así que la adoración a ella es en realidad adoración al mismo satanás.

 (vv. 5-6) La bestia, como hemos dicho, tiene el mismo tiempo que ha recibido la iglesia para actuar (2 testigos, mujer en el desierto); pero mientras que la iglesia debe ser testigo, predicando y proclamando el mensaje del Evangelio, la bestia se dedica a hablar con arrogancia y pronunciar blasfemias.

La bestia no sólo se glorifica a sí misma: sus palabras se dirigen activamente contra Dios, profanando su nombre y su gloria. Su ministerio apunta contra Dios, contra Cristo y su Palabra no tiene temor alguno de su nombre, por tanto, sus palabras carecen de toda sabiduría (Cfr. Pr. 1:7), son pura necedad, que se dirige a profanar las cosas más sagradas con insolencia.

(vv. 7-10) Se dirigirá contra los santos. Se relaciona con lo dicho sobre los dos testigos: “Cuando hayan acabado su testimonio, la bestia que sube del abismo hará guerra contra ellos, y los vencerá y los matará” (11:7). También nos lleva a lo dicho ya en el libro de Daniel sobre esta bestia: “Mientras observaba yo, este cuerno libró una guerra contra los santos y los venció” (Dn. 7:21).

En este gobierno del mal no se puede predicar ni oír la Palabra de Dios, y no hay lugar para la iglesia verdadera. Podremos encontrar congregaciones que se reúnan en paz, pero aunque declaren serlo, no serán Iglesias de Cristo sino sinagogas de satanás; y podremos escuchar que se predica acerca de la Biblia, pero no será la sana doctrina, sino las doctrinas de demonios las que prevalezcan.

 “la incongruencia de esta guerra es que el que conquista es derrotado y los que él derrota al final son declarados como vencedores” (S. Kistemaker). La bestia perseguirá a la Iglesia hasta que ya no existirá su ministerio público. Esto no significa que todos los cristianos morirán, pero la Iglesia como congregación visible, como columna y baluarte de la verdad llegará a ser vencida por un período muy breve, para luego resucitar en gloria delante del mismo mundo que la quiso ver destruida.

En consecuencia, esta bestia, también llamada anticristo, no solo es un reinado que será seguido por todo el mundo. Es un gobierno violento y sanguinario, brutal en su persecución contra el pueblo de Dios. Es insolencia contra Dios y violencia pura contra la Iglesia.

    II.        El falso profeta: el engaño del mal (vv. 10-15)

(vv. 10-12) A diferencia de la bestia que sube del mar, este sale de la tierra (como opuesta a “Cielo”). Esta bestia es conocida como “el falso profeta”, quien será terrenal en el más puro sentido de la palabra, como cuando el Apóstol Pablo habló de los enemigos de la cruz de Cristo, quienes “… sólo piensan en lo terrenal” (Fil. 3:19). Se opone y combate a lo celestial.

Es curioso pensar en la mentalidad de la gente en esta época, para quienes sólo existe esta vida y no hay ni Dios ni paraíso ni infierno, así que deben esforzarse lo más posible por “vivir la vida” que es corta, ya que moriremos y con eso termina todo. Así que se entregan a placeres y deleites terrenales sin la menor consideración del Señor y su Palabra. Este pensamiento tan vigente hoy será como paja para el fuego del falso profeta, quien con su engaño sacará el máximo partido de esta mentalidad.

Hablando de las dos bestias, el comentarista Simon Kistemaker afirma: “Una ataca la parte externa del ser humano, es decir, el cuerpo físico, con destrucción y muerte; la otra influye en la parte íntima de una persona, a saber, la mente. La segunda todavía es más de temer que la primera; puede hacer que los habitantes de la tierra adoren a la bestia que sale del mar. Es el símbolo de la religión falsa y de filosofía falaz”.

Este falso profeta se presentará con apariencia de cordero, querrá pasar por Jesús, se presentará como un mesías, pero en realidad es un dragón. Su naturaleza es diabólica. Esto nos recuerda una característica típica de los gobiernos humanos, sobre todo de aquellos que prometen establecer un paraíso en la tierra. Tienen discursos mesiánicos, se presentan como salvadores, pero luego se transforman en tiranías y en vez de traer un paraíso terrenal desatan un infierno en la tierra. Esta característica será especialmente en el gobierno de la bestia y el falso profeta.

Tal como el Espíritu Santo glorifica al Padre y al Hijo, este falso profeta ejercerá la autoridad de la bestia para su ministerio maligno, y hará que adoren a la bestia, ordenando levantarle imagen. Esto era una forma típica en la antigüedad de rendir culto a quien estaba en el gobierno. Lo vimos con Nabucodonosor en el libro de Daniel, lo hicieron los emperadores romanos, el régimen Nazi con la svástica, y el régimen comunista con la hoz y el martillo. Ejemplos sobran en la historia universal. Esto que ya hemos visto, es solo una sinopsis de lo que ocurrirá con el hombre de pecado, que llevará esto al extremo.

 (vv. 13-15) Realiza señales y prodigios, tal como Cristo lo hizo. Esta es una nueva parodia del mal: el falso profeta imita milagros de verdaderos profetas de Dios, como lo fue Elías, por cuya oración Dios mandó fuego del Cielo delante de los hombres. Vemos que las señales y prodigios por sí mismos no nos dicen si alguien habla de parte de Dios: sólo tienen sentido cuando se enmarcan en la Palabra de Dios y dirigen nuestros ojos hacia Él (cfr. magos de Faraón, Elimas en Chipre).

Este es el poder engañoso del que habla el Apóstol Pablo: “9 El malvado vendrá, por obra de Satanás, con toda clase de milagros, señales y prodigios falsos. 10 Con toda perversidad engañará a los que se pierden por haberse negado a amar la verdad y así ser salvos” (2 Tes. 2:9-10).

El falso profeta infundirá aliento a esta imagen de la bestia, lo que nos dice que convencerá a los habitantes de la tierra de que la bestia es una divinidad. Así, concentrará en él lo político, lo militar y lo religioso; su dominio será total y generalizado sobre toda tribu, lengua y nación, con la propaganda engañosa del falso profeta. Mientras el Espíritu Santo convence para salvación de los hombres, el falso profeta convence para perdición eterna de los adoradores de la bestia.

Podemos imaginarnos a la bestia y al falso profeta como los dos brazos del dragón. La bestia es el brazo del gobierno, de la autoridad y el poder: el dominio y control político sobre todos los hombres no redimidos. El falso profeta controla las mentes usando engaños: crea las ideas y los pensamientos necesarios para que la bestia pueda ejercer su poder y su dominio. Es su instrumento de propaganda. Con el brazo del poder y el brazo del engaño, satanás ejerce su dominio sobre el mundo.

   III.        Los seguidores del dragón

(vv. 16-18) Este cap. 13 no trata sólo del dragón, la bestia y el falso profeta, sino que también de sus seguidores. En repetidas ocasiones se enfatiza la idea de que su reinado es mundial, todos los seres humanos que no formen parte de la Iglesia de Cristo se someterán a este gobierno del mal.

La adoración a la bestia simplemente refleja un corazón perdido en tinieblas y que no está dentro del pacto con Dios. Los que tienen el sello de Dios no adorarán a la bestia. Todos los demás se rendirán a sus pies y la adorarán como un dios. Todos los condenados adorarán a esta bestia y se maravillarán de su prodigio falso. Esto es el colmo de la maldad, ya que rechazan la obra más poderosa jamás realizada: la resurrección de Cristo, pero de buena gana aceptan la falsificación de la bestia.

Por otra parte, esta adoración no puede ser más insolente. Esto porque le dedican el culto que sólo se debe rendir al Señor, como si la bestia fuera única en su majestad y poder, ocupando incluso frases que la Biblia sólo reserva para el Dios vivo y verdadero, como dice Ex. 15:11: “¿Quién como tú entre los dioses, oh Señor? ¿Quién como tú, majestuoso en santidad, temible en las alabanzas, haciendo maravillas?”. La bestia refleja el orgullo, la jactancia y la vanagloria del hombre.

Tal como la adoración a Dios se demuestra en cada uno de nuestros actos, hasta en comer y beber, la adoración a esta bestia se demostrará hasta en lo más cotidiano, aunque las personas sean inconscientes de ello. Fuimos hechos para adorar y no podemos dejar de hacerlo, el problema es que, por nuestro pecado, este culto se dirige al objeto equivocado, se desvía y pervierte. Debiendo adorar a Dios, adora a la creación (Ro. 1). Este culto a la bestia será idolatría en su grado máximo, dirigida desde los hombres hacia este gobierno humano.

Está escrito: “el mundo entero está bajo el maligno” (1 Jn. 5:19). Cuando el Apóstol Pablo habla del tiempo en que andábamos sin Dios, dice: “Se conducían según el que gobierna las tinieblas, según el espíritu que ahora ejerce su poder en los que viven en la desobediencia” (Ef. 2:2), es decir, el dominio de satanás se extiende a las criaturas que son rebeldes a la voluntad de Dios y están muertas en sus delitos y pecados. El dragón entrega este dominio a la bestia.

¿Y qué significa la famosa marca de la bestia? Mucho se ha dicho sobre ella, pero debemos entenderla en el marco del libro. Es una nueva parodia: tal como en el cap. 7 de Apocalipsis el Señor selló a los redimidos (simbolizados en los 144.000); la bestia marca a los que le pertenecen. De esta forma identifica a los suyos, tienen su sello, se someten a su gobierno y aceptan sus engaños como verdad absoluta; mientras rechazan lo que realmente es verdad eterna, que es la Palabra de Dios.

La marca de la bestia es, entonces, la rebelión llevada a su grado terminal. Es el puño del hombre levantado en insolencia e insumisión a Dios, pero al mismo tiempo es la cabeza del hombre agachándose ante un ídolo, un gobierno humano impulsado por satanás y que reclama para sí el lugar que sólo corresponde al Creador y Señor de todas las cosas.

Esta marca de la bestia en la mano derecha nos indica compañerismo, el trabajo por un fin común que es la usurpación de la autoridad divina y la destrucción de la Iglesia; mientras que la marca en la frente nos indica que estarán unánimes, bajo la misma ideología, dirigidos por los mismos pensamientos contra Dios y su pueblo.

El dragón aprovecha su dominio sobre el mundo, sobre los poderes políticos, intelectuales y económicos para perseguir a los cristianos, haciendo imposible su vida y participación en la sociedad. Los bloqueos económicos son típicas estrategias militares que pretenden que el enemigo se rinda sin condiciones, agotándolo con el hambre y la sed. La bestia quiere adoración total, no aceptará que sea adore al verdadero Dios, y quiere eliminar a todo el que persista en hacerlo.

Fijémonos en algo. Desde la caída, el ser humano nunca ha podido vivir en unidad real y permanente. Siempre han existido divisiones, pleitos, peleas, conflicto, maltrato y homicidios de unos contra otros. Pero la bestia logra una unidad perversa, sobre lo único que puede unir a los hombres impíos: su odio hacia Cristo y la Iglesia. El racismo, el clasismo, la xenofobia, el machismo y el feminismo se borran cuando se trata de odiar a Cristo, en esto habrá completa unidad.

¿Dónde encontramos el antecedente más antiguo de esta unidad en la rebelión? En el acuerdo de Adán y Eva de vivir sin Dios, de rebelarse contra su gobierno y su ley. Luego, el caso más similar a este es la torre de Babel (Gn. 11:4), donde vemos a los hombres sin Dios queriendo unirse y así evitar ser dispersados. Ellos querían llegar hasta el cielo y hacerse un nombre, querían recuperar el reino perdido en Edén pero por sus propias fuerzas y para su propia gloria. Esto no es más que idolatría y blasfemia, y el Señor aborrece todo intento de este tipo. Cada reino e imperio, cada Estado y gobierno que ha pasado por este mundo y que se ha regido por este mismo principio, ha terminado igual: en ruina y confusión.

  IV.        Los redimidos del Cordero

Ante este pasaje, muchos se aterrorizan y otros reaccionan con curiosidad y morbo. Pero debemos recordar el propósito del libro: consolar a la Iglesia perseguida del s. I, y mostrarles cómo el Señor vencerá sobre el mal estableciendo el reino de Cristo (ver 14:1). En el lenguaje de Apocalipsis, esto significa: “tranquilos, Cristo reina con su pueblo, los que llevan su Nombre en la frente, y la bestia nada podrá hacer para desbaratar ese reino eterno”.

Según lo que observamos en Apocalipsis, concluimos que el gobierno de satanás a través de la bestia y el falso profeta se reflejan en todo gobierno humano que no se someta a Cristo y su Palabra. En toda la historia podemos ver ejemplos de esto. Sin embargo, podemos apreciar también que estos casos históricos son anticipos o sinopsis de un gran anticristo final, que reunirá de forma clara y sin lugar a dudas la perversión y rebelión llevadas a su grado máximo.

¿Qué debemos hacer ante esto como cristianos? Debemos soportar la persecución en fidelidad y perseverancia. Seremos perseguidos, sufriremos, nos apresarán y nos matarán y debemos sufrir tales cosas, sabiendo que el galardón es mucho mayor. Esto hecha por tierra el pseudo evangelio de la prosperidad (2 Ti. 3:12).

Los cristianos no debemos combatir espada contra espada a este gobierno del mal. Debemos soportar en la fe y paciencia de los santos estos sufrimientos, padeciendo penalidades como siervos de Cristo, esperando la justicia que Dios hará destruyendo a la bestia y a sus seguidores.

Tal como señaló Ignacio de Antioquía: "Frente a sus iras, vosotros sed mansos; a sus jactancias, vosotros sed humildes; a sus blasfemias, vosotros mostrad vuestras oraciones; a sus errores, vosotros sed "firmes en la fe"; a su fiereza, vosotros sed apacibles, sin buscar imitarlos".

El reino del diablo es sólo una autoridad aparente, insolente, arrogante, que habla grandes cosas pero no es nada. Pero aun así, tú podrías estar viviendo de acuerdo a la lógica de este reinado perverso que exige obediencia y adoración. Aunque este rey es un impostor, un mentiroso y un perdedor que será destruido, tú puedes vivir absurdamente obedeciendo sus órdenes y sujeto a su voluntad. ¿Te das cuenta de esto?

El adorador de la bestia puede ser estudiante universitario, una dueña de casa que lava los platos y ve telenovelas como cualquier otra. Puede ser un anciano que da de comer a las palomas sentado en una plaza, un kioskero, un Senador, un oficinista, un médico y un profesor. En sus corazones ya está la materia prima para adorar a la bestia: la rebelión contra Dios.

Cuando nos imaginamos al diablo, tenemos en mente esta imagen horripilante, en la que se le muestra como un ser repugnantemente feo. Pero la fealdad de satanás no está en las facciones de su rostro, sino en su rebelión contra Dios, en su desobediencia abierta a su Palabra. Y es ese elemento el que caracteriza al adorador de la bestia, al que caerá bajo el engaño del falso profeta.

De la misma forma, algunos esperan que la bestia y el falso profeta se presenten diciendo: "hola, somos el gobierno del diablo y venimos a llevarlos a la condenación". No, hermanos, se presentan como una sociedad renovada, civilizada, con justicia, paz, igualdad y virtud ciudadana, todo esto, pero SIN CRISTO.

Debemos entender que hablar de justicia, paz y amor, pretendiendo alcanzar esto por nuestros propios medios, sin Cristo, no es sino idolatría y blasfemia. Cuidado con alzar tu puño junto con los que blasfeman y son rebeldes contra el Señor. Cuidado con esperar de gobiernos humanos lo que sólo puedes encontrar en el Señor. Cuidado con creer que hay personas que te pueden llevar a un mundo mejor, a un mañana donde exista hermandad, armonía, justicia y paz, pero sin Cristo.

Lo decisivo no es las palabras que ocupan, o las supuestas buenas intenciones que persigan. Lo decisivo es si reconocen a Cristo como Rey y si se someten a su Palabra como la Verdad. No hay nada que celebrar allí donde se promete un mundo mejor sin Jesús, ni hay nada que comulgar con quienes nos llaman a sumarnos a una nueva humanidad o sociedad, si allí no es exaltado nuestro Rey y Señor. La unidad sin Cristo es la unidad de Babel, y no es otra cosa que una manifestación del gobierno del mal.

Está escrito: “el mundo pasa, y sus deseos; pero el que hace la voluntad de Dios permanece para siempre” (1 Jn. 2:17). Todo el que adore a Faraón, se postre ante la estatua de oro de Nabucodonosor o encienda incienso a César, será juzgado por su idolatría y se enfrentará a la ruina de ver a sus falsos dioses caer.

Mientras el gobierno de la bestia se sirve de sus súbditos para alcanzar sus propósitos, el Rey Cristo se hizo hombre y fue nuestro siervo para darnos vida y salvación. Mientras el falso profeta seduce con engaños para capturar nuestros corazones, el Rey Jesucristo nos alumbra con la luz eterna de la Verdad. Mientras la bestia pisotea a sus seguidores para exaltarse sobre ellos, Cristo se humilló hasta la muerte para que pudiéramos ser exaltados con Él. Mientras el gobierno satánico se representa con una bestia, a Cristo se le describe como el Buen Pastor, que dio su vida por las ovejas.

Pero si eres de los redimidos por Cristo, ¿Estás consciente de que vendrá persecución? No podemos hacer un pacto de paz con la bestia ¿Estás dispuesto a soportar las arremetidas furiosas del dragón y de sus seguidores? ¿Estás dispuesto a ser fiel a Cristo no importando que esto te cueste tu propia vida?

Considera lo que se decía de la Iglesia primitiva: “Estos que trastornan el mundo entero también han venido acá; a los cuales Jasón ha recibido; y todos éstos contravienen los decretos de César, diciendo que hay otro rey, Jesús” (Hch. 17:6-7). Es triste ver cómo hoy en general no es la Iglesia la que trastorna el mundo entero, sino el mundo el que ha trastornado a la Iglesia. Y eso es en parte porque hemos olvidado que la Biblia sí habla de política, y su declaración más imponente es: Jesús es Rey.

Es por eso que se decía de la iglesia que contravenían los decretos de César, porque para ellos Jesús estaba por sobre toda autoridad humana, reconocían que Cristo es el Nombre sobre todo nombre, el Rey de reyes y Señor de señores. Esta verdad se levanta por sobre toda doctrina humana, por sobre toda visión de izquierda o de derecha, nuestro Señor Jesús es Rey y su Palabra es nuestra Ley, y sólo bajo su reino podemos tener verdadera justicia, paz y dignidad. Esa es la declaración que debemos proclamar hoy, el reino de Cristo debe ser anunciado con firmeza y valentía.

La bestia y sus seguidores se jactan neciamente. Ellos dicen “¿Quién como la bestia, y quién podrá luchar contra ella?” Pero “cuando digan: Paz y seguridad, entonces vendrá sobre ellos destrucción repentina, como los dolores a la mujer encinta, y no escaparán. Mas vosotros, hermanos, no estáis en tinieblas, para que aquel día os sorprenda como ladrón” (1 Tes. 5:3-4).

Por más fiera que sea la bestia, por más elocuente que sea el falso profeta, por más temible que sea el dragón, Cristo reina, y Él vencerá a todos sus enemigos y los aplastará bajo sus pies. ¡Todos los reinos del mundo vendrán a ser del Señor y de su Cristo, y Él reinará por los siglos de los siglos! Perseveremos, entonces, sabiendo que este reinado de la bestia será roto en mil pedazos bajo los pies de nuestro Rey Soberano. Cristo reina, y nosotros reinaremos con Él. Amén.