Jonás: El profeta Pródigo (Jonás 1:1-16)
Introducción (v.1)
Cuándo hablamos del profeta Jonás ¿Qué es lo primero que viene a nuestra mente? Probablemente: “que fue tragado por un pez” (alusión a la famosa canción). Otros dirán que fue tragado por una ballena, aunque ese fue pinocho, que no es más que es un cuento. El libro del profeta Jonás NO ES UN CUENTO, tampoco una alegoría ni una parábola; es un texto histórico profético, referenciado por el mismo Señor Jesucristo (Mt.12:38-41; Lc.11:29-32), quien, de entre todos los maravillosos profetas, se identifica con Jonás en su muerte y resurrección. Es decir, este libro nos muestra de forma grandiosa el evangelio, de ahí, el título de la serie: “El Evangelio según Jonás”. Y el versículo que puede resumir esa verdad es Jon.2:9: “La salvación es del Señor”.
Este libro aborda varios temas, como por ejemplo, enseñarnos sobre la responsabilidad de llevar el mensaje de salvación al mundo, mostrarnos las consecuencias de la desobediencia o explicar la preservación de los asirios como “siervo” de Dios para la destrucción futura de Israel. Pero el tema principal del texto, es hablarnos sobre la soberanía y la misericordia universal de Dios sobre la humanidad y la creación, prefigurando la muerte y resurrección de Cristo en la vida y experiencia del profeta Jonás.
La historia del profeta es una anticipación antiguotestamentaria de la parábola del hijo pródigo. En los caps.1-2, Jonás, muy fielmente, encarna al hijo menor, aquel despilfarrador que se va de la casa del Padre, mientras que en los caps. 3-4 representa al orgulloso y legalista hijo mayor. Esa es la razón por la cual este primer sermón se titula, Jonás: el profeta pródigo; porque veremos la huida del profeta de la misión encomendada por el Señor. Dada esta explicación, es que entendemos que esta profecía no se caracteriza por la frase: “así dice el Señor”; que si observamos en otras profecías. Este libro no es una autobiografía, sino que trata de forma sincera la historia “sobre” el inconsistente profeta Jonás, un hombre malo necesitado de la gracia divina, y trata “sobre” un buen Dios, que es “grande” en misericordia.
El v.1 nos presenta a Jonás como un profeta genuino, pues solo un profeta verdadero era depositario de la Palabra del Señor. Es hijo de Amitai, que en el original hebreo significa “verdad”, es decir, Jonás es hijo “de la verdad”. Su familia estaba comprometida fielmente a Dios, y le bautizaron como “Jonás” que significa “paloma”. Probablemente presagiaban que él sería un enviado a comunicar la “verdad de Dios”, pero tristemente, Jonás, en este primer capítulo se comporta más como un cuervo que huye de la misión de Dios en lugar de ser una paloma que las lleva buenas noticias.
Su ministerio se desarrolló en Israel, en el reino del Norte. Recordemos que Israel se dividió durante el reinado de Roboam, hijo de Salomón, quedando fraccionado en el reino del Sur, donde habitaba la tribu de Judá y Benjamín y el reino del norte conformada por las demás tribus. Jonás tuvo una fuerte influencia durante el reinado de Jeroboam II, quien impulso un renacimiento económico, cultural y militar. Así lo confirma el libro de reyes: “El restableció la frontera de Israel desde la entrada de Hamat hasta el mar de Arabá, conforme a la palabra que el SEÑOR, Dios de Israel, había hablado por medio de su siervo el profeta Jonás, hijo de Amitai, que era de Gat-hefer” (2 Re.14:25)
Esto corrobora la idea que Jonás es un verdadero profeta, debido a que por medio de su ministerio Jeroboam II recupera las tierras que pertenecían a Israel y se expande. Para una sociedad agraria como la Israelita esta expansión era una bendición en términos materiales, pero, tanto Jeroboam II, como el pueblo, pecaban contra el Señor, lo cual era algo característico de esta época (2 Re.14:24). Había bienestar económico, pero la religión forjada por Jeroboam I se había convertido en un culto “espurio” (1 Re.12:28-31), adoraban a dioses falsos como Astarot (diosa del sexo), Anat (dios de la guerra) y Baal (dios del clima). Esta falsa adoración llevo a una debacle social y espiritual, esclavizaban a sus propios hermanos, los ricos “compraban” los tribunales, vivían de forma obscena para sus propios negocios y placeres. Es en ese contexto donde el profeta desarrolla su ministerio
Jonás era originario de Gat – hefer del territorio de Zabulón en Galilea, detalle que será importante en el futuro. Su ministerio estuvo cargado de un profundo sentido nacionalista, y eso se demuestra claramente en su negativa de ir a predicar a Nínive. Muy posiblemente fue discípulo de Eliseo, adiestrado en su escuela de profetas, fue enseñado por el discípulo del gran profeta Elías, por lo que contaba con una gran reputación y prestigio.
En el v.2 el Señor habla a Jonás y le dice: “Levántate, ve a Nínive, la gran ciudad, y proclama contra ella, porque su maldad ha subido hasta mí”.
La expresión “levántate” no implica que Jonás este acostado o arrodillado al momento de recibir la profecía, sino que el mensaje que debía dar era de suma urgencia y debía darse prisa (Ex.8:20; 1 Re.17:9). En el Antiguo Pacto, Israel, se constituye como el centro neurálgico de adoración para todos los pueblos, los gentiles eran los necesitados de ir al templo. La misión de Jonás es atípica, es la primera vez que observamos a Dios enviando a uno de sus profetas a pregonar Su Palabra fuera de los límites de Israel, era un pionero en esta tarea. El destino de la misión era Nínive, enemigos acérrimos de Israel por décadas. Imaginémonos esto por un momento: Dios te envía a predicar a aquellas personas que han masacrado a los tuyos por años de formas extremadamente dolorosas ¿estarías dispuesto a hacerlo? Quizás dirás: “¡sí!, por su puesto heme aquí, el Señor les hará justicia, los castigará”. Este es el dilema de Jonás y que quiero que ustedes lo observen. Jonás conoce la naturaleza de la gracia salvadora de Jehová: “Yo sabía que tú eres un Dios clemente y compasivo lento para la ira y rico en misericordia” (Jon.4:2). La razón más profunda de su negativa de ir a predicar a Nínive es que él sabía que aquellos enemigos que maltrataron a sus compatriotas podían ser perdonados por el Dios de la gracia. Ahora, te vuelvo a preguntar, ¿Estarías dispuesto a ir a predicar a aquellos que han vejado y humillado a quienes más amas, sabiendo que pueden ser perdonados? La misión de Jonás no es tan simple. Además, como ya he mencionado, Jonás muy seguramente estudio en la escuela de profetas de Eliseo, el seminario teológico de la época. Él no tenía como objetivo ser un profeta a las naciones, no hizo sus “raes”, “ensayos”, “mapas conceptuales” y “table talks” pensando en ir a predicar a Nínive, sino que en continuar su prestigioso ministerio en el reino del norte.
El autor del texto no carece de ironía al mostrarnos la respuesta de Jonás al llamado del Señor: “Se levantó”, es decir, se apresuró, pero para huir a Tarsis, lejos de la presencia del Señor. La marca antiguo testamentaria de un profeta es que ellos vivían en la presencia de Dios. Por ejemplo: Jacob (Gn.48:15); Elías (1 Re.17:1; 18:15) o Eliseo (2 Re.3:14; 5:16) ejercieron su ministerio profético en Su presencia. Podemos ser burdos en pensar que Jonás está huyendo de la omnipresencia de Dios, por supuesto que no, él conoce la Palabra, de hecho, conoce profundamente los salmos como veremos en el siguiente sermón basado en el capítulo 2. Jonás está huyendo de Su presencia, es decir, huye del cumplimiento de aquel ministerio para el cual necesita la presencia personal de Dios con él; porque como profeta, necesita escuchar su voz, conocer su voluntad y recibir su unción. Jonás huye de lo que, hasta aquí, ha sido la gloria de su vida: ser profeta del Señor. Con tal de no tener que cumplir esta misión, está dispuesto a sacrificar su ministerio, su reputación e incluso su relación con Dios. Está dispuesto a ser excluido de la congregación de Israel con tal de no participar en una tarea que le parece horrorosa. Él se aleja de Dios, para que la misericordia y la gracia se alejen de los Ninivitas.
Tarsis se encuentra al otro extremo del Mediterráneo, actualmente sería el sur de España, nuevamente la ironía aparece en el texto, porque siglos más tarde, el apóstol Pablo anhelaría ir a España para predicar el evangelio, pero Jonás huye en dicha dirección para no hacerlo. En aquella época, esta península ibérica, era lo último conocido en el mundo, es decir, Jonás se está alejando de Dios con todas sus fuerzas y recursos; es el “profeta pródigo” que se aleja de la presencia del Padre. No sabemos el nombre de la embarcación, pero algunos comentaristas bien han dicho, que perfectamente le podríamos nombrar “las alas del alba”, pues el Sal.139:9 habla de la huida del Salmista de la presencia de Dios diciendo: “Si tomo las alas del alba, y si habito (huyo) en lo más remoto del mar”.
Todos nosotros tenemos una “Tarsis” donde huimos de la presencia de Dios, a una cloaca maloliente donde nos sumergimos en nuestra desobediencia y pecado, pensando que podemos evadir los párpados de aquel que examina a todos los hombres (Sal.11:4). Pero lejos del Señor ¿Qué hayamos? Destrucción: “los que se alejan de ti perecerán” (Sal.73:27). Reflexiona, ¿De qué has estado huyendo? ¿De tu paternidad? ¿De tu relación matrimonial? ¿Del compromiso? ¿De la vida en contentamiento? ¿Del servicio? ¿De tu oficio? ¿De la santidad? ¿Del Señor? Dios no puede ser burlado (Gá.6:7), no te autoengañes, sea cual sea la “Tarsis” a la cual te diriges, ahí solo encontraras tempestad y destrucción. ¡Vuélvete al Señor!
Jonás “descendió a Jope”, y ese descenso se profundizo más y más; en el v.5 desciende a la bodega del barco, v.15 desciende al fondo del mar y en el cap.2:6 desciende a las raíces de los montes. Alejarnos de la voluntad de Dios es hundirnos en un pozo sin fondo, donde un abismo llama a otro (Sal.42:7). Nadie pagaría por un descenso como este, pero Jonás si lo hizo, el texto dice que: “él pago su pasaje a Tarsis”, el cual tenía un valor cuantioso dada la lejanía del destino. El mercado de la desobediencia siempre paga mal, al huir de Dios nunca llegamos al destino que nos proponemos. Mientras que cuando obedecemos a Dios, somos auspiciados por él y siempre nos lleva al lugar de bendición. ¡Mira a Jocabed! Ella obedeció al Señor al preservar la vida de su hijo Moisés y fue recompensada al recibir un salario de parte de la hija de Faraón por cuidar a su propio hijo (Ex.2:9).
La consecuencia de no ir a “la gran ciudad” es que Dios desata una “gran tempestad” sobre Jonás, era tal la intensidad de la tormenta que el barco estaba a punto de romperse. Ante la huida de Jonás Dios utiliza los elementos de la naturaleza para cumplir sus benditos decretos. El texto central del libro de Jonás es: “La salvación es del Señor” (Jon.2:9), pero para que ese texto sea verdad, también debemos decir concluyentemente que: “La creación es del Señor”. Un Dios que es capaz de salvar, también es un Dios que gobierna sobre todo y todos, por eso en esta historia el mar, el vientos, el pez, la calabacera, el gusano, los marineros y los Ninivitas, le obedecen a excepción del profeta de Dios. Para cumplir sus propósitos redentores con Jonás, el Señor inicia una terrible tempestad sobre el profeta, la barca y los marineros. El mismo que hace la paz también crea la adversidad con tal de atraer a sus hijos (Is.45:7). Aquí volvemos al ABC del cristianismo. Todo pecado SIEMPRE trae una tormenta (Rom.6:23), no a veces, siempre. Nadie puede desafiar a Dios impunemente y nadie puede pecar sin afectar a otros, nadie vive solo para sí mismo (Rom. 14:7). Ese pecado que estas incubando, acariciando y amando en tu viaje a tu “Tarsis”, en tu viaje de desobediencia, tarde o temprano afectará tu matrimonio, tu familia o a tu Iglesia. ¡Despierta antes que las olas hayan anegado tu alma!
La tormenta enviada por Dios no tiene como objetivo destruir a Jonás, el teme al Señor, es parte del pacto de gracia. La tempestad es Su disciplina redentora, él es capaz de convertir el juicio en un medio para que sus hijos sean restaurados. Jonás quiere alejar la misericordia de los Ninivitas, sin embargo, Dios actúa a la inversa ¡Él tiene compasión de la falta de compasión de Jonás! Su gracia es maravillosa. Cuando pecamos Dios envía su “disciplina redentora” sobre sus hijos para volverlos a él (Prov.3:11-12), lo terrible es hundirnos en el pecado, creer que somos exitosos a los ojos del mundo y que nada ni nadie detenga nuestro loco descenso. Eso evidencia simple y llanamente que no somos hijos.
El v.5 nos muestra que los marineros tuvieron miedo y clamaban a sus dioses. ¿Cómo son los hombres de mar? Valientes y temerarios. Pero en este caso, la tormenta era tal envergadura que tenían miedo, es una tormenta poco común, es la tormenta de Dios. En aquella época cada hogar tenía su propio panteón de deidades, por lo que empezaron a clamar a su “dios predilecto”. Los hombres en medio de sus angustias se aferran a sus dioses. Hoy, esos dioses no reciben el nombre de Baal o Astarot, pero en el fondo siguen siendo los mismos: materialismo, poder, estética, sexo o fuerzas de la naturaleza. Pero al igual que en esta historia, esos dioses no pueden aplacar la ira de Dios por el pecado.
Hay un gran contraste total: los marineros tienen miedo, claman a sus dioses, echan sus enseres al agua para alivianar la carga del barco; mientras que Jonás: baja al interior de la nave, se acuesta y duerme*. Jonás no posee ningún síntoma de miedo, la idea de morir no le preocupa. Irónicamente, la misión a Nínive lo había atormentado, pero no así, la tempestad. Su sueño no era de una conciencia tranquila, sino que era la evidencia clara de una conciencia endurecida que quiere evadir la realidad, es el colmo de un corazón insensible. Los ninivitas necesitaban ser salvados de su maldad, pero Jonás necesitaba ser salvado de la dureza de corazón.
El sueño de Jonás es el sueño de aquellos que duermen en la luz, aquellos que semana a semana reciben la bendita Palabra de Dios, pero ignoran intencionalmente la necesidad de aquellos que están afuera en el barco del mundo. Jonás tiene religión, preceptos y mucho patriotismo, pero no tiene mucho amor. Si te has dormido como Jonás el Señor quiere despertar nuevamente tus sentidos a la gracia salvadora y recordarte que siempre hay alguien cerca de ti que necesita las buenas nuevas de salvación ya sea en tu trabajo o en tu familia. La historia de Jonás nos anima, pues a pesar de ser inconstantes como él, el Señor puede usar nuestra predicación, él usa personas imperfectas para entregar su perfecto evangelio (Hch.11:13 14; 1 Co.1:26-29), porque la salvación es del Señor.
El sueño de Jonás es dramáticamente interrumpido, v.6: “El capitán se le acercó y le dijo: ¿Cómo es que estás durmiendo? ¡Levántate, invoca a tu Dios! Quizás tu Dios piense en nosotros y no pereceremos”.
La ironía característica del libro vuelve a aparecer. La frase “Levántate y proclama” es pronunciada nuevamente de la misma forma que en el v.2. Jonás se acostó con aquella instrucción del Señor retumbando en sus oídos y se despierta escuchando la misma instrucción de parte del capitán del barco; quien declara la verdad que caracteriza a todo este libro: “Quizás Dios tenga misericordia”. Es exactamente lo mismo que el rey de Nínive pronunciara en el cap.3:9. Jonás, el hombre de la escuela profética de Eliseo escucha el mensaje de salvación de parte de los gentiles. De su tranquilo sueño pasa a su peor pesadilla, él no tolera la idea de que Dios “piense en los gentiles para que no perezcan”. Jonás debe clamar, pero no puede orar sin arrepentirse. Dios lo está arrinconado, pero no para destruirlo, sino para darle esperanza actuando en su favor. Jonás está experimentando lo que dice el Sal.139:5 “Por detrás y por delante me has cercado, y tu mano pusiste sobre mí”
Los marineros disciernen que la razón de la tempestad es por causa de “alguien”. Echan “suertes” para saber quién es el responsable. No sabemos exactamente cuál fue la metodología, pero probablemente cada miembro de la tripulación fue descartado hasta que solo quedo Jonás, sobre quien recayó la culpa. Como dice Prov. 16:33: “La suerte se echa en el regazo, más del SEÑOR viene toda decisión”. No solo la “Creación es del Señor”; no solo “la salvación es del Señor”, sino que también “la suerte (el destino) es del Señor”. Al saber que Jonás es el culpable lo interrogan: “¿Qué oficio tienes, y de dónde vienes? ¿Cuál es tu tierra, y de qué pueblo eres?” (v.8)
Estas preguntas arrinconan aún más a Jonás, porque lo primero que le preguntan es sobre su oficio pero no puede contestar: “Soy profeta de Yahvé” sin que su propia conciencia lo acuse, sino que responde así: “Soy hebreo, y temo al SEÑOR Dios del cielo, que hizo el mar y la tierra”(v.9). Su respuesta revela que su prioridad en la vida era su etnia y luego su fe. Se identifica con la esencia misma de sus antepasados del Éxodo: “ser hebreo”, es decir, alguien que peregrina, alguien que está de paso en esta vida. A pesar de que su respuesta no es la mejor, hay algo que deja muy claro: él conoce al Dios verdadero. En el antiguo pacto “temer a Dios” es sinónimo de ser creyente. Jonás está afirmando que no es de aquellos Israelitas del Norte que han abandonado a Dios, en su corazón hay una fe verdadera. A pesar de su inconsistencia, en Jonás habita una verdadera voluntad contra el pecado y de agradar al Señor, aunque en este momento de su vida esto no se observara tan visiblemente. La marca de un hijo de Dios no es “soy cristiano y he leído 5 teologías sistemáticas” o “soy cristiano y tengo un doctorado en divinidades” o “soy Cristiano y he dado de comer a todos los pobres”, una señal distintiva es: “soy cristiano y temo a Dios” y ese temor no nos lleva a una vida de pereza, sino a una vida de lucha contra el pecado: “El temor de Jehová es aborrecer el mal”(Prov.8:13). Así que, si te identificas como un temeroso del Señor, pregúntate esto, ¿Cuánto ha bajado la marea del pecado en tu vida? ¿Cuántos nuevos afectos tienes por la santidad y la justicia? Estos son los verdaderos parámetros de una regeneración genuina.
Jonás no teme a cualquier Dios, sirve a Jehová, el Dios del mar y la tierra. Muy probablemente los marineros eran fenicios, quienes eran marineros comerciantes, y uno de sus dioses era Baalshamin, quien justamente era el “dios de los cielos”. Más de alguno de los tripulantes debió clamar a esta deidad, pero sin respuesta. Al conocer la declaración de Jonás, los marineros supieron de inmediato que el Dios del Éxodo había puesto su mano sobre su embarcación y “se atemorizaron en gran manera” (v.10). Este temor se contrasta con el temor de Jonás, es como si el profeta dijese: “Ustedes temen a los elementos, pero yo temo al que dirige a los elementos”. La profesión de fe de Jonás es lo que transforma el miedo inicial y natural de los marineros (v.10) en un genuino temor de Dios, de hecho el texto dice que “temieron un gran temor” (v.16). El temor de Jonás contagio de verdadero temor al Señor a los marineros. Sin proponérselo, el profeta está testificando en medio de la tormenta y es poderosamente eficaz.
En el v.11 los tripulantes preguntan a Jonás: ¿Qué haremos contigo para que el mar se calme? Nuevamente, de forma muy irónica, Jonás, quien es el culpable debe actuar de juez. Es como si Dios mismo le dijera a Jonás a través de los marineros: “¿Qué castigo piensas que mereces? Porque su confesión no puso fin a la tempestad, al contrario, ésta arrecia. Acá nos encontramos con “LA” problemática del pecado. La sola confesión no basta para expiar los pecados; tiene que haber un sacrificio, el libro de Heb.9:22 dice: “sin derramamiento de sangre no hay perdón”. La justicia de Dios no queda satisfecha con menos, pues cada pecado es una ofensa infinita contra su perfecto y santo carácter. Jonás tiene clarísima la respuesta, sabe de la perfecta justicia del Señor: “Tomadme y lanzadme al mar, y el mar se calmará en torno vuestro, pues yo sé que por mi causa ha venido esta gran tempestad sobre vosotros” (v.12)
Jonás no es un cobarde, afronta la muerte con determinación. Profesó su fe, confesó su culpa y se ofrece como víctima para que los marineros no mueran. En un principio, Jonás, se negó a servir como instrumento de salvación para los gentiles; pero al fin, ha dejado de pensar en sí mismo y se ofrece a morir para que unos gentiles no perezcan. Su orgullo y egoísmo tuvieron que ser fraguados en el corazón de la tormenta para que las grandes verdades de Dios queden grabadas a fuego en su corazón.
Notemos que Jonás no busca suicidarse, no planea saltar de la nave, sino que les dice a los marineros que ellos lo echen al mar, que tan pronto se deshagan de él la paz volverá a sus vidas. Aquí inicia la restauración de Jonás, ofrece voluntariamente su vida al servicio de los demás, al fin muestra brotes de amor. Jesús dijo: “Nadie tiene un amor mayor que éste: que uno dé su vida por sus amigos” (Jn.15:13). Alguno podría pensar que este acto no demuestra nada de parte del profeta, porque él es culpable y los marineros inocentes. Sin duda, el profeta es culpable, pero lo marineros también, es cierto que no son culpables específicamente de “esta” tormenta, pero ellos también estaban muertos en sus delitos y pecados, también merecían “una” gran tormenta debido a la multitud de sus maldades. El libro de Jonás y la biblia entera no es una historia de gente inocente y de gente culpable, sino de hombres y mujeres que están condenados por su pecado y un Dios bondadoso, amante, lleno de gracia y misericordia dispuesto a salvar al más vil pecador.
Ante la solución de Jonás los marineros empiezan a remar para volver a tierra con el propósito de salvar a Jonás (v.13). Los gentiles, en la gracia común de Dios, demuestran más misericordia que el propio profeta, no tenían la misma fe que Jonás, pero eran conscientes de que la vida era sagrada y no estaban dispuestos a sacrificar a Jonás como primera solución, sin embargo, a pesar de sus esfuerzos no podían alejarse de la tormenta. Notemos esto, los marineros clamaron a sus dioses, tiraron sus enseres a la deriva e intentaron salir de la tormenta, pero nada funciono. A veces nos encontramos en situaciones semejantes. Cada esfuerzo que hacemos por aliviar la situación fracasa. Cada intento de solucionar el problema solo parece aumentarlo, pero en nuestro caso, a diferencia de estos marineros, sabemos que más allá de las tormentas hay un Dios soberano que está en control cumpliendo sus propósitos redentores en nuestras vidas.
Los marineros, en medio del turbión, están cada vez más cerca del Dios verdadero. El v.14 nos dice que invocaron el nombre del SEÑOR, e invocar Su Nombre es sinónimo de salvación (Hch.2:21). Ruegan por misericordia para no perecer por causa de Jonás, en contraste, siglos más tarde, los judíos que crucificaron al Señor dijeron: “Su sangre sea sobre nosotros y sobre nuestros hijos” (Mt.27:25). En aquel barco todos claman, menos uno, el hebreo, el profeta de Dios.
Los marineros alzan a Jonás “la paloma sacrificada” y apenas su cuerpo toco el mar la tempestad cesó. El profeta literalmente fue alzado como una ofrenda en el altar de ese barco. De hecho, el termino alzar es usado en el lenguaje levítico en referencia, al pecado, la culpa y el sacrificio. Jonás es el sacrificio que calma la tempestad, este hecho vindica su ministerio, pues confeso que su desobediencia era la causa de la tormenta y eso fue efectivo. Se visibilizan plenamente las palabras de Jonás: “Jehová es el Dios del mar y la tierra”. Dios dice la palabra y la tormenta cesa; Dios designa un pez para que se trague a Jonás y el pez obedece. En toda la narración la iniciativa es suya: “La salvación es del Señor” (2:9).
Al ocurrir este maravilloso milagro los hombres fueron inundados de un gran temor al SEÑOR (v.16), ofrecieron sacrificios e hicieron votos. El mismo barco que estuvo lleno de desesperación y que se transformó en un altar de sacrificio, ahora está desbordado de acciones de gracias, adoración y promesas de obediencia al Dios de Israel (Sal.50:14-15). La tradición judía dice que estos hombres efectivamente volvieron a Israel, fueron al templo y adoraron. No sabemos si esto fue así, pero sí sabemos que la tormenta que los atormentó fue usada para que creyeran en el Dios verdadero y le adoraran. ¿Qué paso con Jonás? Dios envío un gran pez para que se lo tragara, el pez no es un castigo, sino que es el medio usado por Dios para preservarle, pues sin el pez Jonás perecería en el fondo del mar. Este hecho lo profundizaremos la próxima semana y dejaremos por mientras a nuestro protagonista “bien cuidado” en el vientre del pez.
El sacrificio de Jonás nos lleva al sacrificio de Jesucristo. El problema del hombre es mayor que una gran tempestad de viento y lluvia, el problema verdadero es “la tempestad del pecado y sus terribles consecuencias”. El problema es que Dios es Santo y nosotros pecadores, y él, ha revelado su justa ira “desde el cielo” (como una tormenta) contra toda impiedad e injusticia (Rom.1:18). Nada ni nadie podía calmar la tormentosa ira de Dios por nuestros pecados, a excepción de Su Hijo, EL PROFETA DE DIOS.
A diferencia de Jonás que no se comprometió con la angustia de los gentiles, Jesús, como el padre amoroso de la parábola del hijo pródigo fue movido a misericordia y se comprometió con su pueblo, nació de mujer e hizo lo que nadie podía hacer: cumplir perfectamente la ley; para redimirnos de la maldición de la ley haciéndonos sus hermanos e hijos del Padre. A diferencia del profeta Jonás que fue alzado y lanzado por “sus pecados”, Jesús fue alzado en una Cruz y lanzado al mar de la ira de Dios por los pecados de Su pueblo.
El sacrificio de Jonás es una tenue sombra del sacrificio de Cristo, porque Jonás no murió, pero Cristo sí lo hizo. El sacrificio de Jonás no es sustitutiva, pero la de Cristo sí lo es. La sustitución que Cristo realizo en nuestro favor en la Cruz es la demostración de amor más grande que se haya visto en el universo, esa sustitución es el corazón del evangelio. No olvidemos lo que Jesús dijo: “No hay mayor amor que este, dar la vida por los amigos” (Jn.15:13). Por eso el sacrificio de amor de Cristo resplandece aún más, porque él dio su vida por sus enemigos (Rom.5:10). ¿Puedes verlo? Aunque seas pecador, corrupto, deformado y vil, si reconoces tu maldad y crees en este Gran Sustituto serás perdonado. Esto es posible porque tus pecados fueron imputados al inocente Hijo de Dios, es decir, él fue tratado como si hubiera cometido cada uno de tus pecados, cada una de tus vilezas y vergüenzas: “él cargó nuestras iniquidades, fue herido y molido por nuestros pecados. El castigo de nuestra paz fue sobre él y por Sus heridas hemos sido sanados” (Is.53:4-5). Como dice Charles Spurgeon: “Ninguna doctrina puede ser más dulce que esta, y es dada a todos aquellos que sienten el peso del pecado y la carga de su maldición”. El sacrificio de Jonás no le transfirió a los marineros su escasa justicia, pero por medio de la fe la justicia de Cristo nos pertenece como un regalo de gracia. En él somos tratados por el Padre como si hubiésemos vivido Su vida perfecta de obediencia, nuestra no cuenta no está en negativo, ni en cero, sino que está llena de las riquezas de la gracia. Ese es el glorioso intercambio que nos da salvación.
Como dije, la sola confesión no basta sin derramamiento de sangre, pero la sangre de Cristo ya fue derramada en favor de todos los que creen en Su Nombre, lo que hoy hace falta es tu confesión de fe y un verdadero arrepentimiento en tu vida. Quizás dirás: ¡He sido más desobediente que Jonás! ¡La tempestad de mi pecado es insondable! Pero la gracia de Jesús es más profunda que cualquier mar de pecado y más poderosa que cualquier tormentosa iniquidad, él es experto en calmar tempestades, sí el escucho a los marineros en la tormenta él también te puede escuchar si invocas Su Nombre. El mismo poder con el cual calmó la tempestad que agitaba la barca con los discípulos sigue vigente, él le puede decir a tu tempestad: “¡Cálmate sosiégate!” (Mr.4:39). Cristo es Señor, y el viento y el mar le obedecen (Mr.4:41) no hay rival para él. ¡Ven a Cristo! ¡No esperes más! ¿Cuántas tormentas tendrán que pasar sobre tí para que vengas a él? Como el hijo pródigo, rompe tu alianza con la muerte y viola el pacto con el infierno, escapa hacia Jesús, él recibe a todos los fugitivos que huyen del pecado.
La salvación no descansa en Jonás, la salvación es del Señor y Jesús es superior a Jonás:
Jonás |
Jesús |
Era “hijo de la verdad” |
Es la verdad encarnada |
Es la paloma desobediente sacrificada por “su” pecado |
Es el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo |
Se levantó para huir a Tarsis lejos de la presencia de Dios |
Se levantó de su trono para acercar a los pecadores a la presencia de Dios |
Desobedeció y trajo tempestad |
Obedeció y trajo paz |
Descendió a lo profundo del mar por causa de su pecado |
Descendió al sepulcro por causa de nuestro pecado |
Durmió en la barca siendo indiferente ante la aflicción de los gentiles |
Nos despertó de nuestro sueño de pecado y trabaja intensamente en nuestras vidas |
No rogó por los gentiles que lo lanzaron al mar |
Rogó al Padre para que perdonara aquellos que lo crucificaron (Lc.23:34) |
Si te has embarcado en el viaje de la desobediencia solo Cristo te puede salvar. Si estas durmiendo en la luz no necesitas un nuevo mensaje para energizar tu servicio al Señor, no requieres de sucedáneos del evangelio para volver al primer amor, no necesitas llamados motivacionales para ir a la misión por los perdidos, lo único que necesitas es mirar: ¡Mirad cual amor nos ha dado el Padre para que seamos llamados hijos de Dios! (1 Jn. 3:1). Mira el amor de Dios en el evangelio de Cristo, como los marineros adora a este gran Dios de salvación. Renueva tus votos, vive para el Dios de la gracia. Amén.