Nuestro Dios: Destructor y Restaurador (Nah.2:1–13)

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Introducción: A primera vista pensaríamos que los conceptos de destrucción y restauración no son compatibles, pero conviven muy cotidianamente. Cuando se debe llevar a cabo un trabajo arquitectónico de conservación, se debe destruir todo aquello que está inutilizable y conservar y restaurar todo aquello que es irremplazable y de rico valor. Para hacer un plantío se debe desarraigar toda la maleza, destruirla, para luego plantar la semilla y conservarla para que dé fruto. Para poder enseñar cualquier aprendizaje se deben “destruir” todos los conceptos erróneos, conservar y fortalecer los correctos, para luego, continuar construyendo conocimiento. El ministerio de nuestro Dios es de destrucción y restauración. En Jr. 1:10 se nos dice que Dios: “arranca, destruye, arruina y derriba naciones” con el fin de “edificar y plantar” a Su pueblo para su propia Gloria y sus benditos propósitos. Ese es el cuadro que el profeta Nahúm hoy nos presenta: la destrucción de sus enemigos y la restauración de Su pueblo.

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1.La Destrucción de los Destructores (vv.1, 11-13)

El cap.1 de Nahúm dio una explicación teológica del juicio de Dios al describir la severidad y bondad del Señor, y su relación con las naciones, colocando como ejemplo a Asiria. Pero el cap. 2 coloca el foco en la destrucción de su capital: Nínive. El profeta describe su caída de forma épica, poética, clara y elocuente. Resulta fácil olvidar que Nahúm está describiendo eventos futuros. No olvidemos que él nos está presentando una visión dada por el Señor (Nah.1:1). Su narración es impactante, dramática y casi cinematográfica, es como si estuviera en el campo de batalla. En circunstancias normales, los Ninivitas esperarían poder defenderse sin demasiadas dificultades, pero la invasión de la alianza enemiga había sido decretada por Dios y es inevitable. El Señor está detrás de estos acontecimientos en la historia, porque la historia del mundo es la historia de la redención. El texto inicia con una advertencia: “El destructor ha subido contra ti” (v.1). Esta frase hace se refiere a las fuerzas aliadas de babilonios, medos y escitas que subirían contra Nínive. Pero en segundo orden y definitivo, es una referencia al Señor Soberano, como Rey Guerrero que se levanta contra sus adversarios a destruirlos.

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Ahora, ¿Por qué Dios destruye una nación que él uso como instrumento para disciplinar a Israel? Dios es libre de elegir a cualquier nación para cualquiera de sus propósitos. El profeta Isaías, por ejemplo, nos dice que el Señor llama a Asiria y a Egipto comomi pueblo… obra de mis manos… mi heredad” (Is.19:25), poniendo de manifiesto su relación con todas las naciones. Isaías describió a Asiria como “la vara” de la ira de Dios para disciplinar a Israel (Is.10:5). Pero, la motivación de Dios ¿era la misma que la de Asiria? Isaías nos enseña lo siguiente: “Castigaré el fruto del corazón orgulloso del rey de Asiria y la ostentación de su altivez. Porque ha dicho: Con el poder de mi mano lo hice, y con mi sabiduría, pues tengo entendimiento ¿Ha de enaltecerse el hacha sobre el que corta con ella? ¿Ha de engrandecerse la sierra sobre el que la maneja?” (Is. 10:12–13, 15). Dios utilizó a Asiria para disciplinar a Israel, pero, al mismo tiempo, esta nación era responsable de sus motivaciones pecaminosas. Alec Motyer explica acertadamente: “Sólo existe un Agente en el Universo que hace todo bien….El holocausto asirio no se ‘desencadenó’ por sí solo en el mundo. Fue enviado y dirigido por Dios donde se merecía”.[1]

Esto es una advertencia para todas las naciones. Para China, EE.UU, Reino Unido o el mismo Israel. Podemos “simpatizar” con el derrocamiento de crueles dictadores, como por ejemplo, Saddam Hussein; y anhelar la liberación de naciones donde nuestros hermanos son oprimidos, pero eso no quiere decir que esas naciones no sean responsables por sus actos de violencia y sus propios pecados. EE.UU y los aliados acabaron con el imperio Nazi, pero al mismo tiempo es responsable del genocidio nuclear en Japón. Dios humilla a una nación y exalta a otra. Y Dios es fiel a Su pacto. Él prometió a Israel darles una tierra, pero también había prometida dársela a un pueblo obediente. Debido a que el Israel del Norte se desvió del pacto, Dios usó a Asiria para disciplinarlo, pero ahora, le juzga por su soberbia, maldad y arrogancia, pues ningún pecado queda impune ante el Señor.

El gran pecado de todos los inquisidores de ayer y de hoy, no radica solamente, en su insensibilidad y ensañamiento, sino sobre todo, en el sacrilegio de usurpar una función que pertenece exclusivamente a Dios (Rom.12). Sólo Dios tiene el derecho Santísimo, Justísimo y Sapientísimo de aplicar Su justicia al ser el Soberano de la historia (Dt.7:10). Solo él es capaz de introducir correctamente la violencia a Su providencia: “Yo he dado órdenes a mis consagrados…he llamado a mis guerreros, a los que se regocijan de mi gloria, para ejecutar mi ira (Is.13:3). Dios usa hombres malos para castigar a otros hombres malos. Que Dios use soberanamente la violencia del hombre es una medida de emergencia, y en el caso de Asiria, es una emergencia temporal para proteger a Judá y ejecutar sus designios. El problema de la violencia no es que simplemente sea algo radical, sino que la violencia de los hombres trata de eliminar los síntomas del pecado sin poder curarlo. La violencia del hombre delata su propia debilidad, inseguridad e ineficacia. Solo el evangelio es capaz de quitar el cáncer del pecado de este mundo. Y el reino de Dios que un día terminará violentamente con todos los reinos de este mundo no puede ser adelantado por medio de la violencia (Jn.18:36).

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En este ámbito Dios muestra Su infinita sabiduría. Y es que Dios permitió que Asiria arrasara al Israel del Norte. Pero para Judá proveyó otro castigador, Babilonia, que era tan terrible como Asiria, pero con características diferentes. Asiria arrasaba y se mezclaba con los pueblos conquistados, en cambio Babilonia conquistaba, pero para ellos era una bajeza mezclarse con los conquistados. Dios proveyó un nuevo báculo de su ira contra Judá, pero de tal forma, que la simiente dentro de Babilonia pudiera conservar la línea de descendientes de donde vendría el Salvador y guardar su fe (Ro.11:33). Con la llegada del Mesías y el cumplimiento del pacto, se hace innecesario la preservación o la extinción de un pueblo en particular, pues no existe la necesidad de preservar a una “simiente, sino que él preserva a Su pueblo de todas las naciones de la tierra. Cristo ya nos fue dado, nuestra salvación no depende de una nación, sino de la fe en el Señor. Esperamos la última y decisiva manifestación de la ira de Dios (Heb.1:1; 1 Pe.1:20). En esa espera, venzamos el mal con el bien, ejerciendo el ministerio de la reconciliación del evangelio del Cristo sobre todas las naciones (2 Co.5).

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Cuando el Señor le dice a Nínive: Monta guardia en la fortaleza, vigila el camino; fortalece tus lomos, refuerza más tu poder” (v.1). Es como si fuera un púgil invitando a su contrincante a prepararse porque sabe que le derrotara. Es la terrible risa de Dios que precede a la destrucción de sus enemigos: El que se sienta como Rey en los cielos se ríe, el Señor se burla de ellos. Luego les hablará en su ira, y en su furor los aterrará” (Sal.2:4-5). Dios no se agita ante los intentos de los hombres de hacerle frente. Imagina a un grupo de indígenas tratando de atacar la Casa Blanca o el Pentágono con sus flechas y arcos. ¿Acaso eso no es ridículo? Eso es justamente lo que describe Nahúm. Dios le canta burlescamente a sus enemigos y les pregunta en el v.13: “¿Dónde está la guarida de los leones?”. ¿Dónde ha ido a parar la fuerza y el poder salvaje de los asirios? (v.11). La imagen del “león” era propiedad de los asirios. Se encontraba frecuentemente en su cultura, en relieves de piedra encargado por sus reyes para ilustrar sus conquistas. El rey Senaquerib alardeó diciendo: “Rugí como un león”. Este pueblo compartía junto al león el deseo y placer predatorio. Destruían naciones como leones, las vaciaban y saqueaban, con el propósito de sustentar su guarida llena de leoncillos y preparar a nueva generación de depredadores. Nínive era la guarida de (estos) leones” (v.11), donde los leoncillos se alimentaban y tenían su refugio. Pero esa seguridad y ausencia de temor (v.11b) se obtuvo con los medios más crueles y sería revocaba para siempre.

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Toda la dinastía de “leones” quedará destruida. El devorador será devorado. El destructor será destruido. El rugido de Dios los aniquilará (Am.3:8). Los “leones de este mundo” han intentado ridiculizar a Dios y aniquilar a Su tórtola, Su pueblo (Sal.74:19). Pero Nahúm promete algo consolador “no se oirá más la voz de tus mensajeros” (v.13). ¿Recuerdan a Senaquerib la semana pasada en la lectura de 2 Re.19 enviando sus mensajeros para burlarse del rey Ezequías y del Señor? Dios silenciara la arrogancia burlona de aquellos que se oponen a él y nos vindicará. Si alguno destruye el templo de Dios, Dios lo destruirá a él, porque el templo de Dios es santo, y eso es lo que vosotros sois (1 Co.3:17). Quien toca a la Iglesia toca a Dios. Todas las uniones humanas de este mundo serán destruidas, pero la Novia de Cristo jamás será destruida, aunque a veces parezca pequeña, siempre triunfara porque está escondida en la roca eterna que es Cristo. Los hombres podrán montar guardia, vigilar el camino, y reforzar su poder, pero Dios viene en el camino con su ira en el torbellino. ¿Él es tu Padre o tu destructor?

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2.Dios destruye los refugios de los hombres (vv.3-10)

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Nahúm expone la destrucción de todos los recursos (refugios) que los asirios tenían: su fuerza militar, riquezas y dioses. Su ejército contaba con escudos rojos como el carmesí y vestidos escarlatas que simbolizaban lo sanguinario de sus conquistas (v.3). Uniformarse de esa manera era una táctica psicológica contra sus enemigos, porque al momento de ser heridos su sangre no se distinguiría entre sus vestiduras. Eso confundiría a sus contrincantes y no desanimaría a las tropas. En el campo de batalla hay un gran caos. Se detallan los carros furiosos por las calles, los cuales centelleaban con la luz del sol y tronaban como si fueran relámpagos moviéndose a toda velocidad. El Dios destructor se acuerda del grande y del pequeño en Su juicio, hace vulnerables a cada uno de ellos, incluyendo a aquellos “nobles” que hicieron tropezar a Su pueblo (v.5). Todos merecían ser castigados, pues la memoria de Dios nunca falla. Eso es bueno para Su pueblo y es malo para sus enemigos. La estrategia de las fuerzas invasoras fue inundar parte de la ciudad abriendo las “compuertas de los ríos” (v. 6a). El sistema de defensa del río Tigris, tenía como propósito garantizar la seguridad de Nínive. Pero este acabó siendo el punto débil que dio entrada a los enemigos y condujo al colapso del “palacio” el cual se llenó de terror (2:6b). Nínive fue el estanque de agua que daba de beber a todas las naciones desde la antigüedad, pero, ahora se desbordaba (v.8). Los Ninivitas trataban de escapar del enemigo que se encontraba a sus puertas. Sus líderes intentaban evitar el éxodo gritando “¡Deténganse! ¡Deténganse!”, pero nadie se dio la vuelta (v.8b). Sus habitantes están aterrorizados: “Los corazones se derriten y las rodillas tiemblan; hay también angustia en todo el cuerpo, y los rostros de todos han palidecido”. (v.10). Es que ante la ira de Dios ¿Quién puede mantenerse en pie? (Ap.6). Los rostros fieros de los asirios mudan de color y palidecen; y sus antiguos colores se desvanecen. Ya no son rojos, están blancos y tiemblan como una hoja de papel. Antes, espantaban a los demás, pero ahora parecen ridículos. Han cosechado lo que han sembrado. Dios no respeta reputaciones. Él mira el corazón, no la fuerza exterior y el corazón de Nínive debía ser castigado por su altivez. En Su paciencia espero hasta el colmo de la maldad de este pueblo, y luego aplico Su ira, que como molino los está destruyendo fina y eficazmente.

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Ningún poder militar puede hacer frente al poder del Señor. Aunque las naciones tengan un poder nuclear inconmensurable ninguno frustrara los propósitos del Señor sobre Su Pueblo. La fuerza y la violencia del hombre no son verdadero poder. En esto debemos recordar que nuestras luchas no se ganan "por el poder ni por la fuerza, sino por Su Espíritu (Zac.4:6) Nuestra esperanza no descansa en el tamaño de nuestra fuerza, sino en el gran poder de nuestro Dios. La gracia puede hacerse cargo de todas nuestras debilidades, pero cuando pensamos que somos fuertes, tenemos poco interés en ella y sucumbimos. Las batallas que debemos librar en este mundo son espirituales: Pues aunque andamos en la carne, no luchamos según la carne; porque las armas de nuestra contienda no son carnales, sino poderosas en Dios para la destrucción de fortalezas (2 Co.10:3-4). Nosotros no tenemos escudos rojos bañados de sangre, tenemos el escudo de la fe con la Sangre del Cordero, no estamos vestidos de escarlata, sino que estamos revestido de la coraza de justicia de Cristo, no tenemos lanzas de ciprés, sino la espada de La Palabra (Ef.6). El mundo podrá tener un arsenal de armas, pero en el día de la angustia, no le salvarán. El pueblo que conoce a Su Dios se mostrará fuerte en Dios y actuará con las armas de la gracia (Dan.11:32).

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En medio del caos lassirvientas gimen como palomas, golpeándose el pecho” (v.7). Lloran la caída de su ciudad, que es su “señora y golpean su pecho en señal de resignación. Estas mujeres trabajaban en los templos de los dioses asirios, muy probablemente en el templo de lamadre y señora” de asiria, la diosa Ishtar. Sus gemidos se debían a que su “diosa” y Asiria, ambas, les habían fallado, porque ambas eran realidades gemelas, estaban abrazadas en su destino. Estas doncellas habían consagrado toda su vida a un dios que en realidad no podía salvarlas y terminaron defraudándolas. Su decepción nos recuerda las palabras del Salmista: Los ídolos de ellos son plata y oro, obra de manos de hombre (Sal.115:4). En el día de la angustia, los ídolos de este mundo no son un refugio, pues son cosas creadas que no tienen vida ni poder para salvar. Pero, tristemente, tienen el poder de deformar y destruir la imagen de Dios en nosotros y volvernos como ellos. Siempre terminamos transformándonos en aquello que adoramos: “Se volverán como ellos, los que los hacen, y todos los que en ellos confían (refugian) (Sal.115:8). Aquellos que han hecho de los ídolos su refugio comparten Su destino: serán destruidos. Cuídate del poder destructor de los ídolos, recuerda la advertencia del Apóstol Juan: “Hijitos, cuidaos de los ídolos” (1 Jn.5:21)

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La invasión a Asiria implico su saqueo (v.9). La riqueza que ellos robaron otros se las quitaron. Todo ese capital sin “límitedesapareció (vv.9-10). Aquello que les costó sangre, conquistas y guerra se desvaneció de un momento a otro. Acumularon muchos tesoros, pero no eran ricos (Lc.12:21). Se embriagaron en sus riquezas y olvidaron su necesidad de la gracia salvadora. Es que las riquezas, como una anestesia, pueden aliviar temporalmente nuestros dolores, pero no son la cura del pecado. Cuando creemos que el dinero es nuestro refugio ejerce un poder terrible sobre nuestros corazones y pasa a poseernos, en lugar que nosotros lo poseamos. El dinero es algo bueno, pero cuando colocamos nuestra esperanza en ellas tienen la capacidad de mentirnos. Jesús habló en Mt.13:22 del “engaño de las riquezas” el cual nos susurra al oído contantemente: “Yo soy tu seguridad, yo soy tu esperanza. Yo hago posible la buena vida”. Examínate en este ámbito y pregúntate estas cosas ¿Con qué sueldo te sentirías seguro? ¿En qué país, comuna y casa te sentirías verdaderamente protegido? ¿Qué nivel te vida aseguraría tu felicidad? Las riquezas no son un refugio. Solo Dios es bueno y una fortaleza en el día de la angustia (Nah.1:7). Las palabras del apóstol Pablo nunca han parecido tan relevantes: “no pongan su esperanza en la incertidumbre de las riquezas, sino en Dios” (1 Ti.6:17). Dios es rico (Sal.50:10.12) y él da según sus riquezas (Ef.1:7; Tit.3:6). Y sus riquezas son gratuitas, se compran sin dinero (Is.55:1). No porque sean baratas, son invaluables. Solo el incalculable valor de la sangre del Cordero pudo comprar la gracia para Su pueblo. Jesús se hizo pobre para nosotros fuésemos enriquecidos (2 Co.8:9). No olvidemos las palabras del Apóstol Pedro no fuisteis redimidos…. con cosas perecederas como oro o plata, sino por la sangre de Cristo (1 Pe.1:18-19). Por más valiosas y preciosas que sean las riquezas de este mundo no pueden sacarnos de la esclavitud del pecado. Lo creado, no puede redimirnos. Redimir” quiere decir poner en libertad al pagar un precio. Ninguna riqueza puede poner en libertad al pecador perdido, sólo la sangre de Jesucristo.

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Nínive al igual que Babel quedódispersa, vacía, desolada y desierta (v.10). Toda su astrología, medicina mágica, ocultismo, su orgullo y cultura idólatra están sepultadas. Su destrucción nos recuerda la futura caída de Babilonia, en donde Dios preparara la nueva morada en lanueva creación”. Aquellos que amen los recursos de esta tierra, la hayan hecho su refugio, compartirán el mismo destino de ella: serán vaciados, desolados y hechos un desierto en la segunda muerte que es el lago de fuego. Nunca más podrán disfrutar del sonido de un arroyo, del sabor de las fresas, de un amanecer ni una noche estrellada porque cada don del cielo le será arrebatado. El mundo ofrece un poder fútil, pero Cristo es poder y sabiduría de Dios, el mundo ofrece riquezas pasajeras, pero Cristo es la riqueza de Dios para Su pueblo, el mundo ofrece múltiples dioses, pero Cristo es el Dios Hombre que rescató a Su pueblo. Cada ciudad de este mundo será desolada, cada eco de Babel será destruido, pero la ciudad de Dios permanece para siempre. Ella no tiene muros y nunca será saqueada, no habrá necesidad de escudos, corazas ni flechas porque no habrá enemigos. Esa ciudad es eternamente rica, porque tiene en Su trono a la perla de Gran precio que es Cristo nuestro Señor.

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3.La restauración de Judá (v.2)

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Al mismo tiempo que Dios destruye a sus enemigos él restaura a Su pueblo. Como se ha dicho anteriormente: no hay salvación completa si Dios no destruye aquello que amenace a Su pueblo. Nahúm anuncia: “Porque el SEÑOR restaurará la gloria de Jacob como la gloria de Israel, aunque devastadores los han devastado y destruido sus sarmientos (v.2). Judá había experimentado privaciones, sufrimientos y desesperanza debido a la ocupación Asiria. Sus viñas fueron arrasadas y le fueron quitados sus medios para sustentarse (v.2) con el fin de alimentar a los leoncillos de la guarida de Nínive. Pero, ahora, Dios mismo, se encargaría de restaurarles y darles verdadera gloria. El símbolo de la restauración de sus sarmientos” en el texto es muy profundo. ¿Recuerdan a Jonás a las afueras de Nínive esperando su destrucción? Él estaba angustiado y enojado porque la preservación de Nínive significaba la destrucción de un Israel que no quería arrepentirse. Dios proveyó para Jonás una planta para que le hiciera sombra y él se alegró grandemente (Jon.4:6). No solo porque tendría un “aire acondicionado” personal, sino porque el símbolo de una planta que crece en el desierto, que florece y prospera era un símbolo poderoso para avivar sus esperanzas con respecto a Israel, porque Israel siempre fue caracterizado como el plantío del Señor (Sal.44:1-2; Sal.80; Is.61:3). Pero esa planta sería devorada por un grotesco gusano. De la misma forma Israel sería devorado por los asirios. Pero ahora, en el libro de Nahúm el Señor promete restaurar su viña. Él preservó un remanente en Judá y con ello la vigencia del pacto. Haría brotar un retoño del tronco de Isaí, un vástago cuyas raíces darían fruto y en el cual reposaría el Espíritu Santo (Is.11:1-2). Mira lo dice Is.53:2 acerca de Jesús: “Creció delante de Él como renuevo tierno, como raíz de tierra seca. La Gloria de Israel es Su Mesías Salvador, quien surge de un sarmiento a punto de extinguirse, pero que Dios preservó para restaurar las bendiciones dadas a Abraham y David y bendecir a todas las naciones de la tierra. El libro de Isaías del 8 al 11 relaciona el nacimiento de un Niño Redentor con la ruina de Asiria y la bendición de Israel, porque la ruina de los enemigos de Dios es la salvación de Su pueblo.

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Nahúm toma la vida de Jacob para ilustrar la restauración de Su pueblo. Jacob representa a ese antiguo hombre engañador que con todas sus imperfecciones quiere ser restaurado por gracia. De la misma forma, el Señor promete tomar a Judá, con toda su pequeñez, debilidad, torpeza y engaños para transformarla en Israel, en donde se cumplirían todas sus promesas. ¿Qué fue lo que sucedió con Jacob? El (ángel) le dijo: ¿Cómo te llamas? Y él respondió: Jacob. Y el hombre dijo: Ya no será tu nombre Jacob, sino Israel, porque has luchado con Dios y con los hombres, y has prevalecido (Gn.32:27-28). Recordemos que Jacob está a punto de encontrarse con Esaú, su hermano, quien quiere vengarse de él por robarle la primogenitura. Jacob tenía miedo, de su propia muerte y la de toda su familia (Gn.32:11). Misma situación que estaba sucediendo con Judá en el tiempo de Nahúm. Dios salió al encuentro de Jacob para luchar con él. Pero esta no era cualquier lucha, porque como hemos visto en el libro de Nahúm nadie puede contender contra Jehová de los Ejecitos. Jacob no podía vencer, a menos que Dios mismo, como un Padre amoroso, se dejará vencer frente a un hijo impotente moderando su fuerza. Como dice Juan Calvino:Dios con una mano lucha con nosotros, pero con la otra mano nos ayuda… porque, aunque ligeramente se nos opone, nos provee fuerza invencible para prevalecer…”. El profeta Oseas cuenta que Jacob: Venció al ángel, y prevaleció; (con) lloró y ruegos” (Os. 12:4). La batalla se dio en medio de súplicas y humillación, con Jacob entregado a la misericordia de Dios, entendiendo que ninguno de sus recursos engañadores podría hacerle frente a Dios. Sino que se entrega a los recursos de la gracia. En el día de la angustia, Jacob hizo de Dios Su refugio, se aferró a su bondadoso y fiel adversario en busca de apoyo y de su bendición: “No te soltaré si no me bendices” (Gn.32:26). El Señor hirió a Jacob en el eje su fuerza, en su muslo, donde se encontraba su estabilidad: (él) había dependido de su ingenio y fuerza, pero ahora sus poderes naturales están inutilizados. Todos sus futuros pasos le recordarán su dependencia de la gracia divina" (Biblia de Estudio de La Reforma). Nadie puede prevalecer ante Dios con los recursos de este mundo. Judá no prevaleció ante Asiria por su poder militar o riquezas, sino por el poder de la bendición de Dios en sus promesas. Es que la autosufiencia es contraria a la obra de Dios. Solo la fe en Cristo vence al mundo.

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Dios lucha contra las naciones, pero también lucha con su propio pueblo. Pero no para nuestra destrucción, sino para nuestra restauración. Si eres como Jacob, un necesitado de refugio, Dios saldrá a tu encuentro en el día de la angustia, del miedo e incertidumbre; cuando te sientas naufrago de su gracia y misericordia. Pero ese encuentro no será como tú esperas o deseas. Pues en un principio, Dios, tu mejor aliado, puede verse como tu adversario incitándote a que luches con él, para que con súplicas, ruegos y llantos te aferres a las promesas que él ha dado en Su Palabra. Para que hagas de Dios tu fortaleza en el día de la angustia y dependas totalmente de Su gracia. Los imperios usan la violencia física para vencer, pero el pueblo de Dios usa otro tipo de violencia para vencer (Mt.11:12). Dios nos llama a ser violentos, valientes y decididos para amar la verdad, para rogar Su misericordia, para ponernos Su armadura y humillarnos ante Su poderosa mano.

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Los violentos como Jacob, ya no caminan igual, se han encontrado con Dios y han sido cambiados, tienen nueva vida y un nuevo nombre. Dios promete tomarnos como “Jacob”, con todas nuestras limitaciones y debilidades, y convertirnos en “Israel”, en Su Iglesia, en Su novia, limpiándonos, purificándonos y restaurándonos: ..todos con el rostro descubierto, contemplando como en un espejo la gloria del Señor, estamos siendo transformados en la misma imagen de gloria en gloria” (2 Co.3:18). En el antiguo pacto, los Israelitas miraron a un mediador imperfecto como Moisés, donde vieron la gloria de Dios de forma externa, al ver su rostro resplandeciente (Ex.34:29). Pero nosotros vemos con el rostro descubierto toda la gloria y la revelación de Dios en Cristo. Ya no hay un intermediario, sino que en Su Palabra, como en un perfecto espejo, vemos como Dios nos está transformando interiormente de Gloria en Gloria a la imagen de Su Hijo por Su Palabra y Espíritu. No olvidemos que nos convertimos en lo que adoramos. Los asirios fueron moldeados por sus propios ídolos y sucumbieron como ellos. Pero nosotros adoramos a Cristo, el Dios verdadero, y viendo Su gloria, semana a semana, somos transformamos por Su Espíritu y un día llegaremos a ser semejantes a él: Cuando él se manifieste, seremos semejantes a él porque le veremos como él es” (1 Jn.3:2). Un día ya no tendremos que luchar más, no habrá más ruegos, suplicas ni batallas, porque no habrá enemigos, pecado ni muerte, las cosas viejas, incluyendo este mundo habrán pasado y seremos como Cristo y la restauración de Su pueblo habrá culminado y disfrutaremos Su Gloria para siempre. Porque somos el pueblo que ha luchado con Dios y ha prevalecido por gracia.

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  1. Gordon Bridger, Abdías, Nahúm y Sofonías: La bondad y la severidad de Dios, trad. Loida Viegas, 1a edición, Comentario Antiguo Testamento Andamio (Barcelona; Grand Rapids, MI: Andamio; Libros Desafío, 2015), 174.