No se preocupen por el mañana
Domingo 26 de abril de 2020
Texto base: Mt. 6.25-34.
Según cifras difundidas en una nota de prensa de Radio Biobio[1], en Chile más de un millón de chilenos sufre de ansiedad y cerca de 850 mil padecen depresión. Se trata de cifras que preocupan en el sector salud, ya que Chile es el segundo país de la OCDE que más ha aumentado su tasa de suicidios durante los últimos 15 años. De hecho, se estima que en Chile se venden 4 millones de cajas de ansiolíticos o tranquilizantes al año[2]. “El trastorno ansioso es la enfermedad más prevalente, llegando hasta un 25% de las personas”[3], señala el Dr. Juan Andrés Mosca. En tanto, la OMS estimó que alrededor de 260 millones de personas en el mundo sufrieron trastornos asociados a la ansiedad durante 2017[4].
La época en que vivimos cuenta con mayores comodidades que nunca. Disponemos de bienes y servicios que en tiempos antiguos ni siquiera se imaginaron. Nuestra expectativa de vida es la mayor en la historia, y disponemos de distintos avances tecnológicos que nos permiten ahorrar cantidades impresionantes de tiempo en transporte y tareas cotidianas. Sin embargo, la preocupación y la ansiedad siguen con nosotros, echando su manto de angustia sobre la población en general. Muchos se llenan de químicos para poder vivir, tomando pastillas para dormir, para luego tomar cafeína para despertar en las mañanas, pasando por tranquilizantes durante el día para sobrellevar la ansiedad.
Con esto, podemos ver que no se trata de un problema primeramente económico, sino espiritual. Los niveles de prosperidad y comodidades materiales podrán seguir aumentando, pero sabemos que esto no dará verdadera paz a la humanidad. ¿Por qué nos preocupamos? ¿De qué realmente tenemos miedo? ¿Qué es lo que en último término nos angustia y nos quita el sueño? Más allá de estas cosas, ¿Qué es lo que realmente debiese preocuparnos? Este pasaje nos da la clave para entender este asunto, y no trata sólo los síntomas de nuestros problemas, sino que llega al corazón del problema, que es un problema del corazón.
I. Una preocupación sin fundamentos
II. Una preocupación incrédula
III. Lo que debería preocuparnos realmente
I. Una preocupación sin fundamentos
Este pasaje forma parte del conocido “sermón del monte”, donde el Señor Jesús expuso gran parte de los aspectos esenciales de su enseñanza, hablando sobre el carácter de sus discípulos, de nuestra relación con Dios y revelando en qué consiste el reino de los Cielos que Él acercó a nosotros.
El v. 25 comienza con un “Por tanto”, nos remite al pasaje anterior. Allí, Jesús estaba hablando del amor a las riquezas y aclarando que es imposible servir a dos Señores al mismo tiempo, refiriéndose a Dios y a las riquezas. Entonces, lo que vemos acá es una exhortación para no afanarse por el día de mañana, pero entendiendo que esto está relacionado también con la idolatría a los bienes de este mundo.
Esto porque el amor a las riquezas nos hace poner nuestros ojos en las cosas materiales y hace que nuestra esperanza y nuestra alegría dependan de que tengamos esas cosas dentro de nuestras posesiones. Quien vive para estas cosas va a disponer toda su vida a fin de acumular más y más bienes, haciendo lo que sea necesario con ese fin, sea bueno o sea malo. Sin embargo, tal persona nunca podrá disfrutar de verdadera paz, sea rica o sea pobre.
Si es alguien rico, se va a preocupar detener más lo que tiene, y de no perder lo que ya se encuentra en su poder. Muchos se afanan por esto al punto de pelearse con sus familiares, llegando a desconfiar de todo el mundo, transformándose así en personas amargadas y solitarias, Y tantos otros pierden el sueño, o se entregan a distintos vicios para poder soportar la existencia miserable que están llevando. Por otra parte, si son pobres y son codiciosos, vivirán en amargura constante deseando tener más de lo que tienen y aborreciendo su propia existencia.
Lo cierto es que Jesús habla aquí de aquellas necesidades que nos resultan más básicas. Habla de comer, de beber y de vestirse, cosas que nos resultan de importancia cotidiana. Todos los días debemos preocuparnos de estas cosas. Esto toma mayor relevancia cuando sabemos que en tiempos de Jesús muchas personas vivían como jornaleros, es decir, se les pagaba día por día, y su salario alcanzaba para sostenerse esa jornada, pero no aseguraba su sostenimiento para el día siguiente. Desde luego, hoy muchos siguen viviendo así, sin embargo, el punto central es acerca de la ansiedad que genera el día de mañana y la forma en que vamos a cubrir nuestras necesidades más básicas.
Jesús expresamente afirma que la vida vale más o va más allá de la comida, de la bebida, y de la vestimenta. Es decir, "Quien ha provisto lo mayor, esto es, vida y cuerpo, ¿no dará también lo que es menos, esto es, alimento, bebida y vestido?" (Hendriksen). O, en palabras de la Escritura, "El que no escatimó ni a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no nos dará también con él todas las cosas?" (Ro. 8:32). Esto implica una confianza cotidiana en nuestro Padre. Nuestra fe debe ser renovada cada día sobre estas cosas.
Pero el Señor no se queda con esto. Él quiere que meditemos realmente en este asunto. Para eso, nos llama a considerar seriamente la creación y apreciar como Él es quien la sostiene. El Señor Jesús realiza una serie de preguntas retóricas, esto quiere decir que son preguntas cuya respuesta es obvia y qué están hechas para demostrar lo evidente que es un punto. En este caso, si consideramos las preguntas que Jesús plantea, veremos que realmente es una muestra de incredulidad muy grande cuando desconfiamos del cuidado que el Señor tiene de nuestra vida.
A través de estos ejemplos de la creación, nos demuestra en primer lugar que esta ansiedad ignora el cuidado de Dios sobre su creación.
Nos llama a considerar las aves. Ellas no realizan actividades como la agricultura ni cuentan con centros de almacenamiento como los graneros, lo que les permitiría acumular alimento no sólo para el día presente sino para el futuro. Ellas se alimentan de lo que cada día puedan encontrar. Y aquí nos topamos con una declaración maravillosa: es el Señor quien las alimenta. No solo eso, Jesús intencionalmente le llama "vuestro Padre Celestial", con lo que nos está diciendo que aquél que nos ha adoptado como hijos y que nos ha llamado a la comunión con él, es quien sustenta personalmente a estas aves, siendo que ellas son inferiores a nosotros. Como nota aparte, aquí vemos que se echa por tierra completamente la ideología animalista que pone en un mismo nivel al ser humano y al resto de las criaturas. Lejos de eso, el Señor afirma que nosotros valemos mucho más que las aves, y es que por una parte llevamos la imagen de Dios como ninguna otra criatura la lleva, y además de eso, hemos sido redimidos en Cristo y adoptados como sus hijos.
Entonces, parafraseando a Jesús: “si las aves, que no pueden en realidad hacer planes con anticipación, no tienen razón para preocuparse, entonces ciertamente vosotros, seguidores míos, dotados de inteligencia, de modo que podéis pensar en el futuro, no deberíais estar llenos de temor. Además, si Dios aun provee para estas criaturas bajas, cuánto más cuidará de vosotros que fuisteis creados a su misma imagen” (Hendriksen).
De igual forma, el Señor Jesús nos invita a considerar con mucho cuidado a los lirios del campo. Una traducción más precisa, sería las flores del campo. Ellas crecen sin supervisión humana, de manera silvestre. Por supuesto, las flores no cuentan con una industria ni tecnología textil, sin embargo, ni siquiera un rey tan esplendoroso como Salomón pudo llegar a vestirse con tanta gloria como una de estas flores. Esto considerando que Salomón fue el rey qué más esplendor alcanzó en la historia de Israel. El vestido más hermoso de Salomón, en el mejor de los casos era apenas una imitación y derivado de lo que en la naturaleza sale de la mano de Dios, una belleza original que no puede ser igualada (Hendriksen).
El mismo Dios que alimenta a las aves, es el que también viste a estas flores. Y no sólo les ha dado un vestido cualquiera, sino que los ha llenado de una notoria hermosura, y esto lo ha hecho con una hierba que crece en el campo y que tiene una existencia muy pasajera, tanto así que se usa para describir lo efímera que es la vida humana. Las flores que en un momento llenan el campo con sus colores, luego servían como combustible para la cocina en los hogares. Entonces, ¿Cuánto más se preocupará de vestir a sus propios hijos redimidos por la sangre de Jesús?
El mismo Cristo nos asegura que el Padre hará mucho más en favor nuestro y reprende nuestra falta de fe cuando nos angustiamos por estas cosas, desconfiando de que nuestro Padre va a tener cuidado de nosotros.
Lo que Jesús enseña aquí es coherente con lo expuesto en el Salmo 104. Tristemente, muchos hoy tienen un concepto de Dios deísta, es decir, sostienen que Dios ha creado el universo pero que no interviene en él. En contraste, la Biblia presenta a un Dios que está en Gobierno de su creación e interviniendo activamente cada día en ella. Es el Señor quién renueva la faz de la tierra sosteniendo la vida en ella y alimentando a sus criaturas.
Esta ansiedad no sólo ignora el cuidado de Dios sobre su creación, sino que en segundo lugar es inútil, ya que implica angustia por lo que no está en nuestro manejo, lo que está fuera de nuestro control. Esto se refleja aquí con la idea de la estatura. Por más que nos preocupemos y nos angustiamos, no podremos forzarnos a crecer físicamente por el hecho de desearlo con fuerzas. Eso es algo que está fuera de nuestro manejo.
Pero la traducción más probable de este pasaje es que nadie puede añadir un día a su vida, por mucho que se angustie. Esto transmite la idea de que cada día de nuestra vida está contado y depende de la voluntad del Señor. Por tanto, aunque nos afanemos, nuestra existencia en la tierra está determinada y no pasará del límite que Dios le ha puesto. "Nuestra vida está completamente en las manos de Dios. Ni todo el afán del mundo hará que continuemos en la tierra un minuto más de lo que Dios ha señalado" (J.C. Ryle).
Cualquiera sea la traducción que escojamos, el punto es el mismo, y es que resulta inútil que nos angustiemos por aquellas cosas que están en la sola voluntad de Dios. Por lo demás, cuando nos afanamos por estas cosas, lo que estamos diciendo es que no confiamos en el Gobierno que Dios ejerce sobre el mundo. Creemos que nosotros podríamos hacerlo mejor que él, o por lo menos pensamos que Él se puede equivocar, que puede errar el camino y guiarnos en una dirección incorrecta. Cualquiera de estas opciones refleja una triste incredulidad e insulta el carácter de nuestro buen Dios y padre celestial.
II. Una preocupación que refleja incredulidad
En el versículo 31 el Señor Jesús reafirma lo que viene diciendo como una especie de conclusión, afirmando entonces que no debemos llegar a angustiarnos pensando en cómo vamos a satisfacer nuestras necesidades en el futuro. Pero ahora agrega un elemento nuevo: los gentiles son los que se angustian por estas cosas, queriendo decir con esto que los incrédulos, aquellos que no están en el pacto de Dios, son los que viven en su oscuridad y en su muerte espiritual afanándose por estos asuntos sin saber cómo van a ser sostenidos. Ellos no tienen este "Padre Celestial" a quien confiar sus vidas y su cuidado, y están en completa ignorancia sobre las realidades espirituales y la verdadera vida que se encuentra sólo por medio de Cristo. Todo lo que tienen para aferrarse son las cosas materiales, y lo que dirige sus vidas son sus deseos y sus pasiones terrenales.
En contraste, Cristo asegura que es el Padre quien ya conoce que nosotros tenemos necesidad de estas cosas. Notemos que el Señor Jesús vuelve a utilizar la expresión “vuestro Padre” para indicar el rol que el mismo Dios asume en favor nuestro. Esto nos recuerda el pasaje que está un poco más adelante en este sermón del monte: “¿Qué hombre hay de vosotros, que si su hijo le pide pan, le dará una piedra? 10 ¿O si le pide un pescado, le dará una serpiente? 11 Pues si vosotros, siendo malos, sabéis dar buenas dádivas a vuestros hijos, ¿cuánto más vuestro Padre que está en los cielos dará buenas cosas a los que le pidan?” (Mt. 7:9-11).
Consideremos que el apóstol Pablo escribe a Timoteo, diciendo: “si alguno no provee para los suyos, y mayormente para los de su casa, ha negado la fe, y es peor que un incrédulo” (1 Ti. 5:8). Esto implica que aún los incrédulos, es decir, aquellos que todavía están en la muerte espiritual y sumergidos en la condenación de sus pecados, incluso ellos se preocupan de proveer para su casa y de que sus hijos estén bien alimentados y vestidos tanto para el calor como para el frío. Entonces, cuando nosotros dudamos de la provisión y el cuidado de Dios, estamos pensando del Señor como si Él fuera peor que aquellos que están muertos en sus pecados y en las tinieblas de sus corazones.
Si usted sabe que su hijo tiene necesidad de algo, ¿No se preocupara de satisfacer esa necesidad? Si usted siendo pecador no sería capaz de dejar a su hijo desatendido, ¿Cuánto más el que se llama nuestro “Padre Celestial” se preocupara de satisfacer las necesidades de aquellos a quienes ha tomado por hijos?
"Que el cristiano pruebe que tiene más claridad en luz y conocimiento, mostrando fe y contentamiento. Cuando perdemos a quienes amamos, "no debemos entristecernos como los que no tienen esperanza". Cuando somos tentados por los afanes de esta vida, no debemos estar ansiosos en exceso como si no tuviéramos Dios ni Cristo" (J.C. Ryle).
Hay dos formas de ver el mañana como incrédulos: una es jactarse del día de mañana (Stg. 4) y preocuparse por el día de mañana. Ambas actitudes vienen de la misma raíz, y es vivir la vida sin tener en cuenta al Señor, sin estar sometidos a su Señorío ni dependiendo de su poder. Los no creyentes pasan de una actitud a la otra constantemente, y nosotros como discípulos nos vemos constantemente tentados a lo mismo.
Entonces, preocuparse por el mañana de esta forma siempre es malo. Desde luego, esto no significa que no debamos planificar, ahorrar o ser precavidos. Todo lo contrario, la Escritura habla en contra de negligencia y la improvisación en cosas relevantes. Lo que significa es que no debemos angustiarnos por la incertidumbre de lo que ocurrirá, ni debemos poner nuestra vista en las cosas materiales para encontrar en ellas el contentamiento, sino que debemos confiar en el cuidado y la provisión del Señor, quien es fiel y guardará sus promesas.
Recuerda que el maná sólo servía para el hoy, nadie podía guardar para el día siguiente. Dios no nos da hoy fuerzas hoy para afanarnos por el mañana. Nos da fuerzas para afrontar el día que nos ha concedido en su gracia. "No sabemos lo que ocurrirá mañana. Sólo podemos estar seguros de esto: si el mañana trae una cruz, Aquel que la envía, puede también enviar la gracia para cargarla, y así lo hará" (J.C. Ryle).
Lo cierto es que la razón por la que nos angustiamos demostrará dónde está nuestro corazón, “Porque donde esté vuestro tesoro, allí estará también vuestro corazón” (Mt. 6:21). La pregunta aquí realmente es, ¿De qué tenemos miedo? ¿Cuál es nuestro mayor temor en la vida? ¿Es a vivir en la miseria? ¿Es sufrir un dolor o aflicción, por ejemplo, el hambre? La respuesta que demos a estas preguntas revelará lo que creemos. Te dará un retrato de lo que piensas sobre la vida, y quién es tu D(d)ios.
Como padre, ¿Qué pensarías si tu hijo constantemente duda de tus reales intenciones de cuidarlo y hacerle bien? Como hijo, ¿Crees que honrarías a tus padres si constantemente pones en duda el amor de ellos hacia ti y si crees que ellos realmente no te cuidarán como deben? Bueno, cuando nos entregamos a estos temores estamos diciendo al Señor que realmente no confiamos en Él como nuestro Padre. No creemos en su amor, ni en su bondad ni en su fidelidad.
El día de mañana traerá su propio afán y su propio mal. Quien se preocupe por el día de mañana que no conoce, se afanará el doble o el triple, debido a que ya tiene que atender la preocupación del día que está viviendo, pero además le agrega la angustia por el mañana que no ha llegado, y que no se sabe lo que traerá. Y a pesar de toda esta preocupación, no resolverá absolutamente nada de lo que se encuentra en el futuro.
"Nuestra ansiedad no nos quita las aflicciones del mañana, solo nos quita las fuerzas del hoy" (Spurgeon).
"La única manera correcta de proveer para el mañana sin al mismo tiempo preocuparse es cuidar que hoy día se obedezca la amonestación del v. 33" (Hendriksen).
III. Lo que de verdad debería preocuparnos
El Señor no se queda en decirnos solo que no debemos hacer si no también nos dice que debemos hacer, de qué debemos preocuparnos, lo que debemos procurar y en ese sentido, nos llama a buscar primeramente el Reino de Dios y su justicia. Alguien podría malinterpretar esto y pensar que el no afanarse por el mañana y buscar el Reino de Dios significa entonces que debemos abandonar nuestras labores cotidianas y volvernos algún tipo de monjes, retirándonos de la vida en esta tierra y esperando que el Señor nos alimente.
Por el contrario, buscar el Reino de Dios tiene que ver justamente con anhelar que la voluntad de Dios sea hecha en la creación y esto se relaciona no sólo con nuestra salvación individual, sino con que se haga la voluntad de Dios en todas las áreas de la vida del hombre en la tierra.
Claramente, esta búsqueda del Reino se relaciona ante todo con querer entrar en él, es decir, con recibir la salvación. En ese momento el Señor nos hace partícipes de las bendiciones del reino y ya no somos enemigos de este Rey, sino que somos puestos bajo su cuidado. Pero no sólo se relaciona con el momento inicial de la salvación, sino también con reconocer la ley de este Rey, que es Su Palabra, y con el deseo de que esa palabra sea aceptada por todos como la ley universal. Y esto no solo como un deseo en general de que su ley sea obedecida, sino también nosotros mismos poniendo nuestra vida por entero para que la Palabra de Dios sea hecha en nosotros y en nuestro entorno.
Esto se traduce en que debo buscar que Dios sea reconocido como rey en mi vida incluyendo lo más íntimo, partiendo por mis propios pensamientos, y también aquellas acciones que nadie ve sino Dios mismo. Es allí donde comienza la búsqueda del Reino de Dios, y se relaciona con lo que el apóstol Pablo dice cuando afirma: “llevando cautivo todo pensamiento a la obediencia a Cristo” (2 Co. 10:5).
Y esa búsqueda del Reino de Dios que inicia en nuestros propios corazones, desde allí debe impactar toda nuestra vida, lo que involucra todas nuestras relaciones personales, así como la forma en que vemos el trabajo y en que asumimos nuestras labores diarias, reconociendo que también en esto adoramos a Dios. Pasa también por la forma en que vemos a nuestras autoridades civiles y nuestro rol como Iglesia en la sociedad, y por la manera en que disfrutamos de las bendiciones y placeres de esta vida. En fin, lo involucra todo. Se trata de:
"… de reconocer a Dios como rey en sus corazones y vidas, y de hacer todo lo que les sea posible para que otros puedan reconocerle como rey también en sus corazones y vidas, y en toda esfera: la educación, el gobierno, el comercio, la industria, la ciencia, etc." (Hendriksen).
Notemos el “Padre Nuestro”, que es la oración modelo que Jesús enseña a sus discípulos para que ellos oren. Allí se pide: “Venga tu reino. Hágase tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra” (Mt. 6:10). La petición por la venida del reino de Dios implica necesariamente que su voluntad sea hecha en la tierra, tanto como es obedecida en el Cielo. Es decir, que la tierra sea un reflejo de lo que ya es el Cielo.
Por tanto, no sólo debemos procurar buscar este reino en nuestras propias vidas, aunque claramente es allí donde inicia todo para nosotros. Pero también debemos proclamar este reino, llamando a todas las personas para que se sometan a él, incluyendo por supuesto a las autoridades. Notemos bien aquí el punto. Buscamos que las personas se sometan, que no es lo mismo que someterlas nosotros mismos por nuestros medios. La Escritura deja claro en 2 Co. 10 que nuestras armas no son carnales, es decir, humanas o terrenales, sino espirituales.
Fijémonos que el último testimonio que se da del Apóstol Pablo, fue este: “Y habiéndole señalado un día, vinieron a él muchos a la posada, a los cuales les declaraba y les testificaba el reino de Dios desde la mañana hasta la tarde, persuadiéndoles acerca de Jesús, tanto por la ley de Moisés como por los profetas… Y Pablo permaneció dos años enteros en una casa alquilada, y recibía a todos los que a él venían, 31 predicando el reino de Dios y enseñando acerca del Señor Jesucristo, abiertamente y sin impedimento” (Hch. 28:23, 30-31). ¡Que de nosotros se pueda dar el mismo testimonio! Esto es un reflejo claro de lo que significa buscar primeramente el reino de Dios.
También implica que debemos ver la historia como avanzando hacia un fin, y es que Cristo será reconocido como Rey y Señor, que toda lengua confesará que Él es Señor y toda rodilla se doblará ante Él. Buscar su reino significa desear que ese momento llegue, y orar para que así sea, para que Él venga y establezca su reino sobre todo, que todas las cosas sean llenas de su gloria.
Entonces, buscar su reino tiene que ver con una visión completa de la vida, con una comprensión de nuestra existencia en la tierra, que nace de la Palabra y que persigue que Dios sea honrado y glorificado en todas las cosas, sabiendo que un día llegará a ser así no sólo entre los cristianos, sino que toda la Creación será rendida a los pies de nuestro Señor.
Y es Él quien promete que, mientras buscamos esto, mientras nos entregamos por entero a este fin, Él mismo irá añadiendo lo que necesitamos. Fijémonos que aquí no habla de lujos. A diferencia de lo que muchos predican hoy, el Señor no está prometiendo que los cristianos serán millonarios. Lo que promete es que no nos dejará ni nos desamparará, que Él nos sostendrá mientras ponemos nuestra esperanza en Él, y encontramos en Él nuestra felicidad.
Notemos nuevamente el Padre Nuestro: el “venga tu reino” viene antes del "danos hoy nuestro pan de cada día". Ese debe ser el orden de prioridades. Por eso es que dice “buscad primeramente el reino de Dios”.
Por el contrario, cuando Jesús alimentó a los 5000, ellos lo buscaron frenéticamente, pero no porque querían que viniera su reino, sino porque querían los panes y los peces que Él podía darles. Ante esto, el Señor los confrontó diciéndoles: "De cierto, de cierto os digo que me buscáis, no porque habéis visto las señales, sino porque comisteis el pan y os saciasteis. 27 Trabajad, no por la comida que perece, sino por la comida que a vida eterna permanece, la cual el Hijo del Hombre os dará; porque a éste señaló Dios el Padre" (Jn. 6:26-27). Entonces, ¿Puede Jesús alimentarnos? Sí, claro que puede. Pero no debemos buscarlo primeramente por las cosas que puede darnos, sino venir a Él porque Él es digno, porque Él es rey y deseamos que su reino sea establecido.
Por eso el falso evangelio de la prosperidad no es más que un insulto contra el Señor, porque los adherentes a esa doctrina no son más que una multitud de codiciosos que quieren entrometerse en la soberanía de Dios con su práctica de declarar y decretar, y porque no desean al Señor por lo que Él es, sino por lo que Él puede darles, como si fuera un genio en la botella. Cuidémonos para no caer en este error tan espantoso.
Consideremos, entonces, que el angustiarse por el día de mañana tiene que ver con vivir para este mundo, para los bienes que éste nos ofrece, con pensar que se trata de nosotros, de preservar nuestra vida y de una existencia sin Dios, donde estamos entregados a nuestra propia suerte. El antídoto para eso es buscar el reino de Dios, que es la única forma de pensar correctamente en el mañana, sin caer en jactarse del futuro ni tampoco en angustiarse por lo que ocurrirá. Es buscando el reino de Dios que entenderemos nuestro lugar en la creación y en la historia, y ante todo nuestra posición ante el Señor. Es en ese empeño que podremos ser llenos de paz, alegría y esperanza verdaderas, sin importar si enfrentamos días buenos o malos.
“Sean vuestras costumbres sin avaricia, contentos con lo que tenéis ahora; porque él dijo: No te desampararé, ni te dejaré; 6 de manera que podemos decir confiadamente: El Señor es mi ayudador; no temeré Lo que me pueda hacer el hombre” (He. 13:5-6).
No hay lugar intermedio, o vivimos como incrédulos, o vivimos buscando el reino de Dios. Busca primero el reino de Dios, y Él será quien añadirá todo lo que necesitas.
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https://www.biobiochile.cl/noticias/vida-actual/cuerpo-y-mente-sanos/2019/10/04/alarmantes-cifras-de-salud-mental-en-chile-un-millon-de-personas-sufre-ansiedad-y-850-mil-depresion.shtml ↑
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https://www.uss.cl/newsletter-uss/2015/09/23/4-millones-de-cajas-de-benzodiacepinas-se-venden-en-chile-al-ano/ ↑
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Ibíd. ↑
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https://www.elmundo.es/vida-sana/mente/2019/01/05/5c2f2d4221efa0826c8b45f1.html ↑