Discipulado a Medias (Jue.1)

Introducción:

Uno de los juegos que más pueden entretener a una familia es un rompecabezas. Supongamos que con gran entusiasmo te diriges a una tienda a comprar un nuevo, atractivo y gran rompecabezas para armar junto a tu familia. Inviertes una buena suma de dinero para que su calidad sea la adecuada. El rompecabezas tiene cientos de piezas y comienzan a armarlo. Pasan las horas y observas que empieza a formarse el bello paisaje que tiene como motivo el rompecabezas, pero al mismo tiempo notan que faltan decenas de piezas para poder concluirlo, el sentido de frustración, rabia e insatisfacción emergen inmediatamente. Y es que, en general, no nos gustan las cosas a medias. Nadie se alegra con un arreglo del auto al 50% o una casa a la que le faltan pequeños detalles de electricidad o grifería. Sin embargo, en lo concerniente a lo espiritual muchos se acomodan a vivir mediocremente, con piezas faltantes en sus vidas. Se justifican diciendo: “No importa, nada es perfecto”, “se hizo todo lo que se pudo”, sabiendo que el corazón no fue puesto plenamente en aquella tarea, pero sirve de placebo para aliviar la conciencia y la deficiente vida que llevan. Hoy en el capítulo uno de Jueces, veremos que este estilo de vida es un lastre que debe trae terribles consecuencias a nuestro discipulado.

1.Un precursor a medias

La primera frase del libro de Jueces es: “Después de la muerte de Josué” (v.1) y el último es: “No había rey en Israel y cada quien hacía lo que bien le parecía (Jue.21:25). Ambos textos nos dan el contexto del libro de Jueces, entre el éxodo y la monarquía. Las Escrituras registran que apenas Josué falleció, el pueblo se reunió a consultar a Dios: ¿Quién de nosotros subirá primero a pelear contra los cananeos? Y Jehová respondió: Judá subirá; he aquí que yo he entregado la tierra en sus manos” (vv.1-2). La razón de que Judá inicie la conquista no es que sea la tribu más numerosa, poderosa o preparada militarmente, la razón es espiritual: contaban con la bendición de Dios (Gn.49:9-12). Ellos serían los precursores de la conquista, el estándar y ejemplo para las demás tribus. Dios no solicita a Judá buscar compañía para la conquista, sin embargo, ellos invitan a Simeón a ser parte de la campaña. Muy probablemente esta invitación se deba a que la heredad de Simeón estaba dentro de la de Judá (Jos.19:1). A primera vista, esto, parece sensato, podría verse como un ejemplo de hermandad, unidad y amor entre las tribus, pero esta acción atenta contra la instrucción de Dios a través de Josué: Al Señor vuestro Dios os allegareis” (Jos.23:8). Judá no debía unirse primeramente a Simeón para subir a pelear, sino a Dios. Ellos debían decir: “Señor, sube con nosotros porque en ti está la victoria”. Unirse a Dios, es sinónimo de estar aferrados a sus promesas, y si bien, ellos obedecieron al llamado de Dios, su obediencia no fue plena. Judá actúa por vista no por fe, actúa usando el sentido común, prefirieron refugiarse en otra tribu en lugar de refugiarse en la sombra del Omnipotente. Olvidaron que uno de ellos podía hacer huir a mil cananeos (Jos.23:10). Decidieron aumentar el tamaño de su ejército, en lugar de aumentar su fe en el Dios de los ejércitos, pues su promesa era: “Echaré a las naciones de delante de ustedes… y poseerán la tierra” (Jos.23:5). Militarmente Judá triunfo, pero espiritualmente comienza a fracasar.

Esta obediencia a medias se ve más nítidamente en la conquista de Bezec. Allí derrotan a diez mil hombres y capturan al señor de aquella tierra: Adoni – Bezec, que justamente significa: “señor de Bezec”. La tribu de Judá lo persiguió, prendió y torturó. Le mutilan los pulgares de las manos y los pies, una cruel practica que simbolizaba el despojo de su estabilidad, poder y autoridad. A simple vista, parece justicia divina, de hecho, él mismo contempla esto como una justicia retributiva: “Como yo he hecho, así me ha pagado Dios” (v.7). Adoni - Bezec es dejado a merced de su propio estilo de vida (Rom.1). Pero Dios nunca mando que mutilaran, esclavizaran ni se burlaran cruelmente de sus enemigos, ellos debían expulsarlos o exterminarlos. La mutilación realizada a Adoni Bezec es la evidencia que Judá, sutilmente, estaba adoptando las prácticas de estos pueblos cananeos y que estaban ejecutando su “propia justicia. Miremos con sumo detenimiento lo que dice Dt.9:5: “No es por tu justicia ni por la rectitud de tu corazón que vas a poseer su tierra, sino que por la maldad de estas naciones el SEÑOR tu Dios las expulsa de delante de ti, para confirmar el pacto que el SEÑOR juró a tus padres Abraham, Isaac y Jacob.

Los Israelitas no fueron escogidos por Dios por su justicia, ni por rectitud, ni por su fuerza superior, sino por su evidente flaqueza, pequeñez e insignificancia (Dt.7:7). El secreto de la conquista eficaz no radicaba en la jactancia autosuficiente de Israel, el milagro de la victoria sólo se obtendría si confesaban su debilidad, admitían la grandeza de Dios y expresaban su dependencia de Él. El verdadero poder de Israel no estaba en ellos, sino en los recursos divinos. Judá, poco a poco, se está transformando en un precursor a medias.

El v.12 nos muestra un poderoso contraste entre Judá y una familia de Judá espiritualmente valiente: la familia fiel de Caleb. Este hombre, compañero de Josué, aún estaba con vida en medio de Israel, y ofrece a su hija Acsa como esposa a quien tome la ciudad de Quiriat Séfer. Su hermano menor, Otoniel, tomo la ciudad y se casó con Acsa. Caleb quiere que la vida que escogió, sea también la vida de su hija, una vida de osada fidelidad al pacto. Él quiere para su hija un hombre valiente, uno que suba a conquistar la tierra confiando en las promesas de Dios. Ese hombre, estaba en su propia familia, era su hermano menor. Otoniel, a diferencia de Judá, no pidió ayuda a otras tribus, sino que subió solo a conquistar Quiriat Sefer. Consiguió tierra y esposa. En su ejemplo encontramos una tarea bien hecha, una promesa cumplida, un don otorgado, y un matrimonio consumado. Otoniel, inmediatamente muestra su liderazgo en el matrimonio y estimula a Acsa para que le pida un campo a su padre (v.14). Y el v.15 dice que ella pidió “una bendición”, como la que pidió Jacob al ángel del Señor. Aparte de la tierra, ella pidió fuentes de agua, con esto, ella expresa su deseo asentarse en Canaán y disfrutar de las bendiciones de la tierra prometida. Su deseo es cumplido, porque el Señor premia siempre este tipo de Fe: él es galardonador de los que le buscan” (Heb.11:6). Este remanente es en miniatura todo lo que Israel debía ser, es el remanente que vive por fe.

El ejemplo de Caleb nos muestra que en medio del discipulado a medias, hubo un remanente que considero seriamente el lema de Josué para sus propias vidas: “Yo y mi casa serviremos al Señor” (Jos.24:15). La paternidad de Caleb es un prototipo para los Israelitas. Él preparó, capacitó e instruyó a su hija para que se una a un hombre que ame a Dios. Su ejemplo es la tesis de paternidad en el libro de Jueces, mientras que la antítesis es la paternidad de Jefté, quien hizo un voto impío sacrificando a su hija (Jue.11:31). El matrimonio entre Otoniel y Acsa son el ejemplo y solución a los problemas de los matrimonios mixtos en el libro de Jueces, mientras que la antítesis son las pecaminosas relaciones que Sansón tuvo con paganas (Jue.13-16). Como padres debemos instruir a nuestros hijos en la fe y orar para que el Espíritu Santo regenere sus corazones. Debemos procurar esforzarnos en capacitar a nuestros hijos para que escojan casarse con alguien que vence por medio de la fe y que sean capaces de discernir quienes a esos candidatos con un “noviómetro” bajo los estándares del Señor. Jovencit@ vive valientemente tu fe, pide las bendiciones de Dios por medio de Cristo, quien bendice con toda bendición espiritual (Ef.1:3) incluyendo el matrimonio.   

El matrimonio de Acsa y Otoniel es un símbolo poderoso que nos enseña algo que se desarrollara a lo largo de toda la Escritura: la relación entre Dios y su pueblo. Una relación de pacto, entre la novia y el Cordero. En este capítulo observamos a Dios enjuiciando a las naciones de Canaán y un matrimonio disfrutando de la tierra conquistada. De la misma forma, en el final de los tiempos, Cristo enjuiciara a las naciones de la tierra, pero la Iglesia, su Novia será de su Señor, él reinara para siempre y nosotros, Su esposa disfrutaremos la nueva tierra y los nuevos cielos.

2.Un contagio peligroso

Judá siguió conquistando varios territorios junto a su hermano Simeón. Y el v.19 nos dice que: “El Señor estaba con Judápero no pudo expulsar a los habitantes del valle porque estos tenían carros de hierro”. El texto dice que “no pudieron”, pero en realidad no quisieron. Esos carros eran la alta tecnología en los conflictos bélicos de aquella época, eran especialmente eficaces en terrenos planos. A pesar de lo amenazador que podían ser, no debían ser considerados un verdadero peligro para Israel, pues el Señor había prometido lo siguiente: expulsarás a los cananeos, aunque tengan carros de hierro y aunque sean fuertes” (Jos.17:18). El texto dice que el Señor estaba con Judá, pero Judá no estaba plenamente unido al Señor, y sin esa plenitud, las promesas no serían una realidad. Nuevamente volvemos a observar que el sentido común, lo visible y pragmático empiezan a prevalecer más que la fe. Lo mismo pasa en nuestras vidas. No es falta de capacidad lo que nos impide gozar de las bendiciones de Dios o vivir victoriosamente sobre el pecado, siempre es falta de fe en su poder y promesas. Cuando confiamos en nosotros mismos, en nuestros recursos y cálculos en lugar de obedecer, servimos mediocremente al Señor.

Aquí emerge una advertencia poderosa para nosotros: el discipulado a medias, generalmente termina en el abandono del discipulado. El contagio del virus de la obediencia a medias tiende a traer más desobediencia. La obediencia parcial de Judá, hizo que las demás tribus rebajaran más y más los estándares de Dios, las tribus de Benjamín, Manasés, Zabulón, Aser y Neftalí no pudieron tomar la tierra por la persistencia y resistencia de los cananitas (v.21, 27, 30-31). La tribu de Dan fue forzada a ir a la región montañosa por la opresión de los cananeos (v.34). Esto marca un patrón en el libro de Jueces, Judá, la tribu precursora logró realizar la conquista con relativo éxito, pero la tribu de Dan fue oprimida por los cananeos. De la misma manera, los jueces descritos en el texto seguirán el mismo patrón. Otoniel, en el capítulo tres se presenta como el primer juez, de la tribu de Judá, uno fiel al Señor, mientras que el último juez es Sansón de la tribu de Dan, quien termino siendo esclavizado por los filisteos.

El v.22 nos dice que el Señor estaba con la casa de José, pues al igual que Judá poseía la bendición de Dios (Gn.49), sin embargo, también fueron contagiados por el virus del discipulado a medias. Enviaron espías a Betel, y vieron a un hombre salir de la ciudad y le dijeron: “Te rogamos que nos muestres la entrada de la ciudad y te trataremos con misericordia” (v.24). Él hizo lo que le pidieron, perdonaron su vida y la de su familia. El resultado de su supuesta compasión y de su mejor justicia, es que aquel hombre perpetuo la ciudad cananita que ellos recientemente habían destruido. Lo único que lograron fue trasladarla (v.26). La casa de José fue más misericordiosa que Dios. Esto iba contra lo que Dios había determinado: “No te apiadarás de ellos” (Dt.7:2). Dios estaba trayendo su justa ira por medio de Israel hacia pueblos sanguinarios, pero tristemente, la casa de José modifica el mandato de Dios, reduciendo sus estándares. Hoy, muchos hacen lo mismo, presentan al Dios de las Escrituras como un “dios” más digerible, más accesible al mundo, con estándares similares a la de los ídolos, sin justicia, verdad y santidad, uno que tolera el pecado. Las naciones de Canaán eran extremadamente malvadas: entregaban a sus bebés en sacrificio de los dioses, había inmoralidad sexual y practicaban una violencia desmedida. Debían ser desarraigadas de Canaán. La tribu de José y las demás minimizaron la gravedad del pecado de estos cananeos, olvidando la justicia, el juicio y la ira de Dios. Esa tendencia minimiza el evangelio. Si reducimos la peligrosidad del pecado, diluimos la razón por la cual el evangelio es una buena noticia. El motivo por la que una cura para el cáncer o el sida es tan anhelada es precisamente porque entendemos los efectos devastadores de estas enfermedades. Tengamos sumo cuidado de presentar a nuestros hijos un Dios al que no le importan tus pecados, no promuevas en ti, en tu hogar e Iglesia un estilo de vida que soporta y tolera el pecado, lo que haces es denigrar el grandioso evangelio de Cristo.

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Lamentablemente los vv.28, 30, 31 y 33 muestran que las tribus optaron por someter a los cananeos a trabajos forzados. De hecho Neftalí termino viviendo entre los cananeos (v.33). Nuevamente sentido común termino dirigiendo los corazones Israelitas, pensaron que había más provecho en explotar económicamente a los cananeos que expulsarlos o exterminarlos, lo cual implicaba mayores esfuerzos, el camino más corto NO SIEMPRE es el correcto. Los Israelitas amaron más las riquezas que podían generar con los pueblos conquistados, que al Dios que los había sostenido hasta ese momento. Trágicamente, el pueblo de Dios se ha vuelto menos valiente que los pueblos que no lo conocen. La voz profética de Josué se hace presente cuando les dijo: “Ustedes no podrán servir al Señor” (Jos.24:19). Se están volviendo un pueblo cobarde, negligente y pusilánime. Estando en la tierra prometida, surge el peligro latente de volver a ser esclavos. Los Israelitas deciden vivir junto a los cananeos que adoran falsos ídolos, los cuales, por ahora, permanecen en un estado latente de hibernación, locamente, han decidido vivir en un terreno minado llenos de bombas idólatras, las cuales están listas para explotar en sus vidas espirituales. Benjamín pensó que podía controlar al enemigo, pero tristemente terminaran siendo controlados por ellos (v.34). El discipulado a medias no toma en serio el poder esclavizante y dominador del pecado. Debemos comprender que no podemos hacerle frente al pecado por nosotros mismos, neciamente pensamos que podemos domar el pecado, lidiar con él y hasta tener una vida “pacífica de “sanaconvivencia, sin embargo el pecado siempre quiere dominarnos y direccionar los afectos de nuestro corazón. Al igual que las naciones de Canaán, el pecado en nuestra vida siempre será un lazo, trampa, azote y espinas en nuestros ojos (He.3:13). El pecado ha trizado la unidad de Israel. Las tribus al no lograr la conquista han dejado territorios sin conquistar, el discipulado a medias, ha deja un “rompecabezas inconcluso” en el mapa de Israel.

La conquista de Canaán era una guerra sin cuartel, así también la nuestra. Las tentaciones son reales, pero Jesús es más real. Él no nos ha dejado solos, está con nosotros por su Espíritu fortaleciéndonos. Es verdad que en este mundo caído, aun conviviremos con el pecado. Te verás a ti mismo pecando tonta y neciamente, pero en lugar de buscar odiarte a ti mismo, buscando justificarte en autocompasión, lo que debes hacer es odiar la maldad y el pecado. ¿Cuál es la famosa frase acuñada a John Owen? Mata al pecado o te estará matará a ti”. No se puede ser misericordioso ni tolerante con el pecado, porque es un enemigo cruel. Mortifica tu pecado. Mortificar significa “hacer que algo muera”. Es quitar la base de toda su fuerza, vigor y energía, para que no pueda actuar o realizar acciones de su parte. Cuando mortificamos el pecado estamos buscando matar todo lo que nos “inclina, seduce, impulsa a la maldad, y se rebela, opone, y lucha contra Dios. Mortificamos el pecado examinando nuestros corazones a la luz de la Palabra de Dios bajo la convicción del Espíritu Santo. John Owen dijo: Es más fácil que un hombre vea sin tener ojos, hable sin tener lengua, a que verdaderamente mortifique un pecado sin el Espíritu. La mortificación es la obra del Espíritu Santo en tu vida. Es el Espíritu el que te ayuda en tu debilidad, el que intercede por ti (Rom.8:26), el que te da vida (2 Co.3:6), quien te capacita con poder, amor y dominio propio (2 Tim.1:7). Cultiva el fruto del Espíritu que más se opone a esa trampa mortal la cual lastra tu vida espiritual. Abandona el discipulado a medias y lucha por las promesas de Dios mediante la gracia de Su Espíritu Santo.

3.El remedio para el discipulado a medias

Este capítulo nos enseña que un discipulado a medias impacta profundamente en nuestras vidas, familias, iglesia y sociedad. ¿Cómo concluye este libro? “En esos días no había rey en Israel y cada quien hacía lo que bien le parecía” (Jue.21:25). El discipulado a medias nos puede llevar a vivir en una anarquía espiritual, sin rey en nuestras vidas, viviendo impíamente. sabes en que área de su vida hay mediocridad, viviendo con una mínima moralidad. Quizás adoras con tu familia a medias, ofrendas a medias, vives, trabajas, sirves o administras tus recursos a medias. Debes ser consciente que ese estilo de vida TIENE EFECTOS INMEDIATOS en tu vida, la de tu familia y congregación. Considera las palabras del Apóstol Pablo: Si sobre este fundamento alguno edificare oro, plata, piedras preciosas, madera, heno, hojarasca, la obra de cada uno se hará manifiesta; porque el día la declarará, pues por el fuego será revelada; y la obra de cada uno cuál sea, el fuego la probará (1 Co.3:12-13)

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Pablo comunica que la calidad del edificio que construyamos debe ser de la misma calidad que la del cimiento. Cada creyente debe seguir edificando su vida en base a la solidez de los metales y piedras preciosas expresadas en la Palabra. Pero algunos han decidido construir su discipulado en casas ordinarias hechas de la madera del pragmatismo, del heno de la mediocridad y la paja de la negligencia. Pablo nos advierte que llegará el momento en que la obra de cada uno se hará evidente. Los libros serán abiertos y cada uno será juzgado según las obras que allí hayan sido registradas (Ap. 20:12). Se evidenciara si vivimos plenamente o a medias por aquel que lo dio TODO por nosotros. Es necesario que hoy medites en esto: ¿Por qué persiste ese estilo de vida en ti? Y las respuestas pueden ser varias: me criaron así, como Israel te excuses diciendo: “es que no puedo, estoy enfocado en otros proyectos, incluso has usado tus enfermedades y circunstancias para medir, reducir o restringir tu obediencia, disfrazas tu mediocridad de humildad, incluso tuerces las Escrituras a tu conveniencia diciendo que Dios pone el querer como el hacer” (Fil.2:13).

Cualquiera sea la excusa, ésta siempre está permeada de autosuficiencia, impía autocompasión y necedad. Pablo pregunta a los Gálatas: Ustedes corrían bien ¿Quién os impidió a obedecer a la verdad? (Gal.5:7). Al igual que los Gálatas, en el núcleo de nuestra desobediencia se encuentra nuestra pobre comprensión del evangelio. Nuestras motivaciones a obedecer se basan muchas veces en la recompensa que tendremos. ¿Qué gano con asistir temprano a la Iglesia? ¿Qué gano con ofrendar sacrificialmente? ¿Qué gano con servir y desgastarme? ¿Qué ganó con decir: “Yo y mi casa serviremos al Señor”, si nadie valora mis esfuerzos? Cuando estas son las preguntas que priman en nuestro discipulado, vamos directo a la bancarrota espiritual. No es que ganaras sirviendo, sino que has ganado por la bendita, sublime e incomparable obra de Cristo. Una y otra vez debemos traer a nuestro corazón el combustible que mueve el motor de nuestra vida: El Evangelio, lo que hizo Jesús por nosotros.

La tribu de Judá subió a conquistar Canaán, pero Jesús, el león de la tribu de Judá, subió al monte calvario para conquistar y vencer al pecado, a Satanás y la muerte. Judá debía subir solo a conquistar Canaán porque iba con la ayuda de Dios, pero Jesús venció muriendo en absoluta soledad, siendo desamparado por el Padre (Mt.27:46). Sobre sus hombros cargó el peso infinito de nuestra desobediencia para darnos vida y gracia. Despojó a los poderes y autoridades de maldad, exhibió a sus derrotados públicamente y nos hizo participes de su victoria, quitando el documento de deuda por nuestros pecados que nos era contraria, la quitó de en medio y la clavó en la cruz (Col.2:14 - 15). Él no se entregó a medias, su redención no es mediocre ni su sangre infructuosa. Heb.9:14 dice que: “La sangre de Cristo purifica nuestras conciencias. Su sangre, su total sacrificio es suficiente para librarte y limpiarte del pecado para que sirvas al Dios vivo (Heb.9:14). Por lo tanto, nuestra obediencia no depende de nuestras circunstancias, incapacidad o múltiples excusas en nuestras vidas, depende de la poderosa eficacia de la obra redentora de Cristo. Es por las misericordias de Dios en nuestro favor que podemos presentarnos ante él como sacrificios vivos, santos y agradables (Rom.12:1). No te conformes a este siglo, no te conformes a un discipulado mediocre y un gozo a medias. Vuelve a tu primer amor, arrepiéntete, vuelve a las primeras obras, vuelve a gozarte una y otra vez por la obra de tu Señor y Dios.

Cristo al igual que Otoniel vino a este mundo por una novia, para hacerla suya, amarla y santificarla. Si has creído en este Señor y Dios, eres parte de Su novia, y al igual que Acsa pide la bendición de Dios, pide las promesas de Dios, pues unidos a Cristo todas las promesas son y amén (2 Cor.1:20). Disfruta la bendición de estar unido a Cristo por medio de la fe: Por lo cual, puesto que recibimos un reino que es inconmovible, demostremos gratitud, mediante la cual ofrezcamos a Dios un servicio aceptable con temor y reverencia porque nuestro Dios es fuego consumidor (Heb.12:28-29)

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