Por Álex Figueroa F.

Texto base: Ap. 14:1-5

Antes de comenzar vamos a hablar algo sobre el contexto de este pasaje. En el cap. 12 vimos cómo la enemistad predicha en el libro de Génesis entre la mujer y el dragón se hacía manifiesta en toda su intensidad. El dragón, que es satanás, mostraba todo su odio contra la mujer, que es el pueblo de Dios, y contra el Hijo de ésta, que es Jesucristo.

El odio de satanás contra Cristo y la iglesia, descrito en ese pasaje, es inmenso y sus planes son terribles, pero vimos que en cada uno de sus intentos por destruirlos, sólo encontró frustración. Al ver que no pudo derrocar a Cristo y sabiéndose expulsado del Cielo por la victoria que Jesús logró, el dragón ahora vuelca todo su odio y furor contra la Iglesia.

Sin embargo, la Iglesia es protegida y sustentada por el Señor para que viva en el desierto, que representa un lugar en el que el pueblo de Dios depende de su Señor, es sustentado sobrenaturalmente por Él y recibe la preparación para adorarle y servirle. El texto nos decía que la mujer, es decir, la Iglesia, era sustentada en el desierto por 1260 días, que equivale a 42 meses, o a 3 años y medio, o a tiempo, tiempos y la mitad de un tiempo; y que es el período que va desde la ascensión de Cristo hasta su segunda venida, en el que la Iglesia debe ser testigo del Señor, dando testimonio del mensaje que recibió de parte de Él, y es el mismo tiempo que tiene la bestia y el falso profeta para engañar a la humanidad y destruir a la Iglesia.

Pero esta expulsión del diablo desde el Cielo es sólo un anticipo de lo que será su destrucción segura. Él ya no puede seguir acusando a los creyentes delante de Dios, quien ahora sólo escucha la intercesión que hace Cristo en su favor.

El cap. 13 es una explicación más detallada del obrar del dragón visto en el cap. 12. Trata de cómo el dragón, que es satanás, obra en todos aquellos seres humanos que no han creído en Cristo, y cómo a través de sus ayudantes, la bestia y el falso profeta, logra ejercer un gobierno sobre estos no creyentes, persiguiendo a la Iglesia de Cristo.

Satanás, en este gobierno del mal, querrá ocupar el lugar de Cristo y hará todo lo posible por usurpar su trono, para lo que contará con el ministerio de esta bestia que sale del mar y aquella que sale de la tierra.

I. Los sellados de la bestia

La bestia que sale del mar, se trata de un reino o gobierno humano que representa el cumplimiento de todos los anhelos del hombre impío, es el reino que la humanidad no redimida espera. Este gobierno es poderoso y violento contra la Iglesia, a la cual persigue a muerte.

En el AT, “bestia” es un reino: “La cuarta bestia es un cuarto reino que surgirá en este mundo. Será diferente a los otros reinos; devorará a toda la tierra; ¡la aplastará y la pisoteará!” (Dn. 7:23).

Se caracteriza por la exaltación de esta bestia, exigiendo adoración y sumisión absoluta, y también por la abierta blasfemia contra el Señor.

La bestia que vio Juan en Apocalipsis parece ser la misma bestia que vio Daniel como algo futuro. Esta bestia tiene su manifestación en el tiempo del fin y encierra ‘TODO’ el poder de las bestias anteriores. Esto nos ayuda a entender porque Daniel describe la bestia como “espantosa y terrible”. Aunque el gobierno del dragón ha existido y existe en el mundo, en el tiempo final será un ataque mortal compuesto por todas las fuerzas con el fin de destruir todo lo que tenga que ver con el verdadero culto y adoración a Dios.

Entonces, esta bestia representa a todos los reinos de la tierra que se oponen al Dios verdadero revelado en las Escrituras, que se construyen para exaltarse a sí mismos y no dan gloria a Dios, sabiendo que se trata de una realidad que va aumentando progresivamente hasta llegar a un clímax en el que se consumará todo y este gobierno logre una unificación mundial en contra de Dios, liderado por el anticristo.

El otro ayudante era la bestia que salía de la tierra, también conocido como falso profeta, cuya función es convencer al mundo mediante engaño, para que adoren a la bestia y al dragón. Es la propaganda de la bestia, y encarna el engaño del mal.

Jorge Trujillo nos dice sobre el falso profeta: “Esta bestia no presenta su ataque de la misma manera que lo presenta la primera. La primera es básicamente anti-cristiana, mundana y abiertamente en contra de Dios y su pueblo. La bestia aquí descrita tiene ‘semejanza a un cordero” es decir, es presentada como cristiana o como Cristo mismo quien es “el cordero de Dios que quita el pecado del mundo”; pero en el fondo trabaja para la primera bestia y es parte de ella. Aunque sean dos en operación, en propósito son ‘una’. Se parece a Cristo, pero cuando habla, su hablar no es el de Cristo sino el de Satanás quien es conocido como el dragón”.

Podemos imaginarnos a la bestia y al falso profeta como los dos brazos del dragón. La bestia es el brazo del gobierno, de la autoridad y el poder, que implica un dominio político, un control social sobre todos los hombres no redimidos. El falso profeta provee del engaño que controla las mentes, crea las ideas y los pensamientos necesarios para que la bestia pueda ejercer su poder y su dominio. Es su instrumento de propaganda. Se trata, entonces, de un solo reino o gobierno maligno que cuenta con el brazo del poder y el brazo del engaño, permitiendo a satanás ejercer su dominio sobre el mundo.

Tenemos así entonces a la llamada trinidad diabólica, que está compuesta por satanás, la bestia y el falso profeta. Decíamos que satanás no solo trata de usurpar el lugar del Señor y de imitarlo, sino que hace una parodia, una imitación burlesca y torcida del Señor.

Además, vimos que este capítulo 13 trata sobre los seguidores de la bestia, recordando que detrás de todo esto se encuentra satanás usando medios humanos para llevar a cabo sus propósitos. Con el engaño del falso profeta y la autoridad que recibió de satanás, el gobierno de la bestia se extiende a toda tribu, pueblo, lengua y nación, y cada uno de los seguidores recibe el nombre o señal de la bestia en su mano derecha y en su frente, lo que nos indicaba que estarían todos en disposición de compañerismo y bajo la misma ideología, unidos por la blasfemia y la rebelión en contra del Señor.

Desde la caída, el ser humano nunca ha podido vivir en unidad permanente. Siempre han existido divisiones, pleitos, peleas, conflicto, maltrato y homicidios de unos contra otros. Pero este gobierno maligno logra una unidad perversa, sobre lo único que puede unir a los hombres impíos: su odio hacia Cristo y la Iglesia. El racismo, el clasismo, la xenofobia, el machismo y el feminismo se borran cuando se trata de odiar a Cristo, en esto habrá completa unidad. Esta unidad en la rebelión hacia Dios nos recuerda una vez más a la torre de Babel, pero tal como fue el fin de esa torre, destrucción y confusión, será el fin de los adoradores de la bestia.

El dragón aprovecha su dominio sobre el mundo, sobre los poderes políticos, intelectuales y económicos para perseguir a los cristianos, haciendo imposible su vida y participación en la sociedad. Los bloqueos económicos son típicas estrategias militares que pretenden que el enemigo se rinda sin condiciones, agotándolo con el hambre y la sed. La bestia quiere adoración total, no aceptará que sea adore al verdadero Dios, y quiere eliminar a todo el que persista en hacerlo.

La palabra griega usada para esta marca de la bestia implica la idea de un engravado en la piel, al estilo de las marcas que recibían los esclavos. Esto nos muestra la esclavitud de las masas de personas que no han creído en Cristo, que se someterán a este reino rebelde al Señor, blasfemo y arrogante, sirviente de satanás.

La señal es recibida en la mano derecha y en la frente. La de la mano derecha implica la idea de compañerismo. La de la frente nos indica el control de sus mentes. Teniendo esto en cuenta, la humanidad rebelde a Cristo estará unida, y bajo la misma ideología y filosofía de la bestia, todo esto en rebelión contra el Señor y en odio furibundo hacia su Iglesia.

El número de la bestia refleja en su expresión máxima la imperfección y rebelión humana. Será un reino humano quien ejercerá este gobierno del mal, estando bajo el control de satanás. Lo que nos dice este número es que este gobierno del mal será completamente imperfecto. El punto de este número es mostrar que los que son marcados con este número, es porque su interés está en las cosas de abajo, en lo terrenal, en lo de los hombres, pero no en las cosas de arriba, en lo celestial, en lo de Dios. Los tres seis ponen énfasis en que la voluntad de estas personas está enteramente ligada a los hombres y la tierra y no a Dios

Satanás se esfuerza por parodiar a Dios, intenta llegar al 7 que es el número que representa la perfección, pero sólo se queda en el 6, número relacionado con la imperfección, y que en Apocalipsis se relaciona también con el juicio divino: la ira de Dios se desata con el sexto sello, la sexta trompeta y la sexta copa. La obra de satanás termina siempre en fracaso, y que sea 3 veces 6 indica una derrota completa y rotunda.

Es así como terminará este gobierno del mal.

II. Los sellados del Cordero

(v. 1) Lo primero que vemos en este pasaje es un contraste muy pronunciado con el pasaje anterior.

El Cordero estaba de pie sobre el monte de Sion, contrasta con el diablo puesto de pie sobre las arenas del mar. Las arenas de la orilla del mar son algo inestable, variable. Contrasta con el monte de Sion, firme y permanente. En la Biblia la figura del monte representa la idea de un reino, y el monte de Sion representa el reino y la ciudad de Dios, allí donde tiene comunión con sus redimidos.

Esta realidad celestial de Cristo, en la que están envueltos los salvados, contrasta con lo terrenal y mundano de la bestia y sus seguidores. Esto nos recuerda lo que nos dice el Apóstol Pablo:

Ya que han resucitado con Cristo, busquen las cosas de arriba, donde está Cristo sentado a la derecha de Dios. 2 Concentren su atención en las cosas de arriba, no en las de la tierra, 3 pues ustedes han muerto y su vida está escondida con Cristo en Dios. 4 Cuando Cristo, que es la vida de ustedes, se manifieste, entonces también ustedes serán manifestados con él en gloria. 5 Por tanto, hagan morir todo lo que es propio de la naturaleza terrenal” (Col. 3:1-5).

Nuestra ciudadanía está en los Cielos, no en la tierra. Por tanto, debemos vivir poniendo todas las cosas en una perspectiva eterna, sabiendo que nuestra vida nace de Cristo y está escondida en Él, a punto de ser manifestada cuando sea la consumación de todas las cosas. Hemos muerto a lo terrenal, eso es lo que ha ocurrido con nosotros, nuestra realidad ante Dios. Entonces, debemos procurar que eso que ya es realidad en la eternidad, es decir, que nosotros morimos y que nuestra vida está en Cristo, se vaya manifestando en nuestro día a día aquí en la tierra.

Mientras nosotros nos esforzamos en la gracia, para hacer morir lo terrenal en el poder del Espíritu, los seguidores de la bestia engañados por el falso profeta darán rienda suelta a todo lo terrenal y mundano en ello, despreciando y aborreciendo lo celestial. Este reinado mundial reconocerá a la Iglesia como un enemigo porque ella no se someterá a su reinado mundano, pues seguirá viviendo aquí como la mujer en el desierto, sustentada por el Señor y anticipando la realidad celestial que ha de ser manifestada.

Aparte de esto hay otro contraste: el diablo estaba solo y llama a sus dos ayudantes, dos bestias horripilantes que salen del mar y la tierra respectivamente. Con la violencia del poder y con la persuasión del engaño, logra dominar a las masas de incrédulos de toda tribu, pueblo, lengua y nación, sometiéndolos como súbditos esclavos a su reinado. Pero el Cordero está junto a sus 144.000, a quienes ha sometido con su gracia, con su amor eterno, siendo convencidos por el poder del Espíritu Santo quien ha regenerado sus corazones y con poder los ha resucitado para que pasen de muerte a vida espiritual.

Mientras satanás toma la vida de sus súbditos y los engaña para hacerlos sus esclavos, Cristo murió por nosotros, su pueblo, para que pudiéramos tener vida juntamente con Él, entregándose para nuestra salvación, sacrificándose para que pudiéramos ser limpios y sin mancha delante de Él.

Por otra parte, mientras el reinado de la bestia hace que sus súbditos esclavos sean marcados en la mano derecha y en la frente, los 144.o00 del Cordero llevan el nombre de Él y de su Padre, escrito en la frente. Como dice 1 Co. 2:16, “tenemos la mente de Cristo”. Hemos sido salvados por su gracia y estamos siendo transformados por su Espíritu, quien obra en nuestros pensamientos para llevarlos a Cristo. Es por eso que el Señor nos exhorta: “No se amolden al mundo actual, sino sean transformados mediante la renovación de su mente. Así podrán comprobar cuál es la voluntad de Dios, buena, agradable y perfecta” (Ro. 12:2).

Ahora, al ver esta multitud, es hermoso apreciar que en el Antiguo Testamento Dios se muestra como solo en la gloria, mientras que al terminar el Nuevo Testamento, al darnos un atisbo de lo que será la gloria venidera, se muestra al Señor rodeado de su pueblo, los redimidos por la sangre de Cristo. Lo que hace la diferencia es justamente la obra de Cristo, quien consumó la salvación de una multitud incontable, para llevarnos junto con Él a las moradas que Él ha preparado para nosotros, para que vivamos juntamente con Él. Cristo hace posible que el pueblo de Dios, separado de su Padre por el pecado, pueda ser presentado ante su presencia gloriosa como una novia pura, limpia y sin mancha.

Si vemos este pasaje en su contexto, es un gran consuelo para la Iglesia. Acabamos de ver que el reinado de la bestia es violento y sanguinario contra el pueblo de Dios, que el falso profeta convencerá a las masas de su engaño y todos adorarán a la bestia y a satanás, y que perseguirán con furia a la Iglesia excluyéndola de la vida en sociedad hasta borrarla de la esfera pública momentáneamente.

Pero este cuadro nos da una seguridad inquebrantable. A pesar de los intentos de satanás por destruir al pueblo de Dios, es el Cordero victorioso nuestra prenda de garantía. Todo el número de los redimidos está sano y salvo en Él, y su victoria en ningún caso está puesta en riesgo.

Simón Kistemaker nos dice sobre esto: “Cuando los santos en la tierra son perseguidos por las fuerzas anticristianas y se les dice que la bestia es el gobernante supremo en la tierra, no deberían desesperar. Cuando abren sus ojos espirituales, ven al Cordero que está de pie en el monte Sión dándoles garantía de que están sanos y salvos. Los días del Anticristo están contados, porque caerá derrotado”.

Esto ya lo vemos claramente anunciado en el Salmo 2, donde las naciones, pueblos, reyes y gobernantes confabulan contra el Ungido de Dios, el Cristo. Han decidido rebelarse contra la ley perfecta del Señor, pero Él se ríe de ellos, y ha establecido a su Hijo el monte santo de Sión, quien gobierna las naciones con cetro de hierro y los destruye como alfarería (Sal. 2:1–9). El gobierno del Anticristo concluirá porque el Hijo de Dios está de pie en el monte Sión, que es el lugar donde mora Dios como símbolo de seguridad y estabilidad para su pueblo.

Ahora, ¿Cuál es el significado del número 144,000? Se trata del mismo grupo que aparece en Apocalipsis cap. 7 como los sellados del Señor, protegidos de toda la ira de Dios que será derramada sobre el mundo. 144.000 es 12 x 12 x 1000. El doce es el número del pueblo de Dios, que indica perfección, y 1000 es un número que indica multitud, muchedumbre. Entonces, el número 144,000 simbólicamente significa perfección multiplicado por perfección multiplicado por multitud. Este número constituye la totalidad del pueblo de Dios, el verdadero Israel de Dios.

"… el número que Dios ha elegido es un número perfecto, ya que en su reino no faltará ningún miembro que le pertenezca. Cada lugar que Cristo fue a preparar (Juan 14:23) será ocupado. El propósito de Dios de establecer su perfecto reino no puede ser frustrado por el hombre o el diablo. Dios ha establecido el número de sus elegidos, así como sus nombres han sido escritos en el libro de la vida desde antes de la fundación del mundo (Ef. 1:4; Ap. 13:8)" (Graeme Goldsworthy).

Como dijimos al hablar de Apocalipsis 11, las medidas y los conteos indican que el Señor distingue a su pueblo de lo que no es su pueblo. Él sabe exactamente quiénes componen su Iglesia, con nombre y apellido de cada uno. La Escritura dice: “No obstante, el sólido fundamento de Dios permanece firme, teniendo este sello: El Señor conoce a los que son suyos, y: Que se aparte de la iniquidad todo aquel que menciona el nombre del Señor” (2 Ti. 2:19). Estos dos aspectos del sello de Dios se aprecian en este pasaje.

Los incrédulos con el nombre y el número de la bestia pertenecen al Anticristo (13:16). Pero el pueblo de Dios con los nombres divinos del Cordero y del Padre en la frente vive entre los seguidores de la bestia en esta tierra. Junto con el Cordero, son los representantes de Dios. Su número total indica que de todos los que el Padre ha dado a su Hijo (Jn. 10:29) ninguno se pierde. Es decir, el Anticristo es incapaz de desviar a los 144,000, porque están sellados por el Señor, son su propiedad y llevan su nombre escrito en la frente. Este número incluye a todos los redimidos del Señor.

(v. 2) El tumulto confuso, la masa sin forma que sigue a la bestia, contrasta con esta voz del cielo, imponente, temible, pero a la vez celestial y llena de belleza y armonía, como son los arpistas que tocan sus arpas.

(v. 3) El canto de la iglesia es único. Los perdidos nunca podrán entenderlo, pues nunca experimentaron la regeneración de sus corazones. Los ángeles tampoco, porque pese a estar en la gloria, nunca fueron rescatados de sus pecados. Sólo la Iglesia, el pueblo de los redimidos del Señor, ha experimentado la gracia y la misericordia del Señor demostrada en Cristo Jesús. Su canto, entonces, es único.

Los santos en el cielo cantan constantemente sus alabanzas a Dios. De igual modo, todo el pueblo de Dios en la tierra canta sus alabanzas en el culto, en especial en el día del Señor. Claro que la línea divisoria entre cielo y tierra sigue existiendo hasta el último día, pero la intención de las alabanzas de acción de gracias es similar. El cántico perfecto de los santos en el cielo resuena hasta llegar a los santos en la tierra y los fortalece en la batalla contra las fuerzas anticristianas.

Sólo nosotros, pueblo de Dios, podremos cantar este hermoso canto de redención y misericordia, al haber sido rescatados de nuestros pecados y de la ira venidera por este Cristo precioso que se entregó por nosotros, murió en nuestro lugar y resucitó para que pudiésemos tener vida juntamente con Él.

III. Características de los sellados del Cordero

(vv. 4-5) Los redimidos del Señor son puros, se apartaron de la contaminación del pecado y el carácter de Cristo fue forjado en ellos por medio de la santificación del Espíritu Santo.

Juan ofrece una identificación cuádruple de los redimidos de la tierra: - son puros - son seguidores del Cordero - son las primicias - son irreprochables

a. Puros: El contexto de estos pasajes indica que el verbo contaminar significa no caer en infidelidad para con el Señor. Si lo combinamos con la imagen de la Iglesia como una mujer, la novia de Cristo, quiere decir que tanto hombres como mujeres quedan incluidos en la categoría de ser una virgen pura; ambos deben protegerse para no ser engañados e inducidos por la bestia a adorar la imagen del Anticristo. Esto se relaciona con la tentación que satanás hizo a Cristo, ofreciéndole todos los reinos de la tierra si Jesús se postraba a sus pies. Nuestro Señor respondió: “Al Señor tu Dios adorarás, y a él solo servirás” (Lc. 4:8). Debemos ser fieles a Él como una novia debe serlo a su novio.

b. “Son los que siguen al Señor donde quiera que vaya”. Jesús dijo a los discípulos que “el que no toma su cruz y me sigue no es digno de mí” (Mt. 10:38). Y dijo que, como pastor, va delante de su pueblo: “las ovejas lo siguen porque reconocen su voz” (Jn. 10:4). La Iglesia busca en Cristo el liderazgo y la dirección en lo que avanzan por la senda de la vida y eluden los ataques del diablo.

c. “Estos han sido rescatados de entre los hombres como primicias para Dios y para el Cordero”. Al derramar su sangre en la cruz del Calvario, Jesús pagó la deuda para liberar a su pueblo de la maldición del pecado y la culpa.

d. “No se encontró mentira alguna en su boca, pues son intachables”. En un mundo anticristiano, saturado de mentiras y engaño, los cristianos ocupan un lugar aparte como emblemas de verdad, honestidad e integridad. La Escritura dice “El remanente de Israel no hará injusticia ni dirá mentira, ni se hallará en su boca lengua engañosa” (Sof. 3:13). Los seguidores de Jesús, a los que el profeta llama el remanente de Israel, se espera que hablen con verdad, como su maestro. Por algo se dice que la Iglesia es “columna y baluarte de la verdad” (1 Ti. 3:15).

Esto contrasta con la naturaleza de satanás, quien es “Padre de mentira”, y con el obrar de la bestia y el falso profeta, lleno de engaño y mentiras, lo que es replicado por la masa de sus seguidores. Todo su gobierno maligno se funda en la mentira, pero Cristo es la verdad (Jn. 14:6), y los suyos se caracterizan por la verdad, la mentira no tiene lugar en sus vidas.

El texto también dice que estos 144.000 eran intachables. Jesús se sacrificó por su Iglesia para presentarla a sí mismo “a fin de presentársela a sí mismo, una iglesia en toda su gloria, sin que tenga mancha ni arruga ni cosa semejante, sino que fuera santa e inmaculada” (Ef. 5:27).

Estas son las características de los redimidos del Cordero, de su pueblo santo, que reflejan que ellos viven bajo un reinado completamente distinto, uno que ha plantado la bandera de Cristo en sus corazones y que los hace gobernarse por las verdades eternas de la Palabra de Dios, siguiendo las pisadas de quien murió y resucitó por ellos.

IV. Conclusión

Hemos visto la radical diferencia que existe entre el reino de las tinieblas y el reino de Cristo. Como dijimos anteriormente, ambos reinos demandan completa obediencia y sumisión, pero son completamente distintos. El reino de las tinieblas será ciertamente derrotado, y es incomparable al Reino de Cristo, porque nada puede compararse al Señor ni puede frustrar sus propósitos.

Pero no solo hay un contraste entre satanás y Cristo, sino también entre sus seguidores. Los marcados por la bestia fueron engañados, están muertos espiritualmente, son rebeldes al Señor y a su Palabra y odian a la Iglesia. Son esclavos del engaño y su adoración a la bestia simplemente refleja la podredumbre de sus corazones.

Los redimidos por Cristo, por el contrario, han sido regenerados por el Espíritu Santo, sus corazones han recibido vida de parte de Dios, y el Espíritu les da poder para andar en obediencia y una vida nueva delante del Señor.

Vimos que exhibían características claras, que son las virtudes del reino de Dios, y reflejan el carácter de Cristo impreso en sus corazones.

¿Puedes decir que esas características están en tu vida? ¿Eres puro o te has contaminado sirviendo a tus ídolos, adorándolos y destinando tus fuerzas, tiempo y dinero a las prioridades mundanas y terrenales? ¿Se puede decir de ti que sigues al Cordero, o simplemente haces tu voluntad y vas tras tus propias ideas y opiniones? ¿Lo que caracteriza tu vida es seguir el liderazgo de Cristo expuesto en su Palabra, o eres de los que se caracterizan por tener su propio camino? ¿Puede decirse de ti que no hay mentira en tu vida o sigues el engaño? Recuerda que lo que hizo la Escritura hoy fue simplemente describir a los redimidos. ¿Estás en esa descripción?

Lo que hace la diferencia entre estar o no estar en la multitud de los redimidos no es que seas mejor o peor persona, que te portes mejor o peor. Es Cristo, su obra, su obediencia y sacrificio perfecto. Sólo Él puede redimirte, sólo Él puede salvarte, sólo Él puede hacerte uno de los suyos. Seas o no redimido, tienes una sola alternativa: venir a Cristo. ¡Ven a los pies de este precioso Rey! Es la única manera de salir vivo de aquí, y Él es digno de que lo hagas. Amén.