Gedeón: Un Encuentro con el Dios de Paz (Jue.6:11-24)
La vida de pi: Una aventura extraordinaria, es un libro y película de ficción que narra la historia de Pi Patel, un joven hindú que sobrevive a un naufragio en el océano Pacífico. Tras el desastre, Pi se encuentra en una pequeña balsa salvavidas con un majestuoso tigre de bengala llamado Richard Parker. Ahí debe enfrentarse a los desafíos de la supervivencia mientras establece una tensa relación con el animal. Por más de 200 días se ve obligado a lidiar con sus miedos, la soledad y lucha para sobrevivir al tigre, temiendo permanentemente por su vida. Llegando a reflexionar sobre el significado de la vida y en “sus propios términos” abraza el: hinduismo, cristianismo y el islam. La historia de Gedeón no es una de ficción, él no tuvo encuentro con un tigre, sino con el Ángel del Señor. A diferencia de Pi Patel, Gedeón no conoció a Dios en sus propios términos, sino en los términos de Dios mismo, quien se dio a conocer, para transformarlo en un héroe de la fe del cristianismo.
Luego de la predicación del profeta (v.10) aparece en escena el Ángel del Señor. Recordemos que la última vez que lo vislumbramos en este libro fue en el cap.2, donde le dio a Israel exactamente el mismo mensaje que el profeta ha dado (Jue.2:1-2; 6:8-10). Por lo tanto, las palabras del profeta son las palabras del Ángel del Señor. Es como si este profeta estuviera preparando el camino a este ser celestial. Es como un “Juan Bautista” en el tiempo de los Jueces. El v.11 nos dice que el Ángel se sentó en la encina que estaba en Ofra. Las encinas eran árboles de gran altura y muy frondosos. Y en esta época eran usados para citas especiales, y en muchos casos con motivos religiosos. En Os.4:13 dice que Israel pecó al adorar otros dioses debajo de las encinas. Pero en este caso, es Dios mismo quien concierta una cita/encuentro con Gedeón.
Hay un dicho que dice: “la primera impresión es que la cuenta”. Y la verdad es que la primera presentación que las Escrituras nos dan de Gedeón es una muy deficiente para un Libertador: “sacudía trigo en el lagar para esconderlo de los madianitas” (v.11). Al igual que Israel, Gedeón vive atemorizado y miserablemente por el asedio Madianita. El lagar, era una especie de “surco en forma de dona” en la tierra que se usaba para aplastar las uvas. No era el lugar para sacudir el trigo, eso se hacía al aire libre para que el viento se llevara la paja. Por lo que probablemente él estaba usando un palo para apalear el trigo, algo que solo lo hacían las personas pobres (Rut.2:17). Eran los bueyes y los asnos los que hacían ese trabajo y los madianitas se los habían arrebatado. En la tierra donde fluye leche y miel, los Israelitas son rebajados por su propio pecado haciendo el trabajo de los animales.
En este instante de gran humillación, se le apareció el Ángel del Señor y le dijo: “El Señor está contigo valiente guerrero” (v.12). ¿Cómo es posible que el Ángel diga esto? Gedeón no es un valiente guerrero, es un hombre lleno de temor trillando escondido en un lagar. Eso no tiene nada de valeroso. Algunos han dicho que el Ángel está hablando con ironía a Gedeón, pero la clave está en la primera parte de la frase: “El Señor está contigo” y por esa causa él se convertiría en algo que evidentemente ahora NO ES. Dios “llama a las cosas que no son como si fuesen” (Ro.4:17). Dios, con la Palabra de Su poder, llamo a la existencia lo que no existía (Is.48:13). De la misma forma, él puede hacer algo aún más extraordinario. Porque la creación fue hecha de la nada, pero Dios convertirá al temeroso Gedeón en un guerrero valiente. No son sus capacidades las que llevaran a Gedeón a ser un libertador, sino la fe en el Todopoderoso y Fiel Dios.
La respuesta de Gedeón está llena de ignorancia, no identifica al mensajero, quien al parecer es muy humano, ni el contenido del mensaje. Neciamente pregunta: “Si el Señor está con nosotros, ¿por qué nos ha ocurrido todo esto? ¿Dónde están Sus maravillas? ¿No nos hizo subir el Señor de Egipto?” (v.13). Gedeón “masticó” bastante el sermón del profeta. Porque sus preguntas apuntan justamente a cuestionar el “evangelio del Éxodo” pregonado por el profeta. Su última frase, da cuenta de lo horroroso, miserable y engañoso que es el pecado. Gedeón culpa a Dios: “El Señor nos ha abandonado y nos ha entregado en manos de los madianitas” (v.13). Cuando eran ellos quienes habían abandonado a Dios, y por consecuencia estaban sufriendo la miseria de su idolatría. Así como Gedeón, en medio de nuestras aflicciones o cuando sufrimos las consecuencias de nuestros pecados, esperamos que Dios haga algo “por” nosotros, en lugar de pedirle que haga algo “en” nosotros, pedirle: “Señor hazme la persona que pueda tratar con este problema”, “dame la confianza en ti para afrontar esta enfermedad”; “Señor, dame de tu gracia para afrontar las consecuencias de mi pecado de lo cual tú no tienes culpa” (Sal.56:3)
El pecado había vuelto a Gedeón un hombre incrédulo y sumamente ignorante (Ef.4:18) Compasivamente el Ángel ignora la ignorancia de Gedeón (v.14), no responde ninguna de sus ridículas y necias preguntas. Él es capaz de pasar por alto nuestras más profundas necedades, torpezas e ignorancias para salvarnos. Ro.5:6 nos dice: “cuando éramos débiles, Cristo murió por los impíos”. Él nos salva para convertirnos en lo que no somos: santos redimidos por gracia. Notemos lo grandioso del v.14; “El Señor lo miró y habló”, en lugar de voltear su rostro por su supina ignorancia. Gedeón dijo que Dios los había abandona y acto seguido ese mismo Dios lo mira con compasión para animarle. En los Salmos los autores ver el rostro del Señor, que Su bendición sea sobre ellos (Sal.80:3). El Ángel, con suma misericordia, alienta a Gedeón en su impotencia: “Ve con esta tu fuerza y libra a Israel ¿no te envió yo?” (v.14). Nuevamente el Ángel llama a las cosas que no son como si fuesen. Gedeón no tiene fuerzas en sí mismo, su garantía es que el Ángel lo fortalecerá. Dios no solo capacita a los que llama, tampoco abandona a los que llama (Ro.8:30). El Señor no busca tu fuerza, valentía, habilidades ni recursos. Dios es Dios. Lo que él busca de su pueblo es lo mismo que busca de Gedeón: que confíes en él. Que te autovacíes de tí mismo y seas lleno del Señor. Gedeón era absolutamente consciente de su debilidad, pero si obedecía era porque estaba confiando en lo que Dios le estaba declarando sobre él: Contaba con la presencia favorable de Dios. Solo cuando reconocemos nuestra debilidad es que somos fuertes en el Señor (2 Co.12:10), pero aquellos que piensan que están firmes, que creen en su propia fortaleza, el Señor te dice: ¡Cuidado, mira que no caigas! (1 Co.10:12; Prov.16:18). El pecado te quiere engañar y hacerte sentir fuerte para que no vengas a los pies del Señor reconociendo tu debilidad y necesidad de un Libertador.
Gedeón presenta más excusas: “Señor, ¿cómo libraré a Israel? He aquí que mi familia es la más pobre en Manasés, y yo el menor de la casa de mi padre” (v.15). Antes de criticar a Gedeón notemos que ahora le llama Señor al Ángel, por lo que empieza a entender y ser consciente que está frente a Dios, y empieza a evidenciar fe, aunque débil es verdadera. La excusa de Gedeón es debido a su origen. Israel ha sido empobrecido y él pertenece a una de las familias más pobres de Israel y es el más “pequeño” de su casa. Es como si fuera el más pobre y débil entre los pobres y débiles. Gedeón quería experimentar nuevamente las maravillas del Éxodo, pero había olvidado a quién Dios usó para esa labor: a Moisés; quien se excusó de manera similar diciendo que no era un hombre elocuente (Ex.4:10). En este sentido, Gedeón tiene toda la “pasta” para ser un nuevo Moisés. Es un “don nadie”, un inadecuado. Entendemos que la fe y el orgullo se oponen, Dios mira de lejos a los altivos/orgullosos (Sal.138:6), pero la autocompasión llena de falsa humildad también es un obstáculo para nuestro llamado a vivir por fe. Porque nos miramos tanto a nosotros mismos, que creemos que nuestro relato es lo que nos define, olvidando lo que Dios puede hacer por y en nosotros. Gedeón es un hombre ignorante y débil, pero ante la compasión del Ángel, él debía reaccionar en fe, con valor y esfuerzo; sin excusarse en esa autocompasión engañosa y miserable; que nace del mismo padre que el orgullo: nuestro pecado.
El Ángel nuevamente ignora compasivamente las excusas autocompasivas de Gedeón y le dice: “Ciertamente yo estaré contigo, y derrotarás a Madián como a un solo hombre”. (v.16). Gedeón contaba con la mayor fuerza que existe en todo el Universo, la presencia favorable de Dios. Con estas palabras el Ángel está llevando alivio a la miseria de Gedeón, revelándonos por medio de este ministerio consolador Su identidad Divina. ¿Quién este Ángel? No es el Padre, porque nadie le ha visto (Jn.1:18). Su función es enviar no ser enviado. El Ángel no puede ser el Espíritu Santo, porque no tiene forma corporal. El Ángel, es el Hijo preencarnado, quien con sus visitas anticipa Su obra redentora, mostrando su ferviente anhelo de estar con su pueblo, dando buenas nuevas a los afligidos, confortando los corazones quebrantados y dando fuerzas a los que no tienen ninguna (Is.61:1; 40:29).
Aquí hay un factor numérico importante: “Derrotarás a Madián (horda innumerable de langostas) como si fueran un solo hombre” (v.16). Ante la fuerza de Dios no importaban los innumerables camellos, tiendas ni aliados de los Madianitas: si Dios es por nosotros ¿Quién contra nosotros? (Ro.8:31). El hombre que cuenta con Dios es mayoría. Es que Dios ha dejado claro en la historia de la redención que a él le agrada salvar a través “ministerio de un solo hombre”. Cuando Dios quiso fundar una nación, llamó únicamente a Abraham. Cuando quiso vencer a Faraón, no usó ningún ejército, sino únicamente a Moisés. Un solo hombre, Sansón, mato más filisteos que todos los Israelitas juntos. Por medio de un hombre, Jesucristo, Dios trajo abundancia de gracia y el don de la justicia (Ro.5:17). Dios puede dar ampliar ventajas al enemigo y a pesar de ello derrotarlos. Si tenemos fe en Sus Promesas, tenemos a Dios con nosotros. Si él te manda, Su Fuerza/Gracia alcanzará su propósito en ti. Puedes derrotar a Madián, puedes mortificar tu pecado, porque él está contigo.
La fe de Gedeón progresa, y le dice al Ángel: “Si he hallado gracia ante Tus ojos (mirada), muéstrame una señal de que eres Tú el que habla conmigo” (v.17). Era suficiente lo que el Ángel había revelado. Pero no olvidemos frente a quien estamos: Ante un nuevo Moisés. Gedeón quiere experimentar las maravillas del Éxodo, pero él también está atravesando su propio Éxodo de la fe en esta conversación, quiere saber más de este Dios. En Éx.33:13,19 Moisés tiene la misma petición al Señor: “si he hallado gracia ante tus ojos, te ruego que me hagas conocer tus caminos para que yo te conozca… muéstrame tu gloria”. Gedeón desea lo mismo, experimentar la Gloria de Dios. En el v.18 ruega por paciencia al Ángel para que le espere mientras va en busca de la ofrenda y el Señor lleno de paciencia y misericordia le dice: “Me quedaré hasta que vuelvas” (v.18). El Señor había ignorado la ignorancia de Gedeón, pero esta vez atiende a tu petición, porque cuando un hombre anhela ver la Gloria de Dios él siempre está dispuesto a condescender y darse a conocer.
Gedeón entro en casa, preparó un cabrito, lo sacrifico, coloco la carne en una cesta, hizo un caldo y preparo panes sin levadura. Aquí vemos la fe de Gedeón siendo perfeccionada, porque todo lo que prepara son alimentos para él y su familia, la más pobre de Manasés, pero al igual que otros creyentes del pasado como Abel, Noé o Abraham, él sacrifica lo mejor para el Señor a pesar de su pobreza, reflejando una fe y obediencia genuina. Como dijo David: “No ofreceré al Señor sacrificios que no me cuesten nada” (2 Sm.24:24). Ofrecer otra cosa, va totalmente en contra de lo que significa un sacrificio dirigido por una fe genuina. En un sentido, él está sacrificando al Señor su vida, aquello que lo sustentaba. Este Gedeón es precioso, es un héroe de la fe: “quien por fe, siendo débil fue hecho fuerte” (Heb.11:32,34). Es un Gedeón siendo transformado por gracia en su Éxodo de la fe.
La conversación se convierte en un festín. El Ángel le pide a Gedeón colocar todo en una peña y derramar el caldo. Y ahora el texto nos dice que el Ángel tenía algo en su mano: ¡una vara! Que nos rememora la vara de Aarón, aquella que hizo grandes maravillas en el Éxodo. El Ángel le quiere mostrar a Gedeón que él usara una vara ordinaria para hacer algo extraordinario. Es una ilustración de lo que él hará con Gedeón, hará algo extraordinario de un hombre ordinario. Lo importante no es la vara, sino quien sostiene la vara. Solo sostenidos de él podemos experimentar lo extraordinario de vivir por fe y no por vista. La punta de la vara apenas toco la carne y los panes y fuego subió de la peña que consumiendo todo y el Ángel desapareció de su vista (v.21). Al ver esto, Gedeón exclamo: ¡Ay de mí, Señor Dios! ¡Porque he visto al Ángel del Señor cara a cara! (v.22). El milagro quitó toda duda de delante de los ojos de Gedeón. Su fe y vista fueron refinadas hasta un punto crítico, porque ahora piensa que morirá. Un profundo temor emerge en su corazón al ver que el Ángel que ha percibido durante toda el encuentro como alguien muy humano, ha desaparecido, dejándolo a la deriva. Se da cuenta que ha hablado con Dios y piensa que morirá (Ex.33:20).
La paz no puede obtenerse sin acercarnos a Dios y cuando esto sucede él se acerca a nosotros. Cuando somos citados a la entrevista de la paz bajo el árbol de Dios, huimos de esta conversación y nos derretimos de miedo, porque comenzamos a comprender que a esa conversación llevamos nuestros pecados. Y Dios es muy limpio de ojos para el mal (Hab.1:13). Si en esta entrevista el mirara a nuestros pecados ¿Quién podría mantenerse en pie?* (Sal.130:3). Gedeón, al fin, comprende la predicación del profeta, sabe que frente a él está el Dios del Éxodo y que él no ha obedecido a ese Dios, tiene razones profundas para temer. La paz de Gedeón es precedida de una terrible tormenta. Gedeón no tiene excusas, ya no es autocompasivo, no importa si es el más pobre en Israel, el más rico de los hombres se sentiría de la misma forma. Al fin, se siente verdaderamente indigno e inmerecedor de lo que ha experimentado. Es que solo que han sido convertidos han experimentado y siguen experimentando este santo temor. Jacob dijo: ¡Qué espantoso es este lugar! (Gn.28:17). Job se aborreció a si (Job 42:6); Moisés temió y tembló en extremo (Hb.12:21) e Isaías exclamo: ¡Ay de mí! (Is.6:5). Pero Dios, pero Dios, no quería matar a Gedeón. Si lo hubiera querido matar lo habría dejado en el lagar miserable muriendo a merced de los madianitas. Si Dios quería tu destrucción te habría dejado en el lagar de tu vergüenza, en la condenación de tus propios pecados, en la locura de tu propia vanidad, siendo muerto por tus propios madianitas. Pero Dios no se toma la molestia de mostrarle a un hombre pecador su profunda miseria a menos que tenga el santo propósito de salvarlo.
El Señor, en su gracia vuelve a aparecer y le dice: “La paz sea contigo*. No temas. No morirás” (v.23). Esto es lo que el Señor le dice a cada pobre tembloroso que se aferra a él con el desesperado abrazo de la fe: “No morirás, porque he quitado tu pecado” (2 Re.12:13). “No morirás la muerte segunda, porque el Hijo, el Ángel del pacto se encarnó para vivir la vida de obediencia que no podías vivir y morir la muerte que debías sufrir”. Todo aquel que cree en Jesús: ¡no morirá! Por lo tanto: ¡No temas! Porque no hay condenación para los que creen en Cristo Jesús (Ro.8:1). No temas, porque la vara de la ira de Dios que encendería el fuego de tu condenación, la recibió el Ángel del pacto, quien sufrió los dolores atroces del altar del Calvario y exclamo: ¡Consumado es! (Jn.19:30). La paz que anhelas tener no la encontraras en tu interior, líder o gobierno. Sino que al igual que Gedeón la encontrarás bajo un árbol, bajo el madero de la Cruz, en el altar de Dios, donde el pan del cielo, el pan sin levadura, es decir, el hombre sin pecado se sacrificó por su pueblo. Ahí el Cordero de Dios abolió en su carne y en su sangre toda enemistad, estableciendo la paz (Ef.2:15; Col.1:20). Jesús es Jehová Shalom, el autor y dador de la paz, él es la paz en sí mismo. La paz no es algo, es alguien, no es solo una virtud sino una Persona Divina: Cristo es nuestra paz (Ef.2:14).
El v.24 concluye este encuentro de una forma extraordinaria. Gedeón quien estaba escondido en un lagar termina levantando un altar de adoración a Dios, y llamó a aquel lugar: “El Señor es paz” (v.24). Esto no se lo revelo ni carne ni sangre (Mt.16:17). Al igual que con Jacob el Ángel peleo con Gedeón, una batalla para revelarle su Gloria y vencer su incredulidad, ignorancia, excusas y pesimismo. Dios revelo Su precioso Nombre Jehová – Shalom, no para alimentar la curiosidad teológica e intelectual de Gedeón sino para ayudarlo a entender, reverenciar, amar, confiar y obedecer más al Dios del Éxodo. Porque los nombres de Dios son manifestaciones de Su preciosa Gloria. Ante esa Gloria los hombres deben adorar, deben encenderse como aquel altar y ser consumidos por la Gloria de Dios en la faz de Jesucristo.
En Su nombre “El Señor es Paz” Dios, hoy, nos quiere fortalecer, sostener y santificar. Ese nombre no es sólo para Gedeón, sino para todos los santos de todas las épocas, porque estas cosas sucedieron como ejemplo para nosotros (1 Co.10:6). Is.9:6 dice: “Porque un niño nos ha nacido, un hijo nos ha sido dado y su nombre es: Admirable Consejero, Dios Poderoso, Padre Eterno, Príncipe de Paz”. ¿Necesitas palabras de aliento? Ve al Admirable Consejero, ese es Su nombre ¿Estas débil y cansado? Ve al Dios Poderoso, ese es Su nombre ¿Te sientes huérfano o desamparado? Ve al Padre Eterno, ese es Su nombre ¿Sientes temor y ansiedad? Acude al Príncipe de Paz, ese es Su nombre. Concluyamos leyendo Ap.3:12: "Al vencedor le haré una columna en el templo de Mi Dios, y nunca más saldrá de allí. Escribiré sobre él el nombre de Mi Dios y el nombre de la ciudad de Mi Dios, la nueva Jerusalén, que desciende del cielo de Mi Dios, y Mi nombre nuevo”.