Salmo 126: Grandes cosas ha hecho el Señor

Continuamos con la serie de Salmos peregrinos que corresponden a la sección de los Salmos entre el 120 y el 134, los cuales recopilan los cánticos de los judíos mientras ascendían a sus tres fiestas anuales: la pascua, la fiesta de los tabernáculos y la fiesta de las semanas. Estos Salmos también se denominan “cantos de ascenso” porque ir a Jerusalén implicaba subir más de 750 metros sobre el nivel del mar. Hoy aprenderemos del Salmo 126 de la liberación de los cautivos de Babilonia, su regreso a Jerusalén, las oraciones y sentimientos que los embargaban. Todo peregrino que camina a la nueva Jerusalén también debe apropiarse de estas palabras.

1. Asombrados por una redención inesperada (v.1)

“Cuando el SEÑOR hizo volver a los cautivos de Sion, éramos como los que sueñan(v.1)

¿Cuándo fue la última vez que te asombraste? ¿Cuándo fue la última que te sentiste maravillado a tal nivel que pensabas que lo experimentabas no era realidad sino un sueño? Y más importante aún ¿Cuál fue el objeto de ese asombro? Desde niños crecemos con la capacidad de asombrarnos o más bien con la necesidad de asombrarnos, pues el asombro tiene esas dos dimensiones, es un don y una necesidad arraigada profundamente a nuestro ser. La humanidad busca ser asombrada constante y urgentemente, y eso tiene una razón espiritual: insatisfacción del corazón. Anhelan llenar un vacío tamaño “Dios” (Ecl.3:11) y son atraídos por cosas asombrosas. Por eso es que construimos grandes museos, buscamos conciertos masivos, vacaciones paradisíacas, finales deportivas, viajes místicos por sendas misteriosas, porque el asombro se constituye en una búsqueda de por vida.

Cada nuevo asombro que el hombre encuentra se empequeñece al conocer experiencias más grandes y emerge la apremiante necesidad de encontrar otras que nuevamente vuelvan a cautivar los corazones, así, esa búsqueda moldea la dirección de sus vidas. Pero hay algo que es verdadero en el fondo de estas cosas, y es que Dios creó un mundo asombroso, en su bondad él llenó la creación de cosas maravillosas para deleitarnos: la explosión del trueno, la aurora boreal, la octava maravilla del mundo (las torres del Paine), la belleza de la orquídea, los órganos y sistemas del cuerpo humano. Pero ¿cuál es el objetivo de esas cosas? ¿Hacia dónde apuntan? Paul Tripp dice: “Todo asombro creado tiene el propósito de señalar al Creador”. El Salmo 19:1 lo confirma: “Los cielos proclaman la Gloria de Dios”, es decir, las cosas por las cuales nos asombramos están “asombradas” de su creador, todas las galaxias, estrellas, cometas y partículas que giran alrededor del núcleo atómico dicen al unísono: ¡Dios es Glorioso! Entonces, desde la perspectiva de las Escrituras el asombro es la aceptación gozosa de la siguiente verdad: “soy pequeño y Dios es grande”.

Hasta ahora, solo hemos considerado el asombro que genera Dios en su revelación general, entonces ¿Qué tipo de asombro deberíamos experimentar si él se revela personalmente a nuestra vida? Algunos ejemplos que encontramos en las Escrituras: Isaías queda abrumado por la visión de la santidad de Dios (Is.6); Ezequiel queda postrado ante la Gloria de Dios (Ez.1), el Apóstol Pablo se asombra por la grandeza de la salvación y exclama: ¡Oh profundidad de las riquezas de la sabiduría y de la ciencia de Dios! ¡Cuán insondables son sus juicios, e inescrutables sus caminos! (Ro.11:33). Esto exactamente lo que está sucediendo en este primer versículo, los peregrinos están recordando el sentimiento de asombro de aquellos primeros cautivos que fueron liberados de la cautividad de Babilonia, pues fue un evento inesperado, extraordinario y conmovedor.

El texto dice: “Cuando el Señor hizo volver a los cautivos de Sión éramos como los que sueñan”. Que increíble debió ser para los cautivos escuchar de la boca de Ciro el persa el conquistador de Babilonia las siguientes palabras: “Jehová, el Dios de los cielos, me ha dado todos los reinos de la tierra; y él me ha mandado que le edifique casa en Jerusalén, que está en Judá. Quien haya entre vosotros de todo su pueblo, sea Jehová su Dios con él, y suba (2 Cr.36:23). No era un día más en Babilonia, era un día definitivo, glorioso, esperado, pero a la vez inesperado, había pasado mucho tiempo. Probablemente los creyentes de esa época al escuchar estas palabras experimentaron un silencio abrumador, estaban inundados de asombro, algunos habían pasado casi 50 años cautivos, las lágrimas comenzaron a brotar, el pecho henchido de alegría reunía fuerzas para sostenerse en pie ante tamaña noticia, los más jóvenes, aquellos que no conocían Sión corrieron hacia sus padres y decían: “Dios ha cumplido su promesa”, abrazos compungidos, quebranto mezclado con gozo llenaba los corazones de aquellos judíos y se preguntaban: ¿es esto es verdad? ¿es esto es un sueño? Dios había hecho realidad sus sueños de forma sorprendente y repentina.

¿No fue así con nosotros? Estábamos cautivos del reino de las tinieblas, éramos esclavos del pecado (Rom.6:20), pero un Rey más grande que Ciro el persa se levantó en nuestro favor, el ungido de Dios vino a dar buenas nuevas a los pobres, a sanar a los quebrantados de corazón y a pregonar libertad a los cautivos (Lc.4:18), él vino a nosotros de una forma asombrosa e inesperada, ninguno de nosotros buscaba a Dios y creíamos que nada ni nadie podría sacarnos del pozo cenagoso de pecado hasta que apareció nuestro tierno Jesús, salvador de desesperados, de incapaces, de despiadados y corruptos, y con su mano poderosa nos sacó del reino de las tinieblas a su reino inconmovible. ¿Lo recuerdas? ¿Contemplas ese momento? ¿Lo tienes en tu memoria? En ese momento éramos como los que sueñan.

Por lo tanto, el asombro por la redención que tenemos en Cristo no es un simple recuerdo, no es un accesorio del pasado, debe ser una constante realidad en nuestros corazones. Debemos huir de todo intento de humanizar a Dios y divinizar las cosas de este mundo, es pecado trivializar la Cruz de Cristo, sólo él es digno de nuestro máximo asombro. ¿Cuántas veces hemos cantado: “¡Que maravilla es! Que el Señor me ama a mí”, sin una pizca de verdadero asombro por esa gracia? Eso es resultado de minimizar la obra del Señor y maximizar la fascinación por las cosas de este mundo y debemos arrepentirnos de ese pecado.

Día a día trae a tu memoria las verdaderas del Evangelio, sumérgete en las promesas del Señor, no olvides que si estás en Cristo eres amado a pesar de tu ignorancia, incapacidad e imperfecta obediencia, Dios te ama por los méritos de Cristo y de forma incondicional, acaso ¿ese tipo de amor no es un sueño hecho realidad? ¿no es algo magnifico y sublime? Si esto no te maravilla, asombra y conmueve ¿Qué lo puede hacer?

Debemos determinarnos a vivir de esa manera, a los pies de Cristo contemplando su belleza, permanecer sobrecogidos por su grandeza, fascinados por su sabiduría, conmocionados por su santidad, maravillados por su poder y asombrados por su majestad, ese es el estilo de vida que debemos cultivar, así nos preparamos para la vida eterna, porque cuando haya cielo nuevo y tierra nueva, viviremos de esa manera, eternamente admirados, fascinados y asombrados de las riquezas del Cordero, y si esa vida no te satisface, es porque este mundo aún es tu hogar y tu asombro está en él, aún vives esclavo en Babilonia, amando tus pecados y en lugar de un sueño hecho realidad vives en una pesadilla de insatisfacción total, pero Cristo puede salvar a más cautivos, arrepiéntete y deposita tu fe en el Hijo y en su obra.

Asombrados de la obra del Señor es imposible que vivamos en ingratitud, es una imposibilidad no experimentar gozo continuo, es imposible que leamos las Escrituras y no caer en rendición, en adoración día a día, por esto roguemos incansablemente al Señor por darnos el regalo de un corazón abrumado y asombrado por él.

2. La Doxología del Asombro (v.2-3)  

“Entonces nuestra boca se llenó de risa, y nuestra lengua de gritos de alegría” (v.2)

¿En qué debe desembocar nuestro asombro por Dios? Pues en la doxología, en la alabanza y adoración a nuestro Dios. Todos los ríos del conocimiento de Dios y todo nuestro asombro por su gracia inesperada deben desembocar en el mar de la adoración. Lo que nos muestra este texto es que nuestra admiración por la obra de Cristo queda incompleta sino culmina en adoración, y la adoración nos lleva a su presencia donde “hay plenitud de gozo” (Sal.16:11), es decir, abundante y total gozo. ¿Cómo podemos definir adoración? Salmo 37:4 Deleite (deléitate) en el Señor”. La adoración se lleva a cabo cuando nuestra alegría se centra en contemplar y disfrutar de las perfecciones de nuestro Dios en la faz de Jesucristo.

El gozo de la salvación no es un gozo a medias o fugaz como la que ofrece el mundo, el texto dice que nuestra boca se: llena de risa y de gritos de alegría. ¿De dónde proviene esta capacidad para gozarnos? ¿de nuestras habilidades? ¿de nuestra nacionalidad o simpatía? Pues no, esta capacidad proviene del mismo Señor. Él no es solamente el objeto de nuestro gozo, sino que nos ha dado su “capacidad para gozarnos”: Estas cosas os he hablado, para que mi gozo esté en vosotros” (Juan 15:11). ¿Y qué les había hablado a sus discípulos y a nosotros? Si guardan mis mandamientos permanecerán en mi amor, y si permanecemos en su amor permanecemos en su gozo. Su palabra, su teología, su redención, nos encauza a su gozo, hacia una doxología perfumada por los méritos de Cristo, esa es la única vía de verdadera adoración, en Espíritu y en verdad (Jn.4:23), por medio de él, Heb.13:5 nos dice: “Así que, ofrezcamos siempre a Dios, por medio de él, sacrificio de alabanza, es decir, fruto de labios que confiesan su nombre”.

De pura Gracia hemos adquirido en Cristo un tipo de gozo único, indómito, incomparable e imparable, consideremos esto, Jesús es el ser más alegre del universo: “Has amado la justicia, y aborrecido la maldad, por lo cual te ungió Dios, el Dios tuyo, con óleo de alegría más que a tus compañeros” (Heb.1:9). Ningún ser en el cielo ni en la tierra posee la alegría de Jesucristo, por lo tanto, no hay ningún pueblo más alegre que el pueblo de Cristo, pues somos los herederos legítimos de su gozo, y para comprar ese gozo para nosotros fue a la Cruz: “Jesús, el autor y consumador de la fe, quien por el gozo puesto delante de Él soportó la cruz, menospreciando la vergüenza” (Heb. 12:2). Nuestro Salvador era consciente de su propia recompensa: “Recibir la adoración gozosa de aquellos por los cuales murió para hacerlos felices en Dios”. Si estas en Cristo, valora este gozo, porque fue comprado por el sufrimiento de tu Salvador, aplícalo a tu vida, ¿Estas cansado de tu trabajo presencial u online? ¡El gozo del Señor es tu fortaleza¡; ¿Estas cansado de ejercer tu rol sacerdotal y pastoral en casa? ¡El Señor es tu fortaleza!; ¿Estas afanada por tus labores en casa y la crianza de tus hijos? ¡El Señor es tu fortaleza! No desperdicies este gozo, cultívalo, priorízalo en tu vida. George Müller dijo: “El más importante asunto que debo atender cada día es mantener mi alma gozosa en el Señor, mi vida interior primeramente debe estar alimentada por Cristo, para luego vivir alegremente”. El camino más corto para hundirnos en el pecado es la falta de gozo en Cristo, pero de forma inversa la abundancia del gozo de Cristo en nuestros corazones es el camino hacia un disfrute mayor de la santidad y la gloria de Dios.

La doxología continua, el salmo dice en el verso 2 y 3 “entonces dijeron entre las naciones: Grandes cosas ha hecho el SEÑOR con ellos. Grandes cosas ha hecho el SEÑOR con nosotros; estamos alegres”

La centralidad de esta grandiosa declaración está en lo que Dios hace sobre su pueblo, pues siempre es superior lo que él hace por nosotros que lo que nosotros hacemos por él, su grandeza sobre nosotros es tan veraz, que aún las naciones confirman sus maravillas. Esto es extremadamente consolador para nuestras almas, pues son una cura para la amargura. Constantemente luchamos con pensamientos relacionados a las desatenciones que los demás tienen con nosotros, nos entristecemos pensando en las muchas cosas que los demás podrían hacer por nosotros y no obtenemos, perdemos pasajeramente el gozo de la salvación y nos centramos en el pecado de los demás en lugar del nuestro. Considera lo siguiente ¿puedes contar las decepciones en tu vida? Y al mismo tiempo ¿puedes contar las obras que el Señor ha hecho en tí? Ellas exceden cualquier desatención, amargura o decepción que hayas experimentado, de hecho, tus decepciones son pequeñas, pero las cosas que el Señor ha hecho en ti son grandes.

“Has aumentado, oh Jehová Dios mío, tus maravillas; y tus pensamientos para con nosotros, no es posible contarlos ante ti. Si yo anunciare y hablare de ellos, no pueden ser enumerados” (Sal.40:5) ¿Qué dice el texto? ¿Han disminuido sus favores? ¿Se han dejado de contar? No, el texto dice ¡han aumentado! Sus misericordias nunca han decaído cada mañana se han renovado, su gracia es abundante y sus cuidados sorprendentes, pero recuerda que de todas las grandes cosas que Dios Padre nos ha dado él dio lo más grande: su Hijo. Pensar en estas grandes cosas trae absoluto, consuelo, paz y cura cualquier tipo de insatisfacción que podamos experimentar.

Hay algo que engrandece más las grandes cosas que Dios ha hecho por nosotros y es que él ha escogido a los más insignificante sobre la faz de la tierra para hacer sus maravillas (Dt. 7:7), y esto lo observamos en toda la historia de la redención. Israel era un pueblo pequeño en comparación con los Egipcios, Fenicios o Babilónicos, pero en ellos Dios se engrandeció. Este principio continúa en el ministerio de nuestro Señor, todos aquellos que se presentaron ante él como grandes y fuertes fueron avergonzados, el Señor expuso su pecado y arrogancia, pero en su misericordia él mostro verdadera grandeza al adoptar lo insignificante: niños, paralíticos, leprosos, ciegos, pobres, prostitutas, incapacitados y desesperados. Jesús le dio importancia a lo que el mundo calificaba como intrascendente, entregó compasión y preocupación a los quebrantados que habían sido abandonados por todos, escogió a lo débil, a lo vil, a lo menospreciado, con un solo propósito: “que nadie se jacte” y solo resuene en nuestros labios esta alabanza: “Grandes cosas ha hecho el Señor con/por/en nosotros”. Mal.3:17 dice “somos el especial tesoro de Dios”, pero no somos su tesoro porque en nosotros haya valor, sino porque Cristo nos dio ese valor comprándonos con el más alto precio, el de su sangre, en Cristo tenemos un valor inmerecido. Vivifícate en esto, nuestra alma está entre las cosas preciosas de Jesús, somos joyas de su corona, tú eres precioso para él, si él es precioso para ti, no hay otra cosa que decir: Grandes cosas ha hecho el Señor con nosotros: estamos alegres”

3. Oración por una nueva oleada de Gracia

“Haz volver, SEÑOR, a nuestros cautivos, como las corrientes en el sur” (v.4)

Ahora en el Salmo se presenta una oración. Ya que Dios hace “Grandes cosas” su pueblo de forma individual y comunitaria anhela una nueva manifestación de su gracia redentora, piden restauración y avivamiento. Recordemos que este Salmo trata de la vuelta de los cautivos de Babilonia hacia Jerusalén y no olvidemos que ellos volvieron en oleadas, entonces, lo que piden es el restablecimiento completo de su pueblo.

En el libro Esdras se nos muestra que al llegar a Jerusalén los judíos fueron recibidos con hostilidad por parte de las naciones que circundaban alrededor y probablemente fueron afectados por sequías como se nos cuenta en el libro de Hageo, si bien habían sido libertados de Babilonia los nuevos desafíos están a la vuelta de la esquina. Así, también, es nuestra vida, hemos sido librados de la condenación y el poder del pecado, pero cada día hay batallas que enfrentar y súplicas que realizar. Al igual que estos judíos, el anhelo de nuestros corazones es ser liberados definitiva y completamente, vivimos en un “ya, pero todavía no”, ya pertenecemos al Reino de Cristo, pero aún falta que seamos plenamente restaurados y transformados, por lo tanto, mientras peregrinamos hacia la nueva Jerusalén hacemos nuestra esta oración y también decimos: “Aviva, oh Señor, tu obra en medio de los tiempos” (Hab. 3:2). El Salmista utiliza una figura muy gráfica para que entendamos la petición, el desea que su restauración sea: “como las corrientes del sur, como las corrientes del Neguev”. El Neguev es un desierto ubicado al sur de Palestina y por las condiciones climáticas del verano los arroyos se secan, pero por las lluvias del invierno vuelven a llenarlas, es un espectáculo sorprendente, que trae verdor y vida a toda la flora y fauna, es una imagen que ilustra muy bien una de las caras de la gracia renovadora de Dios, la cual es repentina, inmerecida e inmediata, es exactamente como se muestra aquí: es un don del cielo.

El peregrino anhela que se haga realidad lo prometido en Isaías 43:19: He aquí, hago algo nuevo, ahora acontece; ¿no lo percibís? Aún en los desiertos haré camino y ríos en el yermo. Cuando observamos la obra de Dios en el Éxodo, en la liberación de Babilonia, quedamos asombrados y válidamente podríamos anhelar esas experiencias que son ejemplos que nos animan, pero nuestro Dios que hace “Grandes cosas” se ha comprometido con hacer algo totalmente nuevo, infundir nueva vida de forma permanente en nuestros corazones, no es necesario volver rescribir la revelación del Éxodo para recibir estas misericordias, sino que el pueblo del Nuevo Pacto anhela vivir en la realidad presente del Dios del Éxodo, él nos enseña que siempre hay que vivir de frente con lo que el hará, miramos las maravillas pasadas, sí, pero en la persona de Jesús hay ríos de gracia abundante que deben ser explorados y bebidos por su pueblo para su avivamiento y restauración por medio de la suficiencia bendita de su Evangelio, no son nuevas experiencias místicas, sino que anhelamos vestirnos completamente del nuevo hombre creado según Dios, en justicia y santidad en la verdad, somos nuevas creaciones, y el Señor ha preparado oleadas tras soleadas de gracia para que andemos en novedad de vida (Rom.6:4), para ser transformados a la imagen del Hijo.

Necesitas escuchar esto, porque posiblemente hay áreas en tu vida espiritual que en este momento están en un total desierto, vacías sin agua de vida y necesitas el río de Dios, necesitas esa gracia abundante e inesperada, porque sin ese río restaurador nuestros corazones se comienzan a secar, el verdor en nuestras almas se convierte en sequedades de verano (Sal.32:4), y sin ese río la vida espiritual se extingue. Necesitas volver a tu Señor, quizás necesitas renovar tu arrepentimiento, recuerda que el arrepentimiento es la primera palabra del Evangelio (Mr.1:15). ¿Hace mucho que no pecas o hace mucho que no te confiesas ante el Señor? Porque de seguro lo segundo es la realidad, ¿tu corazón está duro como el barro del desierto del Neguev? Pues el río de Dios puede ablandar ese corazón y traer un arrepentimiento creyente a tu corazón, el Señor quiere que no peques, pero también quiere que te confieses ante él cuando lo has hecho, pide por el don del arrepentimiento, porque como las corrientes del sur el arrepentimiento verdadero es un don de lo alto. Quizás tu vida devocional está marchita y necesitas sumergirte en las aguas de la oración, la lectura y la meditación de las Escrituras, quizás tu matrimonio está árido y sin vida, quizás tu paternidad está pasando por un periodo de ardua prueba, quizás necesitas reconciliarte con un hermano, reiniciar tu vida comunitaria con la Iglesia, quizás has pasado mucho tiempo lejos de tu Señor, pero sea cual sea tu problema la solución es la misma: “Señor haznos volver a ti como las corrientes del sur”. No tenemos otra esperanza sólo que Él mismo nos haga volver de nuestras torpezas, resbalones e incredulidad, haz tuya esta oración mientras peregrinas a la nueva Jerusalén.

4. De lágrimas a gritos de alegría (v.5-6)

Los que sembraron con lágrimas, con regocijo segarán. Irá andando y llorando el que lleva la preciosa semilla; mas volverá a venir con regocijo, trayendo sus gavillas” (v.5-6)

El verso anterior nos mostraba algo que Dios hace por su pueblo, pero ahora el Salmo se centra en lo que nosotros debemos hacer mientras peregrinamos. La ilustración anterior nos mostraba algo repentino, rápido, inmerecido y espectacular, pero ahora tenemos una imagen de una acción que conlleva arduo trabajo, que es lento, sufrido y no tiene nada de espectacular. Creo que todos quisiéramos que nuestra vida cristiana tuviera como centralidad la experiencia del verso 4, pero nuestra vida como peregrinos y extranjeros tiene más relación con estos pasajes.

Hablábamos hace un momento que nuestra adoración y asombro se realizaban con bocas llenas de alegría y gritos de júbilo, pero la tarea de sembrar se realiza con lágrimas, esto no expresa la pérdida del gozo, sino que nos muestra lo duro y doloroso que es esparcir la semilla. Sin lágrimas no hay verdadera siembra, en esta actividad hay tiempo, energía, recursos y sacrificios invertidos, no es una labor cómoda, está llena de fatiga, sufrimiento y amargura. Pregunta a un agricultor si espera a estar contento para salir a cultivar la tierra, él te dirá que debe salir en todo tiempo a cultivar el campo, porque si quiere comer en el próximo invierno debe ir a plantar la semilla esté sufriendo o no, las cosechas no esperan a que nuestras lágrimas se detengan, la tierra no producirá espontáneamente frutos, es nuestro trabajo cultivar el campo que Dios nos ha dado a pesar del dolor que esto implica.

La causa de estas lágrimas es el pecado, maldita es la tierra por nuestra causa, “con dolor comerás” (Gén.3:14), en este mundo no existe tal cosa como un trabajo indoloro, es un recordatorio que todavía no somos un producto terminado y que mientras haya pecado debemos trabajar con lágrimas en nuestros ojos. Ante las dificultades podríamos vernos tentados a dejar de sembrar, naufragar al no ver fruto inmediato y compadecernos de nuestras lágrimas, pero mira lo dice el verso 6: “Ira andando y llorando el lleva la preciosa semilla”, el peregrino sigue andando con lágrimas en sus mejillas sembrando de frente con lo que Dios hará, porque si no es así según Lc. 9:62 no eres apto para el Reino de Dios. No se trata si sentimos el deseo de sembrar o no, debes dejar atrás las niñerías y emociones pecaminosas, somos el pueblo que no anda por vista, sino por fe, pon tus ojos en lo que es valioso, en la preciosa semilla y no en tus lágrimas que no producen la cosecha, no pongas tus afectos en tu sufrimiento mientras siembras, sino en la preciosa semilla de Palabra de Dios que siempre da fruto y en la promesa de una cosecha abundante.

Siembra en la oscuridad, en privado, aunque tengas el corazón roto, aun si tienes deseos de renunciar, en desaliento, en cansancio, a pesar de la ingratitud, de la oposición, de la indiferencia, sigue esparciendo la preciosa semilla. Aún hay mucho trabajo hacer, casas que construir, niños que criar y educar, sermones que escribir, comidas que cocinar, oraciones que elevar, libros que leer, ensayos por realizar, canciones que cantar, iglesias por plantar, hermanos que discipular, misioneros que enviar, corazones que consolar, todos tenemos un campo que sembrar y mientras hacemos todo eso confiamos en esta promesa que “con regocijo segaremos trayendo las gavillas”, la promesa es que no siempre habrá lágrimas sobre nuestros rostros, el Señor asegura que pasaremos de lágrimas a gritos de alegría, él en su gracia da crecimiento y fruto a nuestro servicio imperfecto y la cosecha sobrepasa totalmente nuestras expectativas, los resultados son desproporcionados a la siembra, gavillas por montones y el gozo del cielo sobre nuestras vidas. Mis hermanos de IBGS recuerdan el 2014 estábamos descorazonados, éramos un puñado sin muchos recursos, pero teníamos lo más valioso, la preciosa semilla de la Palabra y fuimos sembrando, y hoy 28 de febrero de 2021 observamos la cosecha, mira las gavillas de gracia a tu alrededor, sin duda podemos decir: “Grandes cosas ha hecho el Señor con nosotros”. Que esto sea un energizante espiritual a nuestros corazones para seguir sembrando: “(IBGS) No nos cansemos, pues, de hacer bien; porque a su tiempo segaremos, si no desmayamos” (Gál.6:9)

Cuando sembramos de esta manera estamos siguiendo las pisadas de quien nos antecedió nuestro Salvador, el varón de dolores, la semilla del cielo se sembró en tierra y murió en aquella Cruz por nuestros pecados, Isaías 53 nos dice que Jehová quiso quebrantarlo sujetándolo a padecimiento y que producto de su sufrimiento, Dios Padre, vio el “fruto/cosecha de la aflicción de su alma quedando satisfecho, el justo justifico a muchos, la cosecha de Jesús por su aflicción somos nosotros, los creyentes de todas las épocas, él tiene una canasta llena de gavillas. Él lloró frente a Jerusalén por su incredulidad, oró en agonía con grandes gotas de sangre en Getsemaní, sembró su vida en el calvario y luego de su resurrección se convirtieron más de 3000 judíos, una cosecha sobrenatural. Por el gozo puesto delante de él por la obtención de millares de gavillas sembró la Palabra en nuestros corazones mientras iba a la Cruz, Jesús sembró, sufrió, murió pensando en ti, para que tú disfrutaras su gozo, el gozo de la cosecha del Rey. Oh amados, es exclusivamente por los méritos de Jesús que ahora sembramos en corrupción, pero resucitaremos/cosecharemos en incorrupción, sembramos en deshonra, pero resucitaremos/cosecharemos en gloria, sembramos en debilidad, pero resucitaremos/cosecharemos con poder (1 Co.15:43).

Y un día ya no tendremos que sembrar más en dolor, ya no habrá más lágrimas en nuestros rostros, porque Dios enjugará toda lágrima, ya no habrá más muerte, llanto, clamor ni dolor (Ap.21:4), porque las primeras cosas habrán pasado, no habrá más pecado y todo será hecho nuevo, estaremos completos, estaremos eternamente alegres, ya no tendremos que pedir por las corrientes del sur porque allá tendremos un río permanente como cristal, limpio de agua de vida, donde disfrutaremos eternamente la cosecha obtenida por nuestro amado redentor.

Mira lo que dice John Bunyan en su libro el progreso del peregrino cuando cristiano está cerca de llegar al paraíso: “Vais a recibir allí consuelo por todos vuestros trabajos, y gozo por toda vuestra tristeza; recogeréis lo que sembrasteis en el camino, a saber: el fruto de todas vuestras oraciones y lágrimas y sufrimientos por el Rey”

Nuestro Dios ha hecho, hace y hará grandes cosas con nosotros.