Gracia para los miserables (Jue.6:1-10)

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El asedio de Leningrado (hoy San Petersburgo) es uno de los episodios más dramáticos y trágicos de la Segunda Guerra Mundial. Este asedio, llevado el ejército nazi, duró casi 900 días (1941-1944), y fue uno de los asedios más largos, destructivos y mortales de la historia. Se bloquearon los suministros de: alimentos, combustible y recursos esenciales. Es lo que denomina GUERRA POR HAMBRE. Los ciudadanos comenzaron a comer todo lo que podían encontrar, incluyendo animales de los zoológicos, roedores, hierbas, cuero e incluso hubo casos documentados de canibalismo, aunque esto fue minimizado por la propaganda soviética. Hubo propagación de enfermedades: cólera y tifus. Los nazis pensaron que la ciudad sucumbiría rápidamente, pero subestimaron la resistencia de los habitantes y la capacidad de los soviéticos. Su supervivencia se convirtió en un símbolo de la resistencia soviético y un golpe para el imperio Nazi. Israel vivió algo muy similar por parte de los Madianitas, pero no tenían el entrenamiento, ni los recursos, ni el ejército de los soviéticos. Necesitan un Libertador que los saque de su profunda miseria.    

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1.La miseria del pecado (vv.1-6)

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Los Israelitas vuelven “a hacer lo malo ante los ojos del Señor” (v.1); y nuevamente se reinicia el ciclo de las cuatro erres: rebelión, retribución, rescate y reposo. El Señor entrega a Israel en manos de los madianitas durante siete largos años (v.1). Y su poder predominó sobre Israel. Esta esclavitud es la peor que experimenta Israel hasta ahora, es más dura que la que sufrieron a manos de otros pueblos cananeos, todo esto a causa de sus corazones más endurecidos por el pecado. A causa de este nuevo dueño transitorio los Israelitas deben abandonar sus hogares, haciendo de las cuevas, las montañas y los lugares fortificados sus escondites (v.2) para ocultar en ellos sus posesiones y provisiones. ¿Cuál era el terror que los hacía andar en lugares tan vergonzosos?Israel sembraba, pero los madianitas, amalecitas y los hijos de oriente subían (peleaban) contra ellos” (v.3). Destruían el fruto del trabajo de Israel, sin dejar sustento: ni oveja, ni buey, ni asno (v.4). Los Madianitas no estaban interesados en una explotación política ni militar, sino en un aprovechamiento económico, saqueaban sus cosechas y los conquistaban en base a un continuo agotamiento. Israel vivía aterrado y avergonzado en su miseria (Gén.3:10).

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En el lugar donde brota “leche y mielel panorama es desolador. No es que Dios era impotente ante los Madianitas, sino que al enviarlos muestra Su fidelidad al Pacto. En Lv.26:14-16 dice: “Si no me obedecéis… en vano sembrarán su semilla porque tus enemigos la comerán”. Dt.28:31 dice: “(Si no me obedeces)… Tu buey será degollado delante de tus ojos, pero no comerás de él; tu asno será arrebatado, y no te será devuelto; tu oveja será dada a tus enemigos, y no tendrás quien te salve”. La desobediencia ha traído las calamidades del pacto (*orfandad). Es verdad que él les había prometido esa tierra, pero también había prometido dársela a un pueblo obediente. Las consecuencias de su desobediencia no sólo eran autodestructivas, sino que afectaban directamente su relación con Dios: esta es la más grande miseria que produce el pecado.

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El asedio Madianita era un agobio continuo y angustiante. El v.5 dice que éstos “subían con su ganado, tiendas, camellos y eran como langostas. No tenían un rey como Cusán Risataim, Eglón o Jabín, pero como buenas langostas estaban organizadas y tenían un comportamiento de enjambre, consumían todo en muy poco tiempo, eran letales y abrumaban con su sola presencia. Su avanzada llego hasta Gaza, en lo más profundo del Sur, habiendo cruzado el Jordán desde el extremo norte de todo el territorio. Se habían multiplicado y estaban dispuestos a hacer más miserable la vida de Israel. Se cumplía Dt.28:43: “El forastero que esté en medio de ti se elevará sobre ti cada vez más alto, pero tú descenderás cada vez más bajo. El v.6 resume la condición miserable de Israel: “fueron empobrecidos”; literalmente dice que fueron “reducidos”. El pecado de la idolatría empobrece, atrofia y deforma. Prov.10:22 dice: “La bendición del Señor enriquece y no añade tristeza con ella”. Pero el pecado empobrece y trae terribles miseria, su paga es la muerte (Rom.6:23).

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Israel, asediado sin salida, recurre al que debería ser siempre su primera opción: claman al Señor. Aparentemente muestran arrepentimiento, pero en ningún momento se nos dice que han dejado los ídolos. Sienten tristeza, no por pecar CONTRA el Señor, sino por las consecuencias de sus pecados, sienten tristeza porque no tienen que comer, en lugar de sentirse tristes por alejarse de aquel que es la vida misma. En ocasiones experimentamos lo mismo. Somos como nuestros hijos, que cuando nos desobedecen no se duelen por ofendernos, sino por temor al castigo o perder un beneficio. La tristeza de Israel, es una tristeza según el mundo, no según Dios (2 Co.7:10). La tristeza según el mundo es como el mundo. Las personas incrédulas se entristecen al perder aquello que los define, aquello en donde encuentran satisfacción y plenitud, están tristes porque perderán “algo creado”, pero en el arrepentimiento verdadero hay una tristeza “según Dios”, una tristeza por perderle a él, por haberle ofendido y estropear nuestra relación con él. ¿Qué sucede cuando las consecuencias de tu pecado ya no se hacen presentes? Si persistes en esos pecados, porque las amenazas han desaparecido, en lugar de repugnarlos, estas en un terrible peligro.

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La tristeza del mundo no produce cambios reales, pero el arrepentimiento verdadero sí lo hace. La tristeza según el mundo nos deja desconsolados y sin esperanza, pero la tristeza según Dios quita todo pesar acerca del pasado pecaminoso (Prov.28:13). Hay un sentir de rechazo hacia el pecado y como David podemos decir: Contra ti, contra ti solo he pecado, he hecho lo malo delante de tus ojos” (Sal.51:4). La tristeza según el mundo se enfoca en lo inmediato, mientras que el arrepentimiento verdadero en el efecto real y último del pecado: la pérdida del Señor. A causa de su adulterio David no temía perder el reino o su posición, sino perder su relación con Dios: No me eches de delante de ti (Sal.51:11). Cuando entendemos las implicancias de perder a Dios, somos conscientes que sufrir consecuencias terrenales es algo minúsculo en comparación con perder a Dios. En el arrepentimiento debemos dejar de ser autocompasivos, incluso si eso implica nuestra propia ruina, porque cuando comprendemos lo ofensivo que es el pecado, llegamos a entender que merecíamos algo peor. Ahí entendemos que el evangelio es una buena noticia, porque el castigo por nuestra paz cayó sobre él y no sobre nosotros (Is.53.5).

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2.La misericordiosa respuesta de Dios (vv.7-10)

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Los Israelitas clamaron al Señor (v.6), pero la respuesta de Dios es diferente a las ocasiones anteriores. Él no envía un Libertador sino un profeta y un sermón diciéndoles: “Fui yo el que los saqué de la casa de servidumbre …. les di una nueva tierra, y os dije: Yo soy el Señor Su Dios. No temerán a los dioses de los amorreos en cuya tierra habitan” (vv.8-10). A través de este profeta Dios quiere que los Israelitas valoren el precio de Su redención y puedan aquilatar las razones del por qué necesitan ahora ser rescatados. Si fuera uno de estos “autoproclamados” profetas de esta época ¿Qué les diría? Quizás tergiversaría lo que dice el profeta Joel: “Dios te va a devolver todo lo que la langosta, el pulgón, el saltón y la oruga te han robado” (Jo.2:25). “Dios te va a bendecir, a pesar de tu desobediencia”, pero no es lo que aquí sucede. El profeta les ayuda a entender EL PROBLEMA: su idolatría los ha llevado tan lejos que no han reconocido sinceramente su miseria y su doble militancia. Dios le recuerda dos cosas: lo que él ha hecho y lo que ellos han hecho. Él lo sacó de Egipto, les dio una tierra donde fluye leche y miel, expulsó a sus enemigos en repetidas ocasiones, él demostró una y otra vez que era el Dios verdadero, derroto a cada “dios falso” en Egipto o en Canaán, demostró su misericordia, fidelidad y gracia. Él actuó y se dio a conocer. Y debido a esa experiencia y conocimiento “no debían adorar a otros dioses. Pero. ¿Qué es lo que hizo el pueblo? Más bien ¿Qué fue lo que NO hicieron? Obedecer. Es como si les dijera YO ERA su Dios, ¿lo sigo siendo? Su desobediencia era la rotunda evidencia que Jehová no era, al menos su único Señor, sino que obedecían a otros señores/dioses de Canaán, los mismos que los habían colocado en tan terribles miserias.

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Como en ocasiones anteriores, Israel, en su clamor, pidió un milagro dramático, pidió un nuevo libertador, un nuevo Samgar, Aod, o Barac, pero Dios les envía un sermón. Ante las consecuencias de nuestros pecados e incluso en nuestras aflicciones queremos una respuesta similar, una liberación inmediata, ojala dramática, sobrenatural, pero Dios, domingo a domingo nos envía la Palabra profética más segura. La gente se queja de esto, cuando sufren las consecuencias del pecado se niegan a escuchar un sermón, pero aquí es Dios mismo que nos muestra la relevancia de Su Palabra. A través de la predicación Dios nos capacita para que nuestra fe sea perfeccionada. Eso es lo que necesitamos. Y esto debe ser una convicción profunda en nuestros corazones. No son tus fuerzas, ni tus recursos, ni obras la que vencen al mundo y al pecado, es tu fe: “esta es la victoria que ha vencido al mundo: nuestra fe” (1 Jn.5:4). Y de dónde viene la fe: “del oír, y el oír, por la palabra de Cristo” (Rom.10:17). Dios quiere nutrir, fortalecer, aumentar y afinar nuestra fe. Como lo cantábamos al principio del culto: “Su voz por el profeta aún nos quiere hablar”.

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Así como Israel SIEMPRE necesitamos un profeta como este, que nos muestre la realidad y nos quite la ceguera espiritual, como pasó con Natán y David. Solo después de su intervención David pudo decir: “Porque yo reconozco mis rebeliones y mi pecado está siempre delante de mí” (Sal.51:3). No olvidemos que el pecado es un engaño que endurece nuestros corazones (Heb.3:13), como dice el Sal.36:1-2 “La iniquidad habla al corazón, nos convence y seduce, camuflando su propia malignidad y carácter inmundo”. Necesitamos que la Palabra predicada nos quite la miopía espiritual, ella es la “que penetra hasta la división del alma” (Heb.4:12). La Palabra desenmascarara el pecado que se esconde detrás de nuestros deseos, nos ayuda a no excusarnos en “la universalidad del pecado”, sino que le da al pecado nombre y apellido, porque en Su luz vemos la luz (Sal.

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Los pastores de esta congregación no estamos interesados en recurrir a soluciones dramáticas, emocionalistas ni pragmáticas sino recordarles una y otra vez lo que Dios ha hecho. Es la función profética de nuestro oficio: recordarles estas cosas, aunque vosotros ya las sabéis y habéis sido confirmados en la verdad que está presente en vosotros” (2 Pe.1:12). A veces nos parece insuficiente el trabajo pastoral desde el Ministerio de la Palabra, y es verdad que estamos llamados a visitar, exhortar y animar cuando se requiera personalmente, pero el Ministerio Público es el que mayoritariamente nutre la fe de la Iglesia local. Por eso sé diligente en tu puntualidad y asistencia reverente en el día del Señor, porque es en la instrucción bíblica en donde hallaras la Palabra necesaria para tu fortalecimiento espiritual, es en la Palabra donde aprenderás quien realmente eres y quien es Dios. Quizás esperas que los pastores sean como una especie de “pepe grillo” moderno, que aparezcan por arte de magia, pero esa no es la vida que Dios ha diseñado para Su pueblo. Los pastores no podemos y no debemos ser ese tipo de personajes, “no (debemos) rehuir declarar nada que sea útil… enseñando públicamente y de casa en casa… del arrepentimiento para con Dios y de la fe en nuestro Señor Jesucristo” (Hch.20:20-21). Se requiere una y otra vez que seamos capacitados en responder adecuadamente al evangelio, ¿Y cuál es la única respuesta saludable? Arrepentimiento y fe (Mr.1:15). Has sido llamado a crecer más y más en tu arrepentimiento para con Dios y tu fe en el Señor Jesucristo.

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3.La rica Gracia de Dios (v.10)

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Las últimas palabras del Señor a Israel son lapidarias: “Yo soy el SEÑOR su Dios…. Pero ustedes no me han obedecido (v.10). El v.6 dice que el pueblo de Israel clamo al Señor ¿Será verdad esto que pronuncia el profeta? ¿Cómo los juzgarlos tan lapidariamente? ¿Cómo no vamos a considerar su sinceridad y sus buenas intenciones? La obediencia en sí misma no salva, pero es el resultado de una fe genuina, es la muestra de un corazón contrito y humillado (Sal.51:16-17). No tenían bueyes ni ovejas que ofrecer en sacrificio, pero 1 Sam.15:22 dice: “el obedecer es mejor que un sacrificio y prestar atención que la grosura de los carneros”. Dios no busca en Su pueblo una fe perfecta, pero sí una fe sincera y verdadera, una fe que refleje un corazón para él, evidenciada en una obediencia a sus mandamientos (Sal.40:8). Israel está lejos de reflejar esta realidad. No quemaron ni abandonaron sus ídolos, lamentablemente están atascados en un ciclo de miseria. Pero aquí viene lo increíble del libro de Jueces, el cual nos muestra un Dios Fiel a su pacto. A pesar de que no hay un pueblo arrepentido, Dios ya estaba enviando al ángel Pacto para capacitar a Gedeón como un nuevo libertador (v.11). Es que este Dios vivo y verdadero, RICO en misericordia no espera que nos arrepintamos para salvarnos, él nos salva, incluso, a pesar de nuestras malas respuestas: Cristo, cuando aún éramos débiles*, a su tiempo murió por los impíos (Rom.5:6). Nos arrepentimos porque Dios ha comenzado a salvarnos; demostrando que Él siempre está más dispuesto a salvarnos que nosotros a pedir esa salvación.

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Quizás llevas años, como Israel, siendo asediado por tus propios Madianitas, viviendo con profundos temores a causa de tu pecado, escondiéndote en tus propias cuevas de vergüenza, siendo destruido por el pecado que amas en secreto. Como los Madianitas, ese pecado te quita todas las buenas cosas. Pero hoy, EL PROFETA (Jn.7:40); Cristo mismo te habla y si has escuchado hoy su voz NO ENDUREZCAS tu corazón (Heb.3:15). Al igual que Israel, tú no has obedecido perfectamente la ley de Dios, pero donde tú has fallado Cristo triunfo. En Jn.6:38 Cristo dice sobre sí mismo lo siguiente: Porque he descendido del cielo (Ángel del Pacto) no para hacer mi voluntad, sino la voluntad del que me envió. Él no es solo EL PROFETA que proclama la Palabra, sino también el Siervo de Dios que nació bajo la ley, siendo el Juez supremo de toda la tierra se sometió a la ley, para redimir, para comprar a aquellos que estaban condenados bajo la ley, para ser adoptados como hijos de Dios (Gál.4:4-5). Cristo es el Israel sin pecado, sin desobediencia, que hace libres a aquellos que estaban bajo la esclavitud de su propio Madián/pecado. El Israel del Antiguo pacto no obedeció, pero Cristo, por su obediencia es capaz de justificar a muchos (Rom.5:19). Su obediencia es capaz de triunfar sobre tu desobediencia, su capacidad es superior a tu incapacidad, Su gracia es superior a tus miserables pecados.

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El Israel de Jue. 6 vivía empobrecido en la miseria, pero el pueblo del nuevo pacto vive enriquecido, disfrutamos las riquezas de la Gracia en nuestra cuenta (Ef.1:7), debido a la obediencia del Israel de Dios quien: “siendo rico, se hizo pobre, para que por medio de su pobreza lleguemos a conocer las riquezas de Su gracia (2 Co.8:9). El Israel de Jue. 6 clamo por un libertador producto de sus pecados y Dios envío a un profeta, al Ángel del Pacto y a Gedeón para salvarlos, pero el Israel de la Cruz, EL PROFETA Y LIBERTADOR, clamo y fue abandonado porque cargaba la condenación por nuestros pecados. Que tremendo contraste, porque, ahora, por medio de él, Dios ha enviado el Espíritu de Su Hijo a nuestros corazones para que podamos clamar con total confianza: ¡Abba Padre! (Gá.4:6)

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El Israel de Jue. 6 se escondía en cuevas a causa del temor producto del asedio Madianita, pero nosotros el Israel del Nuevo Pacto tenemos nuestra vida ESCONDIDA en Cristo, ya nada te puede arrebatar de las manos del Señor ni ningún Madián te puede empobrecer.

Por lo tanto: Si habéis, pues, resucitado con Cristo, buscad las cosas de arriba, donde está Cristo sentado a la diestra de Dios. Poned la mira en las cosas de arriba, no en las de la tierra. Porque habéis muerto, y vuestra vida está escondida con Cristo en Dios” (Col.3:1-3). Si has creído en Cristo Jesús, si has resucitado con él, entonces ya no debes vivir con temor, ya no eres esclavo del pecado para vivir en cuevas de vergüenza y soledad, tu vida está escondida en la Roca de la eternidad, en el refugio de gracia que es Cristo. Tu vida como una semilla escondida en la tierra que nadie ve, pero se convertirá en una hermosa planta arraigada en la Palabra y llegaras a ser un árbol fuerte plantado junto a aguas. Por lo tanto, como las plantas buscan la luz, busca las cosas de arriba, donde está tu mayor tesoro: Cristo. Que esa sea tu resolución, no solo en este nuevo año, sino la META de tu vida. Y lo maravilloso de esta búsqueda son sus increíbles resultados: “Busqué al Señor y él me libro de todos mis temores” (Sal.34:4). El temor al fracaso, a la muerte, a la escasez, a la soledad, a la enfermedad es quitado de nuestros corazones, porque la gracia de Cristo no solo nos libra de la condenación del pecado, sino también de su poder.

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Así como Madián, el pecado siempre estará dispuesto a empobrecerte y hacerte miserable, siempre intentara acampar cerca de tu corazón, pero ya no reina más, ya no eres esclavo del rey pecado y con toda confianza puedes decir: Aunque un ejército* acampe contra mí, no temerá mi corazón; aunque en mi contra se levante guerra, a pesar de ello, estaré confiado (Sal.27:3)

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