Por Álex Figueroa F. 

 

Texto base: Apocalipsis 16

Al considerar lo dicho en este capítulo, podemos apreciar cómo se va intensificando el relato del libro de Apocalipsis, subiendo cada vez más el volumen de la orquesta hasta llegar a la consumación.

Recordemos, como ya hemos dicho en reiteradas oportunidades, que en el libro de Apocalipsis se presentan varios ciclos en los que se nos narra lo que ha ocurrido, sigue ocurriendo y ocurrirá desde la ascensión de Cristo hasta su segunda venida. Estos ciclos, entonces, nos dan distintas perspectivas de los mismos acontecimientos que van aumentando en su intensidad, hasta llegar a la consumación de todo.

El mensaje anterior comenzamos el 5° ciclo, que es el de las copas de la ira de Dios. Los capítulos 15 y 16 constituyen una unidad en la que uno introduce al otro. El cap. 15 menciona a los 7 ángeles que desatarán las 7 últimas plagas, mientras que el cap. 16 nos relata cuáles son esas plagas y cómo serán derramadas sobre el mundo.

Vimos cómo el Señor, antes de hablar del derramamiento de su ira, nos muestra que su pueblo está a salvo, que tiene la paz y la alegría de los vencedores, que entonan un cántico triunfal y que se encuentran delante del Trono del Señor. Antes de relatarnos las terribles plagas que afectarán a los no creyentes, el Señor da seguridad a su pueblo, como ha ocurrido en los ciclos anteriores, donde se muestra con claridad y certeza que la ira de Dios no tocará a sus hijos. Aunque sufran persecución, despojos, menosprecio y muerte, la victoria final ya ha sido asegurada por Cristo.

I. La ira de Dios es derramada

Las 7 plagas en que se derrama la ira de Dios sobre el mundo son muy similares a las plagas de Egipto, y es innegable que el Señor a través de estas calamidades dirigidas contra faraón y su pueblo estaba anunciando lo que sería este momento final de la historia, en el que su furor se derramará sin diluir sobre los que se mantuvieron rebeldes a su voluntad.

Recordemos que las plagas de Egipto se dirigieron contra faraón, un gobernante rebelde en contra del Señor, y contra el pueblo de Egipto, sus súbditos, quienes siguieron a faraón en su rebeldía. Egipto como reino, entonces, perseguía, atormentaba y quería someter al pueblo de Dios, tal como lo hace la bestia y el falso profeta junto con sus seguidores, quienes ejercen oposición y violencia contra el pueblo de Dios.

Lo que nos está diciendo el Señor aquí, entonces, es que tal como su ira se dirigió contra Egipto por sus pecados, su rebelión y su persecución al pueblo de Dios; se dirigirá también contra los no creyentes, y su fin será el mismo que el que vemos en Éxodo respecto de Egipto.

Estas 7 plagas que se describen en el cap. 16 también tienen una similitud muy grande con las 7 trompetas, que corresponden a un ciclo anterior del libro de Apocalipsis, pero son mucho más intensas que ellas. Podemos ver que, mientras las 7 trompetas, como su nombre lo dice, tenían el fin de advertir sobre los juicios que vendrían, y a través de las calamidades y catástrofes el Señor hacía un fuerte llamado al arrepentimiento; las 7 plagas son ya el derramamiento de la ira final de Dios, son su juicio anunciado. Vemos, entonces, como va aumentando la intensidad a medida que va progresando el libro.

Todas las plagas tienen en común el ser calamidades terribles: la úlcera maligna y pestilente, el mar convertido en sangre, los ríos y fuentes de aguas convertidas también en sangre, el sol quemante, las tinieblas, la sequía del río Éufrates, y finalmente la consumación de todo a través de diversas catástrofes como terremotos y granizos gigantes. Muchas de estas plagas por sí solas ya serían una terrible catástrofe que probablemente terminaría con la historia de la humanidad, pero aquí las vemos en una acción combinada.

Además, las plagas afectan tanto a los seguidores de la bestia, como a la tierra, el mar, los ríos y el aire, además de dirigirse también específicamente contra el gobierno de la bestia y el falso profeta. Es, entonces, una acción integral de Dios contra el mundo incrédulo, ya que las plagas sólo los alcanzan a ellos.

Mientras que a los hijos de Dios todas las cosas les ayudan a bien (Ro. 8:28) y las tribulaciones que viven son parte de la mano de Dios esculpiendo el carácter de Cristo en sus vidas; las aflicciones y padecimientos que viven los no creyentes se deben al furor de Dios en contra de ellos.

a) La primera plaga es una úlcera o llaga pestilente, que ocasiona un dolor muy intenso y además es repulsiva por su olor asqueroso. Se trata de una dolencia que afecta el cuerpo mismo de los no creyentes. Tal como el diablo hirió con una llaga al justo Job (pero para eso debió pedir permiso al Señor), es ahora el Señor quien toca el cuerpo de los rebeldes y les causa un gran padecimiento.

Esto nos recuerda lo ocurrido en Egipto: “Tomaron, pues, hollín de un horno, y se presentaron delante de Faraón, y Moisés lo arrojó hacia el cielo, y produjo tumores que resultaron en úlceras en los hombres y en los animales. 11 Y los magos (sacerdotes adivinos) no podían estar delante de Moisés a causa de los tumores, pues los tumores estaban tanto en los magos como en todos los Egipcios” (Ex. 9:10-11).

b) En la segunda plaga vemos cómo los mares se transforman en sangre, lo que produce la muerte de todos los seres marinos. Esto hace que el mar ya no pueda ser fuente de alimento, lo que a su vez traerá hambre y ruina seguros.

c) En la tercera plaga ahora el Señor toca el agua dulce, convirtiéndola también en sangre, con lo que ni seres humanos ni animales podrán saciar su sed, como tampoco podrán regarse los campos ni los sembradíos, lo que eliminará también a la tierra, la agricultura y la ganadería como fuentes de alimento. Con esto la humanidad sin Dios ya no tiene futuro, afectada por una úlcera maligna y pestilente, sin posibilidad de alimentarse ni beber.

Esto nos recuerda lo ocurrido en Egipto: “todas las aguas que había en el Nilo se convirtieron en sangre. 21 Los peces que había en el Nilo murieron y el río se corrompió, de manera que los Egipcios no podían beber agua del Nilo. Había sangre por toda la tierra de Egipto” (Ex. 7:20-21).

d) En la cuarta plaga el Señor toca el sol, haciendo que su calor queme a los habitantes de la tierra. En otras partes de la Escritura se presenta al sol como una bendición. El Señor Jesucristo nos dice que Dios “hace salir Su sol sobre malos y buenos”, queriendo decir que hay bendiciones que todos recibimos por igual, lo que es una muestra de su misericordia hacia toda la humanidad. Pero hay un momento en que ya no habrá espacio para la misericordia, y ese mismo sol que era de bendición, ahora será una calamidad que afligirá a los rebeldes causándoles terribles dolores y molestias.

e) En la quinta plaga, el Señor dirige su furor contra la bestia y su reinado, cubriéndolo de tinieblas. Nosotros ignoramos lo que son las tinieblas absolutas, porque hoy disponemos de luz artificial. Pero en estos días todo se cubrirá de la más absoluta oscuridad, lo que impedirá realizar hasta las actividades más cotidianas.

Esto también nos recuerda lo ocurrido en Egipto: “Extiende tu mano hacia el cielo, para que haya tinieblas sobre la tierra de Egipto, tinieblas tales que puedan tocarse.” 22 Extendió Moisés su mano hacia el cielo, y hubo densas tinieblas en toda la tierra de Egipto por tres días. 23 No se veían unos a otros, nadie se levantó de su lugar por tres días, pero todos los Israelitas tenían luz en sus moradas” (Ex. 8:21-23).

f) En la sexta plaga, el Señor secó el río Éufrates, que en el mundo antiguo se consideraba una frontera natural entre el occidente y el oriente. Más allá del río Éufrates había naciones y reinos difíciles de someter, que atormentaron al Imperio Romano con ataques y saqueos a las ciudades fronterizas. Ahora esa frontera natural se secó, lo que elimina los obstáculos para que se produzcan invasiones, saqueos y destrucción por guerras y enfrentamientos entre los pueblos de la tierra. Los rebeldes, entonces, también se destruirán entre sí.

g) Por último, con la séptima plaga, el Señor da por concluido el derramamiento de su ira, diciendo a gran voz desde su Trono: “Hecho está” (v. 17). Esto da paso a relámpagos, voces y truenos, junto con el terremoto más grande que jamás se haya sentido en la tierra, todas estas cosas señales del juicio de Dios sobre la humanidad. Además de esto caerá un granizo como del peso de un talento, es decir, más de 40 kg, lo que aniquilará a los habitantes de la tierra.

Se nos dice que esto será tan fuerte que toda isla huirá y los montes no podrán ser hallados, lo que nos enseña que en este momento la creación dejará de ser como la conocemos, se quebrará, o destruirá lo que está bajo corrupción, para dar paso a la Nueva Creación en Cristo Jesús, esa creación revestida de su gloria original.

Además, el Señor derramará su furor contra la gran ciudad, la Babilonia, que según comenta Kistemaker, “es el símbolo del poder mundial anticristiano que persigue al pueblo de Dios”. Es aquella estructura social, política y económica que ha construido el hombre en rebelión contra Dios, ajeno a su voluntad, que ejercerá su poder hasta que termine la historia, es decir, hasta el momento que se está revelando aquí cuando el Señor derramará su ira final sobre los rebeldes a su Palabra. Mientras los creyentes pertenecen a la Nueva Jerusalén, los incrédulos pertenecen a esta gran ciudad, esta “fuerza anticristiana de incredulidad que Satanás dirige contra Dios y su pueblo” (Kistemaker). Hablamos, entonces, no de una ciudadanía física, sino de una ciudadanía espiritual, nuestra nacionalidad espiritual.

Esta ciudad, la estructura mundial de poder humano, será partida, quebrada por el Señor, recibiendo también su ira final.

Pero, ¿Qué tiene que ver todo esto contigo, que estás sentado aquí hoy? ¿De qué sirve leer todo esto, escuchar todo esto, saber que estas cosas ocurrirán algún día que nadie sabe cuándo será? Terminando el culto, luego de despedirte de los hermanos, al irte a tu casa, luego dormir, y después al trabajar en la semana, ¿De qué servirá todo esto?

Esto tiene todo que ver con tu relación con Dios. En este pasaje Dios deja en claro que Él no es neutral, que el odia el pecado y a quienes lo practican, que a Él no le da lo mismo la maldad sino que la aborrece con todo su Ser porque Él es Santo. La Escritura dice de Dios: “Muy limpios son Tus ojos para mirar el mal” (Hab. 1:13). A DIOS NO LE DA LO MISMO.

Escuchamos a muchas personas, incluso a cristianos, diciendo “ah, pero no seas tan grave”. “No le des color”. ¡Esa es la mentalidad del diablo! El diablo dijo a Adán y Eva “¿Así que Dios les dijo que iban a morir? Tranquilos, uds. no van a morir”. Ese es un veneno que adormece la conciencia para luego producir la muerte. Lo que importa es la opinión de Dios, y para Él todos los pecados, hasta el más mínimo rastro de maldad o rebelión es absolutamente grave.

Dios está diciendo, está gritándote el día de hoy a través de este pasaje: YO ABORREZCO EL MAL, NO PUEDO SOPORTARLO, YO SOY JUSTO Y VOY A HACER JUSTICIA, NADIE QUE PRACTIQUE EL MAL QUEDARÁ SIN CASTIGO.

Cuando tú abrigues pensamientos de rebelión en tu mente, cuando te dé lo mismo la voluntad de Dios, cuando estés solo en tu habitación o en cualquier lugar, y comiences a relativizar la Palabra de Dios, cuando tus pies se vayan encaminando hacia el pecado por más mínimo que parezca ante tus ojos, cuando des lugar a la apatía espiritual, a la frialdad, cuando te dé lo mismo la iglesia y la comunión con tus hermanos, recuerda que Dios odia el pecado profundamente, con todo su Ser, y Él dará el pago a cada uno conforme a sus obras, DESTRUIRÁ A SUS ENEMIGOS bajo sus pies.

Tu única forma de salvarte es Jesucristo, si Él tiene misericordia de ti no es porque tú hayas logrado conseguirla, sino porque Cristo quiso salvarte y murió por ti, y fue Él quien recibió esta ira en tu lugar, pero Dios no dejará de derramar su ira sobre el pecado: o la recibió Cristo, o la recibirás tú, pero ni un solo pecado quedará sin ser castigado.

Y créeme, hermano amado, que Cristo no será el abogado de quienes usan su nombre para seguir pecando con tranquilidad. Cristo no es un amuleto que llevas sobrepuesto en tu pecho, pero que no está en tu corazón. Si Cristo no está en tu corazón, si Cristo no está reformando tus pensamientos, tus afectos, tus deseos, entonces NECESITAS VENIR A ÉL ahora mismo, Él es tu única salvación.

II. La porfía de los malvados

El dragón, la bestia y el falso profeta persisten en su rebelión y en medio de las plagas continúan con su obra de engaño a las naciones, lo que se representa con estos 3 espíritus inmundos semejantes a ranas. Recordemos que las ranas eran animales inmundos en la ley de Moisés (Lv. 11:10). Este engaño es para que los seguidores de la bestia permanezcan rebeldes al Señor e incluso quieran combatir contra Él y contra su pueblo. El Señor ha dirigido un ataque frontal contra el gobierno de la bestia, el que está por ser destruido, pero en vez de rendirse, intensifica su rebelión.

(vv. 9-11) Lo increíble es que ante todos estos juicios, los seguidores de la bestia reaccionaron de la peor manera posible: blasfemaron el nombre de Dios. Es curioso que se trata de incrédulos, que son seguidores de la bestia y el falso profeta. Es decir, gente que se rebeló contra Dios, que no quiso seguir su Palabra ni someterse a su voluntad, pero en la hora del juicio, blasfeman contra Él. Es una actitud de descaro muy grande, se enojan contra el Dios soberano que reina sobre todas las cosas, que les extendió su misericordia, que hizo salir el sol sobre ellos aunque no lo merecían, que les dio alimento, abrigo, momentos de dicha y felicidad, seres queridos e instantes de descanso, aunque no merecían ninguna de estas cosas; sino que lo que realmente merecían era estas plagas.

No solo esto, sino que los llamó al arrepentimiento una y otra vez a través de la Iglesia, a la que puso como sal y luz del mundo. Pero ellos rechazaron y persiguieron a la Iglesia, tal como rechazan al mismo Dios, y cuando reciben merecidamente las plagas en su contra, lejos de arrepentirse y clamar por misericordia, se enojan insolentemente contra el Señor y blasfeman contra su Santo Nombre.

Aquí debemos recordar que se trata de seguidores del anticristo, quienes como él, son blasfemos y profanan el nombre del Señor. Las plagas no producen efecto en ellos sino aumentar su odio contra el Señor. Esto demuestra que las catástrofes no cambian el corazón, sino que revelan lo que ya hay en él.

Aquí vemos la consecuencia final de lo que ocurrió cuando se tocaron las trompetas (Ap. 9:20-21). Recordemos que por medio de las trompetas el Señor alertó de este juicio que venía haciendo un fuerte llamado al arrepentimiento, pero ni aun los que sobrevivieron a esas plagas se arrepintieron. Esta situación simplemente se reflejó aquí, al derramarse las copas de la ira final de Dios, tampoco se arrepintieron, sino que siguieron en su rebeldía y su pecado.

Esto nos recuerda tristemente lo que dijo el Señor Jesús: “no queréis venir a mí para que tengáis vida” Jn. 5:40; y también lo que desde antiguo dice el Señor. Ese es un distintivo de los rebeldes, de aquellos que llevan la marca de la bestia y no el sello de Dios: no quieren ir a Cristo, no quieren rendirse ante este amoroso Señor, ante este bendito y glorioso Salvador. No quieren. Preferirán cualquier dios, cualquier ídolo que ellos puedan moldear y que se acomode a sus intereses, que ellos puedan modelar como greda en sus manos y hacerlo a su gusto. Pero a Cristo, el Rey de Reyes, no quieren ir, no quieren postrarse ante el único que tiene Palabras de vida eterna, al único que puede darles vida verdadera.

Ahora, piensa. ¿Cómo reaccionas tú ante las aflicciones y las calamidades? Recordemos lo que hemos dicho: estas plagas son la consumación de la ira de Dios contra el pecado. Las catástrofes naturales, las enfermedades, y los dolores son una manifestación de que el mundo en el que vivimos está bajo corrupción, un recordatorio de que necesita ser redimido. La creación está bajo dolores de parto, esperando que los hijos de Dios sean transformados, porque en ese momento toda la creación será renovada. Entonces, estas catástrofes y adversidades son como pequeñas olas que anuncian este inmenso tsunami que vendrá en el último día.

¿Crees no merecer las adversidades que enfrentas? ¿Cómo reaccionas ante las dificultades, ves en ellas la mano de Dios moldeando el carácter de Cristo en ti, o ves una ira injusta contra tu vida, una ira que crees no merecer y que solo te lleva a sentir rabia contra el Señor? Si te identificas con lo último, necesitas examinar tu corazón y venir a Cristo, y rogarle que te salve y te transforme.

Aunque los rebeldes al Señor no quieren rendirse ante su voluntad, ellos se enojan contra Dios cuando éste les da lo que merecen, y que por lo demás les había anunciado que vendría sobre ellos. La Palabra dice: “La necedad del hombre le hace perder el rumbo, y para colmo se irrita contra el Señor” (Pr. 19:3). Está en la naturaleza del necio enojarse contra Dios por las consecuencias de sus actos, cuando el responsable es él, y cuando sufre simplemente está teniendo lo que merece por haberse apartado de la Palabra de Dios. Lo triste es que reconoce a Dios solo para enojarse contra Él y culparlo por los males que vienen sobre su vida, lo que no solo es injusto contra el Señor, sino que es una insolencia terrible.

¿Culpas a Dios de tus males? ¿Te irritas contra Él cuando sufres las consecuencias de tu pecado? ¿Quisieras que no exista Dios, para así poder hacer lo que tú quieres sin consecuencia alguna? Si es así, en nada te diferencias a los que blasfeman a Dios en este texto, y si estas plagas vinieran hoy, serías compañero de ellos. Necesitas a Cristo, necesitas rendirte a su voluntad y clamar por su salvación ahora mismo.

III. La justicia de Dios

(vv. 5-7) Aquí tenemos un contraste muy grande. Mientras los rebeldes blasfeman contra el Señor porque les está dando lo que ellos merecen, los ángeles alaban al Señor porque Él es justo, sus juicios son verdaderos y justos, y Él está haciendo justicia ante la maldad de los hombres.

El Señor está mostrando su carácter justo y santo, Él no puede soportar la maldad, la aborrece, y está cumpliendo con su anuncio de juzgar al mundo con justicia.

En medio de las plagas que están siendo derramadas, los ángeles confirman con sus alabanzas que todo lo que está haciendo el Señor es justo, diciendo lo mismo que los redimidos cantaban ante el Trono de Dios en el cap. 15. No es abuso de poder ni crueldad, tampoco es un juicio desmedido o arbitrario: todo lo contrario, los juicios del Señor son justos y verdaderos, y se explican porque Él es santo.

Es más, los ángeles dicen explícitamente que los rebeldes merecen estos juicios. Se han rebelado contra el Señor y han perseguido a su pueblo hasta la muerte, por lo que ahora beberán sangre como la que han derramado.

También se nos dice que desde el altar se alaba al Señor reconociendo su justicia. Recordemos que bajo el altar estaban los que habían muerto por causa de la Palabra de Dios, quienes “clamaban a gran voz, diciendo: ¿Hasta cuándo, Señor, santo y verdadero, no juzgas y vengas nuestra sangre en los que moran en la tierra?” (Ap. 6:10). Esta oración es respondida, y el Señor hace justicia contra todos quienes persiguieron a su pueblo.

Al Señor no le da lo mismo que tú sufras por su causa. Toda persecución que recibas por causa del Evangelio, te hace bienaventurado, y a la vez aumenta la ira de Dios contra quien te cause algún mal. Así dice la Escritura: “Porque después de todo, es justo delante de Dios que El pague con aflicción a quienes los afligen a ustedes. 7 Pero que El les dé alivio a ustedes que son afligidos, y también a nosotros, cuando el Señor Jesús sea revelado desde el cielo con Sus poderosos ángeles en llama de fuego, 8 dando castigo a los que no conocen a Dios, y a los que no obedecen al evangelio (las buenas nuevas) de nuestro Señor Jesús” (2 Tes. 2:6-8).

Recordemos que Saulo perseguía a la Iglesia, y cuando se le apareció el Señor Jesús camino a Damasco, le preguntó “por qué me persigues”. Lo que se haga contra la Iglesia, se hace contra el Señor, el que toque a su Novia no quedará impune.

IV. Reflexión Final

Es un hecho que el Señor derramará su ira sobre el mundo, para dar el pago debido a los rebeldes a su voluntad. Todo su Ser está involucrado en esto: Él es Santo, es Justo, es Bueno, y no puede tolerar la maldad. Si Él no ha dejado caer su juicio de inmediato, no es porque le dé lo mismo el pecado, o porque lo vaya a pasar por alto. Él ha dado este tiempo de misericordia, para que los hombres se arrepientan, pero esta paciencia no durará para siempre: hay un día en que Él derramará su ira por la maldad, y todo eso es necesario, es justo y es bueno que ocurra.

El Señor nos hace un urgente llamado: “¡Estén alerta! Vengo como ladrón. Bienaventurado el que vela y guarda sus ropas, no sea que ande desnudo y vean su vergüenza” (v. 15). ¿Estás consciente de esto? El Señor vendrá sin aviso, cuando nadie lo espere, como un ladrón. Un ladrón no avisa, sino que pilla por sorpresa a los habitantes de la casa. De la misma manera, el Señor vendrá sin aviso, y solo se salvarán quienes estén preparados y esperándolo. No te quieras convencer de otra cosa, porque es mentira. Sólo quienes estén preparados se salvarán.

Si el Señor viniera ahora mismo, ¿Te sorprendería vestido y en vela, o desnudo? La Palabra dice: “revístanse ustedes del Señor Jesucristo” (Ro. 13:14). Si no estás vestido hoy de Cristo, ese día te sorprenderá desnudo, lo que en la Biblia significa vergüenza y humillación.

De nada sirve que escuches esto y luego vayas a tu casa y sigas viviendo como si nada. No tenemos excusa, hemos sido notificados de esto por el Señor, debemos ir a Él y rogar por su misericordia. Así dice el Señor: “Busquen al Señor mientras se deje encontrar, llámenlo mientras esté cercano. 7 Que abandone el malvado su camino, y el perverso sus pensamientos. Que se vuelva al Señor, a nuestro Dios, que es generoso para perdonar, y de él recibirá misericordia” (Is. 55:6-7).

Tu única esperanza es Cristo, solo vestido de sus ropas blancas de justicia es que puedes ser salvo de esta ira que vendrá; Él soportó ese castigo en lugar de todos los que creen en Él, de todos los que invocan su nombre. Hoy es el día para estar a cuentas con el Señor. Hoy es el día para ser cubierto por la justicia de Cristo. El día de su ira viene, ¿Quién podrá sostenerse en pie?