Débora y Barac: El Dios Gobernador y Libertador (Jue.3:31-4:10)

En el año 1412 nació en una localidad de Francia una joven llamada Juana de Arco. Desde la edad de treces años afirmo tener visiones y voces de santos que la guiaban e instaban a liberar a Francia de la ocupación Inglesa durante la Guerra de los Cien Años. En 1429, con solo diecisiete años, convenció a Carlos VII de que la dejara liderar una expedición para levantar el asedio de Orleans. Su liderazgo y fervor inspiraron a las tropas francesas, y lograron una victoria decisiva. Esto fortaleció la resistencia contra los Ingleses e impulso la carrera de Carlos VII quien fue coronado rey. En 1430 algunos nobles franceses vieron en Juana una amenaza a su autoridad y poder, por lo que la vendieron a los ingleses. Juana fue juzgada por herejía y brujería, y fue quemada en la hoguera en 1431, a los 19 años. Ella se convirtió en un ícono de valentía y fe, siendo canonizada como santa por la Iglesia Católica Romana en 1920. Una de las protagonistas de nuestro texto, Débora, bien podría ser identificada como un “prototipo” de Juana de Arco. Fue profetiza, magistrada y guerrera, pero su figura dista mucho de la de Juana de Arco. Débora es una mujer de fe usada por Dios para liberar a Su pueblo en los marcos que él ha establecido.

1.El mundo de Débora y Barac (Jue.3:31-4:3)

Los tres personajes que el texto nos presenta Samgar, Débora y Barac son contemporáneos. Esto lo sabemos porque sus narraciones vienen después de la liberación dada por el Juez Aod (Jue.3:31-4:1). Probablemente actuaron simultáneamente en diferentes lugares geográficos. Ante la multiforme diversidad de enemigos en Canaán, filisteos, cananeos o moabitas, Dios proveyó diferentes héroes de la fe para mostrar su la multiforme gracia para salvar. Por ejemplo, la liberación de Samgar viene por un solo hombre, mientras que la liberación de Débora y Barac es una liberación colaborativa. Samgar, muy probablemente un campesino, libera a través de la aguijada de un buey, un palo largo y puntiagudo para motivar y guiar a los bueyes en su tarea, mientras que Débora es magistrada y Barac un líder militar. Sin dudas, Samgar fue un hombre fe, hizo caso a la promesa de Dios dada a través de Josué: “Un solo hombre de vosotros hace huir a mil, porque el Señor vuestro Dios es quien pelea por vosotros…” (Jos.23:10). Débora y Barac ejercen la misma fe, pero como se nos mostrara en el texto es una fe que debe ser perfeccionada. Aod, Samgar, Débora, Barac y próximamente Jael nos siguen mostrando un mismo patrón: Dios salva a través de la debilidad (2 Co.13:4).

La historia de Débora, Barac y Jael se presentan en dos perspectivas en los capítulos 4 y 5: uno histórico y otro poético. Ambas se retroalimentan. El v.1 nuevamente nos vuelve a mostrar que la desobediencia de Israel se está volviendo un mal endémico: los hijos de Israel volvieron a hacer lo malo ante los ojos del Señor” (v.1). Se reinicia un nuevo ciclo de: rebelión, retribución, rescate y reposo. En el periodo de Otoniel el rey opresor fue Cusán Risataim de Mesopotamia, en el de periodo de Aod fue Eglón el Moabita, pero ahora el foco vuelve a posicionarse en la tierra que debían conquistar, CANAÁN, el rey de esa tierra, Jabín, es el nuevo “dueño” transitorio que Dios ha dispuesto para disciplinar redentoramente a Su Pueblo. A estas alturas, este rey no debería estar en el escenario de Canaán, su aparición se debe la desobediencia supina del pueblo al soportar a los cananeos (Jue.1:27-33). En Jos.11 se nos muestra que ya había sido derrotado un rey de Hazor llamado “Jabín” a manos de Josué, es muy probable que éste nuevo Jabín sea un descendiente. Es como si el mismo mal que habían enterrado hace tanto tiempo, volviera resurgir desde las entrañas de Canaán para amenazar la existencia de Israel. Hablábamos la semana anterior que NO PODEMOS SUBESTIMAR el pecado, y esta tesis se fortalece con la aparición de Jabín, por el carácter resistente y porfiado que éste posee. Decíamos que el pecado es un como una serpiente, puede estar herida e inmóvil, pero siempre está dispuesta a mordernos con su voraz veneno. Pero también el pecado es como UN TORO, difícil de domar, resistente y robusto, difícil de matar.

Jabín es un dictador más cruel y poderoso que Cusán Risataim (dominó por ocho años) y Eglón (dominó por dieciocho años). Dominó a Israel durante 20 años y lo hizo a través de las bombas inteligentes y aviones no tripulados de la época: novecientos carros de hierro (v.3). Y contaba con Sísara el comandante de su ejército. Dios ha intensificado su mano contra Israel porque el pecado y dureza de Israel se ha intensificado. ¿Por qué demoraron veinte años para clamar a Dios? Porque el pecado nos endurece, nos inmoviliza y doméstica, nos hace pensar que esta tierra y sus dioses son cómodos. Israel sabe que Canaán les está destinada, pero los cananitas, junto a sus costumbres y sus dioses van en perjuicio de ese propósito, por eso es que debían expulsar a los cananitas para disfrutar de Canaán. La tierra era buena, fluía leche y miel, pero no era bueno lo que había su interior. El espejismo pecaminoso consiste en creer que no sólo la tierra de Canaán es codiciable, sino todo el conjunto de Canaán, con sus gentes y sus dioses. Los Israelitas debían entender que su reposo definitivo no era haber llegado a Canaán, el reposo no era la tierra en sí misma ni sus habitantes, sino Dios mismo y el vivir gobernados por su Palabra. De la misma forma nosotros no estamos en la nueva Jerusalén, vivimos en esta tierra, pero sin anhelar sus gentes, costumbres y dioses. Esperamos la ciudad de reposo, la ciudad definitiva, que tiene fundamentos: la Nueva Jerusalén.

.

El mundo de Barac y Débora es un mundo oprimido y sin hombres valientes “En los días de Samgar, hijo de Anat, en los días de Jael, quedaron desiertos los caminos, y los viajeros andaban por sendas tortuosas. Cesaron los campesinos, cesaron en Israel” (Jue.5:6-7). En aquellos días los hombres que debían velar por los caminos “oficiales” habían renunciado a su labor por lo que los Israelitas debían buscar caminos “tortuosos”, inaccesibles y llenos de peligro. Habían cesado los campesinos valientes como Samgar. Bajo este escenario árido y oscuro se nos revela una verdad profunda: por más dura que sea la esclavitud del pecado y nuestra necedad la liberación SIEMPRE está a un clamor de distancia. Y Dios siempre responde a este clamor. Él levanta a sus libertadores.

.

2.Débora: Gobernadora y madre en Israel (vv. 4-5)

.

Los vv.4-5 condensan la identidad de Débora: es profeta, esposa y magistrada/gobernadora en Israel. El oficio de profetiza no era algo desconocido en la historia de Israel. Miriam/María hermana de Aarón ejerció el mismo oficio (Éx.15:20). Sabemos que es una profetiza verdadera porque lo que profetiza sobre Barac se cumple: la gloria de matar a Sísara será para una mujer: Jael. Este don de profecía la dotaba para capacitar a la nación a través de la Palabra de Dios y en su caso particular para “juzgar. Su tribunal estaba debajo de su propia palmera (v.5), es decir, ella hizo suya una porción de Canaán. Débora es muchas cosas, el título que resume todo su servicio está en su propio canto: Yo Débora me levanté como madre en Israel (Jue.5:7). Ella pudo haber dicho: “Me levanté como una profetisa…. como juez… como una guerrera… como una estratega… como alguien que se hizo cargo de la nación porque ningún hombre tuvo la valentía de hacer algo”. Pero esto dista mucho de lo que ella misma dice sobre sí. Su identidad era ser una “madre” en Israel. ¿En qué sentido lo es?. En que ella ha manifestado un profundo afecto por su propio pueblo al nutrirlo, consolarlo y protegerlo. Ella está dando continuidad al pacto de Dios protegiendo el linaje de donde vendría el Redentor.

.

En ese sentido ella está reflejando lo que Dios mismo ha hecho, hace y hará por su pueblo: nutrirlo, consolarlo y protegerlo. El mismo Señor Jesucristo dijo sobre su propio pueblo: ¡Cuántas veces quise juntar a tus hijos, como la gallina a sus pollitos debajo de sus alas! (Lc.13:34). Dios una y otra vez extendió sus alas protectoras contra los halcones que querían destruir a sus polluelos. El hecho de que Dios manifieste estos cuidados no quiere decir que creamos en algo así como un “dios Madre”, la Palabra se refiere a él como nuestro Dios, Señor, Padre, Rey, Libertador, Gobernador, Salvador, Esposo y Pastor, sin embargo, no aparecen términos femeninos similares que hagan referencia a Dios. Debemos referirnos a Dios como él mismo se ha revelado en las Escrituras.

.

El ejemplo de Débora nos muestra que no es preciso tener hijos biológicos para tener un corazón amoroso y materno a la manera de Dios. Y por otra parte no es suficiente ser mujer para “ser madre. De hecho, hay una resistencia natural en las mujeres a la maternidad ¿En qué sentido? En que el objetivo más profundo de la maternidad es amar. Por esto es que Pablo le dice a Tito a que exhorte a las mujeres con experiencia que “enseñen a las jóvenes a que amen a sus maridos y a sus hijos” (Tit.2:4). ¿Por qué sería preciso que una mujer cultive este tipo de amor? Acaso ¿No es natural para una mujer amar de esta manera? Se ha dicho una y otra vez: No hay amor más grande que el de una madre”. Ese dicho, según la Palabra, no es cierto. Primero porque no hay amor más grande que el de Dios y el mayor amor horizontal que podemos experimentar es el amor de alguien dando su vida por sus amigos (Jn.15:13). El Apóstol Pablo nos dice en 2 Tim.3:3 que “nuestro afecto natural” ha sido dañado por el pecado, incluyendo la maternidad. Gn. 3:16 dice que “con dolor darás a luz, esto no solo incluye el parto sino también todo el proceso de criar hijos. Es que alimentar, proteger y consolar es un arduo trabajo.

.

Quizás tú eres una hermana soltera, casada con hijos o sin hijos; viuda o divorciada, el llamado a la maternidad “a la manera de Débora”, es un llamado que Dios te hace sea cual sea tu situación, es un servicio que debe ejercido en medio de la Iglesia, porque la Iglesia es una familia donde tenemos hermanos, padres y también madres (Mr.10:30). El Apóstol Pablo en Ro.16:3 dice: “Saludad a Rufo, escogido en el Señor, también a su madre y mía”. Esta mujer anónima, amó al Apóstol Pablo de una forma especial: maternalmente. No era su hijo biológico, pero si su hijo en cuanto a la familia de la fe. Alguien se podría preguntar, pero ¿Pablo necesitaba ese tipo amor? Totalmente. Ese tipo de amor no lo encontró en uno de sus colaboradores, sino en la madre de uno de sus hermanos. Pablo hallo contención, cuidados y consuelo en una hermana anónima quien reflejo una de las infinitas facetas del servicio de Cristo: “Como uno a quien consuela su madre, así os consolaré yo” (Is.66:13). Jesucristo en la gran comisión dijo a sus discípulos: “enseñen a guardar todo lo que les he mandado” (Mt.28:20) y ellos nos enseñan que las Iglesias locales no requieren “pastoras”, pero si mujeres que amen la Palabra y obedezcan al llamado que Dios les ha dado. Es necesario que las Déboras de IBGS se levanten.

.

3.Barac: Un libertador en construcción (vv.6-10)

.

Ante la amenaza de Jabín/Sísara Débora llama a Barac. Notemos que ella no le ordena, sino que le comunica una orden divina: “Esto ha ordenado el Señor Ve, marcha al monte Tabor y lleva contigo a diez mil hombres…” (v.6). Débora no usurpo el liderazgo ni la función de Barac, sino que lo estimulo, sin resaltar lo que ella estaba tratando de lograr. Débora no es la esposa de Barac, pero en un sentido ella fue la “ayuda” que él necesitaba. Débora no solo hace esto con Barac, sino que agradece la disposición de los varones que salieron a la batalla: “Mi corazón está con los jefes de Israel con sus voluntarios” (Jue.5:9). Débora nos enseña que las mujeres deben ayudar a otros hombres a ser más hombres, no menos (***). Ella proveyó una oportunidad para que Barac cumpla su llamado, eso es una definición genuina de femineidad madura: “una disposición e inclinación para afirmar y cultivar el liderazgo masculino por medio de las formas legítimas dadas por la Palabra.

.

Las palabras de Débora hacia Barac continúan: “Yo (el Señor) atraeré hacia ti a Sísara… y lo entregaré en tus manos” (v.7). A lo que Barac responde: “Si tú vas conmigo, yo iré; pero si no vas conmigo, no iré” (v.8). Antes de juzgar rápidamente a Barac, pensemos en el desafío que está delante de él: enfrentar a un ejército dotado con la mejor tecnología de aquel entonces. Es como si se enfrentara a una potencia mundial de aquella época. Un carro de hierro podía cortar como un cuchillo corta la mantequilla a los diez mil hombres de Barac. Él conoce las palabras que Dios le dio a Josué: expulsarás a los cananeos, aunque tengan carros de hierro y aunque sean fuertes” (Jos.17:18), pero hay dudas en su corazón. Humanamente las fuerzas de Barac no eran nada contra las de Sísara, pero “bajo las promesas de Dios” las fuerzas de Sísara no eran nada para Dios. Entonces ¿por qué Barac responde de esta manera? ¿Acaso él no escucho de Samgar? Desde la perspectiva más pesimista Barac tiene una crisis de fe y valor. Le está pidiendo a Débora que ella arriesgue su vida para verificar las palabras que Dios, las cuales no deben ser verificadas. Y que tome un rol que no le compete, ella es profetiza, esposa y gobernadora, no es guerrera, pero a pesar de esto ella lo acompaña.

.

Barac no es un hombre sin fe, no es un ateo, sino un hombre al que le falta fe, es un héroe de la fe en construcción. No debió supeditar su obediencia a la compañía de Débora. El mandamiento de Dios es suficiente, cualquier dilatación o condicionamiento al mandato es DESOBEDECER A DIOS. Probablemente esto nos muestra el espíritu de la época. Hombres que sabiendo su rol no lo tomaban como en nuestros días (Jue.5:6-7). La “crisis de Barac, es la crisis de esta época y la nuestra: crisis de masculinidad, la duda de la presencia de Dios en sus vidas. Miremos como la Biblia define la masculinidad: “Así como estuve con Moisés, estaré contigo; no te dejaré ni te abandonaré. Sé fuerte y valiente …” (Jos.1:5-6). La verdadera masculinidad no consiste en cuan fuerte somos, ni las probabilidades que tengamos a nuestro favor, sino en saber que Dios está con nosotros. El apóstol Pablo nos exhorta: Permaneced firmes en la fe, portaos varonilmente, sed fuertes (1 Co.16:13). La verdadera masculinidad y fortaleza vienen después de PERMANECER FIRMES EN LA FE, justamente lo que le faltaba a Barac. La crisis de masculinidad en las Iglesias y en el mundo es falta de fe en el Dios vivo y verdadero. Varón, tus faltas en derivar, condicionar o evitar responsabilidades; no provienen simplemente de tu pereza, provienen de no permanecer constante en la presencia de Dios, no saber quién es él, no tener una vida íntima con él conociendo Su voluntad. La masculinidad se transforma en un asunto de prioridades en nuestra vida. Puede ser que estemos sumergido en un mundo “Marta”, en lugar de tener la disposición de María que escogió la mejor parte, a Jesús, su Palabra, su presencia en nuestras vidas. Podríamos hablar de tus muchas faltas como hombre: tu inconstancia en el culto familiar, tu falta de amor hacia tu esposa e hijos, o tu falta de servicio en el hogar e iglesia, pero en el núcleo de todo ello, está aquella cobardía alimentada por la falta de la presencia de Dios en tu vida. Es tiempo que dejes de ser un niño, dejes de mirar esto como un juego, ve a la presencia de Dios día a día, alimenta tu alma con Su Palabra para que puedas subir a pelear las batallas que él te ha dado.

.

Ahora, desde una perspectiva positiva la petición de Barac a Débora no es una petición antojadiza sin sentido, tiene un asidero bíblico. En Ex.33:12-17 el Señor les dice a Moisés: Haz subir a este pueblo” para liberarlos de la opresión; pero Moisés dice: “Si tu presencia no va con nosotros, no nos hagas partir de aquí”. Barac sabe que Débora cuenta con la bendición de Dios, él reconoce su propia incapacidad y confía en la gracia de Dios dispensada a través de Débora. Notemos lo que Débora le responde: “Ciertamente iré contigo; sin embargo, el honor no será tuyo en la jornada que vas a emprender, porque el Señor venderá a Sísara en manos de una mujer (v.9). Barac no tuvo reparos, está dispuesto a cumplir con su rol y no le importa que otro se lleve la gloria.

.

No debemos ser crueles con Barac. ¿Cuántas veces tú has dudado del Señor? ¿Siempre has obedecido inmediatamente o incondicionalmente? Barac no es un cobarde, sino un hombre con debilidades al que le falta valentía y fe. Todos en un sentido somos como Barac, estamos en un proceso de perfeccionamiento y la Palabra nos asegura que: “él que comenzó la buena obra la perfeccionara” (Fil.1:6). Pero también es verdad que necesitamos tener cerca a alguien como Débora y ser como ella. Necesitamos a alguien que en el día malo, en nuestras dudas, debilidades y angustias nos diga: “Yo iré contigo”. Necesitamos ser consolados y alentados por otros para subir a pelear las batallas que Dios nos ha dado para depender de él y conocerle más. Barac fue perfeccionado en su fe, tanto así, que está dentro de los nombres de los héroes de la fe: “¿Y qué más diré? Pues el tiempo me faltaría para contar de Gedeón, Barac…” (Heb.11:32). ¿Por qué no está el nombre de Débora? ¿Qué habría pensado ella del autor de Hebreos? A luz del texto esto le hubiera agradado, porque ella impulso la fe de otro, esa era su labor como profetiza y madre de Israel. Barac es un héroe de la fe, a causa de la labor fervorosa y devota de una mujer piadosa y fiel a Dios. En los días de Barac y Débora la gloria fue de una mujer, pero en el día final a todos se nos dirá: “Bien, siervo bueno y fiel; en lo poco fuiste fiel, sobre mucho te pondré; entra en el gozo de tu señor” (Mt.25:21). Un día todos los siervos de Dios cantaran: La gloria. sean a nuestro Dios por los siglos de los siglos. Amén (Ap.7:12)

.

.

.

.

.

4.Cristo el gobernador y libertador de Su pueblo

.

Estos pasajes nos muestran que Débora no fue una líder militar sino espiritual de Israel. Gobernó y trajo justicia a Israel por medio de la Palabra. Mientras que Barac es el libertador militar que necesitaba el pueblo para salir de la opresión. En esta historia, el gobernante no es el libertador, ni el libertador es el gobernante. Pero en conjunto representan lo que en esta época requería Israel: Un rey que los gobierne y los liberte. Esta historia nos anticipa la necesidad de una monarquía, en días donde nadie se levantaba en los senderos, donde cada quien hacía lo que bien le parecía (Jue.5:6; 21:25); se hacía realidad la profecía de Josué: “Ustedes no podrán servir al Señor” (Jos.24:19). Era necesario que un Rey se levantara y los liberara de la cruel esclavitud del pecado para que pudieron servir al Señor de corazón. Dios envió a ese Rey, el verdadero Israel de Dios, quien sirvió perfectamente, Su Hijo, quien emergió de las entrañas de Judá para gobernar y libertar a Su pueblo: “Porque un niño nos ha nacido, un hijo nos ha sido dado, y la soberanía reposará sobre sus hombros; y se llamará su nombre Admirable Consejero, Dios Poderoso, Padre Eterno, Príncipe de Paz (Is.9:6)

.

A diferencia de Débora que juzgaba a Israel bajo una palmera aplicando la ley, Jesús oró por su pueblo bajo un olivar en el huerto de Getsemaní con grandes gotas de sangre intercediendo por gracia hacia su pueblo. A diferencia de Barac que puso condiciones a la voluntad de Dios, Jesús dijo: “no se haga mi voluntad, sino la tuya” (Lc.22:42). Barac pidió a Débora no subir solo contra los cananeos, pero Jesús debió subir solo a la batalla más difícil de todas, donde el enemigo no tenía carros de hierro, sino toda un acta de decretos que nos era contraria: nuestros pecados. Él subió a la Cruz para vencer al pecado, la muerte y Satanás. Barac tuvo una crisis de masculinidad, pero Jesús es la cúspide de la masculinidad, porque él siempre anduvo en la presencia de Su Padre: su comida era hacer la voluntad de quien lo envió (Jn.4:34). Barac es un héroe de la fe (Heb.11:32), pero Jesús no lo es, no porque sea inferior a Barac, sino porque él es el objeto/contenido de nuestra fe, es la fuente de toda gracia. Es verdad que en nuestro caminar necesitamos una “Débora” que nos ayude a confirmar nuestra fe, pero antes de una Débora necesitamos estar aferrados al autor y consumador de nuestra fe Jesucristo: “corramos con paciencia la carrera que tenemos por delante, puestos los ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe” (Heb.12:1-2). Al igual que los contendientes en una carrera, nosotros no tenemos tiempo de mirar a nuestro alrededor, ni mirarnos a nosotros mismos, ni a nuestras circunstancias, ni mirando a nadie como nuestro modelo a seguir, debemos mantener nuestros ojos enfocados en Jesús. Él no es solo un modelo de vida, sino la vida misma, en quien debemos poner toda nuestra confianza. Como dijo la autora de un himno: “Vuelvan sus ojos a Jesús, pongan su rostro maravilloso a contemplar; y las cosas de la tierra parecerán palidecer ante la gloria y gracia de su luz”. Solo manteniendo nuestros ojos en él somos transformados de gloria en gloria: “Pero nosotros todos, con el rostro descubierto, contemplando como en un espejo la gloria del Señor, estamos siendo transformados en la misma imagen de gloria en gloria, como por el Señor, el Espíritu” (2 Co.3:18)

.