Sámec: Bajo el juicio de Dios (Salmo 119:113-120)

Serie: Salmo 119 - Refugiados en su Palabra

Domingo 28 de enero de 2024

Introducción

El día de hoy continuaremos meditando en torno al Salmo 119, siguiendo la serie titulada “Refugiados en su Palabra”. Como ya hemos visto anteriormente, el Salmo 119 posee 22 secciones; una por cada letra del alfabeto hebreo, y hoy estaremos revisando la sección número 15, que corresponde a la letra mec.

Hoy nos detendremos en los versículos del 113 al 120 y estaremos revisando un contraste entre los justos que aman la Palabra de Dios, y los impíos que rechazan someterse a las Escrituras, además de cómo Dios ejerce su juicio sobre los hombres.

Para comenzar, quisiera que tuvieran en mente que en esta sección encontramos un quiasmo. Probablemente se está preguntando qué es un quiasmo y qué importancia tiene saber esto. Un quiasmo es una figura literaria que se encuentra con cierta frecuencia en las Escrituras, y podríamos decir que el que exista un quiasmo nos indica que el texto tiene una estructura en particular, esta estructura es algo así como una especie de sándwich, con una rebanada de pan, luego el contenido del sándwich, y luego para cerrar, otra rebanada de pan.

Siguiendo esta estructura, en este salmo primero se nos presenta las características de dos tipos de hombres, luego en el centro encontramos el clamor del justo, y finaliza volviendo a estos dos tipos de hombres, pero se nos presenta el destino de estos hombres. Con esta estructura en mente, vamos a recorrer estos versículos a través de 3 enunciados: Un contraste entre el justo y los hipócritas, El clamor del justo y El justo juicio de Dios.

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1.Un contraste entre el justo y los hipócritas (vv. 113-115)

Esta primera sección del salmo comienza presentando un contraste. En primer lugar, encontramos un tipo de hombre que frecuentemente es identificado en las Escrituras bajo diferentes títulos: aquí es llamado como el hombre hipócrita”. Nos detendremos un momento describiéndole a la luz de este salmo.

a)El hombre hipócrita (v. 113a): Aborrezco a los hipócritas”.

En nuestro contexto cuando llamamos “hipócrita” a alguien, generalmente es porque esa persona dijo algo o de alguna forma se comprometió a algo con nosotros y terminó haciendo todo lo contrario. Esa persona “me falló”. Pero para este salmo, no pensemos que el salmista se siente defraudado por un compromiso que hicieron con él y está tratando de echarle en cara eso a alguien, como podría pasar con nosotros. En este caso el uso de la palabra “hipócrita” tiene un significado más profundo.

La idea detrás de la palabra “hipócrita” es la misma que expresa Santiago 1:8 cuando habla del “hombre de doble ánimo”. La versión “Nueva Traducción Viviente” nos permite ver otro matiz (v113a): “Detesto a los que tienen divididas sus lealtades”. Con esto, la hipocresía que denuncia el salmista no se trata de un maltrato que él recibió, sino que se está refiriendo a aquellos que no le dan a Dios la lealtad que Él merece.

Como vimos anteriormente, con la estructura de esta porción de las Escrituras, estos hombres desleales también son identificados como: “malhechores” (v. 115a), como “los que se desvían de los estatutos del Señor” (v. 118a), y también como los “impíos” (v. 119a). Son malhechores porque practican la maldad, y viven practicando la maldad porque se han “desviado de los estatutos del Señor”, en su corazón no tienen como prioridad obedecer a Dios, aunque el Creador es Dios de todas las criaturas, estos hombres rechazan su señorío. La forma visible en la que es rechazado el señorío del Creador sobre sus vidas es ignorando lo que Dios ha establecido: su Palabra, sus estatutos. El rechazar la Palabra de Dios nos transforma en impíos y es la definición que las Escrituras dan sobre lo que realmente es ser malvado.

b)Una descripción del justo (v. 113b): “Pero amo Tu ley”.

Luego, a través del salmista encontramos la descripción de un hombre justo. El salmista abre su corazón en esta porción, y con esto vemos los afectos y las prioridades correctas: el salmista ama la Palabra del Señor (v. 113b “Pero amo tu Ley, v. 119b “Por tanto amo tus testimonios”).

El año 2023, una encuesta entregada por Ipsos presentó que en Chile cerca de un 60% de la ciudadanía se declara como “cristiana”, pero al revisar cuantos de ese 60% de “cristianos” se congregan, cuantos oran fuera del lugar de reunión, o cuantos leen su Biblia el porcentaje se reduce dramáticamente.

Es probable que usted haya escuchado a muchas personas decir “yo creo en Dios, pero no creo en la iglesia” o “yo creo en Dios, pero no confío en lo que dice la Biblia porque fue intervenida y eso lo escribieron hombres religiosos”, o incluso: “yo creo en Dios, pero a mi manera”. Si al mismo tiempo, estas personas no están leyendo sus Biblia entonces ¿cuál es el Dios en el que creen? En el fondo, muchos no tienen ningún problema con llamarse “cristianos”, siempre y cuando eso no limite su supuesta libertad. Esto es porque al hombre natural no le gusta que Dios le diga cómo debe vivir su vida.

Desde Adán y Eva que anhelamos “ser como dioses” (Génesis 3:5), ser independientes y libres para tomar nuestras propias decisiones. Por esto, cuando el hombre se encuentra con la Palabra de Dios y ve que Dios no solo le da sugerencias o recomendaciones, sino mandatos que deben ser obedecidos, ocurre un quiebre y sale a la luz la rebelión de nuestro corazón.

Como contraste de esta rebelión natural, vemos en el salmista y en los hombres que son llamados justos en la Biblia un profundo amor por la Palabra de Dios. Jesús dijo en Juan 14:15: “Si ustedes me aman, guardarán Mis mandamientos”. El amor a Dios, el amor a Cristo, nunca está despegado del amor a la Palabra. El fruto que dan los que han sido salvados y son llamados pueblo de Dios es que se someten voluntariamente al señorío de Dios, y reconocemos que Dios es Señor de nuestras vidas cuando nos sujetamos a lo que Él ha mandado en su Palabra. Jesús es Salvador y Señor, y nunca ha sido ni será solo un Salvador sin ser también Señor de los que salva.

El justo también se aleja de los caminos de los malvados (v. 115a “Apártense de mí, malhechores”). El Salmo 1 presenta muy bien al justo, Salmo 1:1-2: “¡Cuán bienaventurado es el hombre que no anda en el consejo de los impíos, Ni se detiene en el camino de los pecadores, Ni se sienta en la silla de los escarnecedores, Sino que en la ley del Señor está su deleite, ¡Y en Su ley medita de día y de noche!”. El justo se deleita en la Palabra y al mismo tiempo se aparta de los que practican la maldad.

Jesús en su oración sacerdotal en Juan 17 (Juan 17:15-18) declara que nosotros estamos en el mundo y hemos sido enviados al mundo, pero, aunque estamos en el mundo no vivimos como vive el mundo, tenemos un entendimiento de las cosas que el mundo no tiene, tenemos una esperanza que el mundo no espera y tenemos un refugio seguro que el mundo no considera. Por esto mismo es que resulta esperable que nuestras amistades y relaciones más profundas sean establecidas con los que tienen nuestra misma esperanza.

Este deseo que “se aparten de mí los malhechores” (Salmo 119:115a) es porque el salmista identifica el peligro de formar vínculos profundos con incrédulos. Cuando tenemos profundos vínculos con otras personas, sin darnos cuenta tenemos la tendencia de validar sus principios y su forma de vivir y muchas veces, sin darnos cuenta, vamos dándonos ciertos permisos con estas personas que terminan llevándonos a la destrucción. Por eso el salmista quiere apartarse de estos malhechores “para que guarde yo los mandamientos de mi Dios” (Salmo 119:115b).

Con esto, el salmista busca mantenerse firme esperando en las promesas de Dios, confiando en que Dios será un refugio y escudo en el día malo (v. 114).

2.El clamor del justo (vv. 116-117)

Luego de este contraste que veíamos en los primeros versículos, el salmista presenta un clamor al Señor en donde reafirma su confianza en las promesas del Señor

a)Una declaración de dependencia (ser sostenido).

Los versículos 116 y 117 comienzan con la misma petición: “Sostenme”. Pero no pensemos que el salmista hace esta petición porque duda del cuidado de Dios, sino que es un clamor a Dios para que recuerde lo que ha prometido. Anteriormente el salmista dijo (v. 114b): “En tu Palabra espero”, y ahora (v. 116) declara que sabe que Dios ha prometido sostenerle: “Sostenme conforme a tu promesa”. El salmista le está pidiendo a Dios que recuerde lo que ha prometido. La Escritura está llena de ejemplos que nos enseñan a clamar a Dios de esta manera, apoyándonos en las promesas de Dios.

Daniel 9 es un ejemplo de esto. Daniel fue un hombre que experimentó el exilio de Israel en Babilonia. Dios juzgó al pueblo debido a su infidelidad al pacto y les sacó de la tierra que habían recibido sus padres, pero junto con este juicio, Dios a través del profeta Jeremías les anunció que el exilio duraría 70 años (Jeremías 29:10). Ahora, vemos el ejemplo de oración en Daniel 9:1-3, donde se nos dice: “En el año primero de Darío, hijo de Asuero, descendiente de los medos, que fue constituido rey sobre el reino de los caldeos, en el año primero de su reinado, yo, Daniel, pude entender en los libros el número de los años en que, por palabra del Señor que fue revelada al profeta Jeremías, debían cumplirse las desolaciones de Jerusalén: setenta años. Volví mi rostro a Dios el Señor para buscarlo en oración y súplicas, en ayuno, cilicio y ceniza.”. Es decir, aunque Dios había prometido que los israelitas volverían a su tierra luego de 70 años, Daniel tomó esa promesa y clamó a Dios para que cumpliera lo que había anunciado.

Dios se complace cuando usamos su Palabra para orar, y cuando oramos con las Escrituras podemos tener absoluta seguridad en que Dios nos dará lo que pedimos, porque Él lo ha prometido. Por eso, cuando nuestro corazón está inquieto y tembloroso lo mejor que podemos hacer es clamar a Dios, recordando sus promesas. Cuando oramos con las Escrituras Dios no solo se agrada de nuestra dependencia buscando su ayuda, sino que también se agrada de nuestra fe depositada en las promesas que Él ha dado.

El salmista está pidiendo ser sostenido en la meditación de la Palabra de Dios (v. 117b): “que continuamente preste atención a Tus estatutos.”. Él no solo ama la Palabra de Dios, sino que el deseo de su corazón es mantenerse continuamente reflexionando en torno a la Palabra, “prestando atención” (v. 117). Amamos la Palabra de Dios no solo porque es un reflejo del carácter y la gloria de Dios, sino que también porque la Palabra de Dios nos permite caminar seguros.

b)Beneficio de la Palabra: la vida y seguridad

En el versículo 116a, el salmista pide ser sostenido meditando en la Palabra de Dios “para que viva”, y versículo 117a quiere ser sostenido “para estar seguro”.

En el ministerio de Jesús, Juan 6:66 nos relata que muchos de sus seguidores se apartaron de Él a partir de una de sus enseñanzas y Jesús les pregunta a sus discípulos: ¿Ustedes también se quieren ir? (Juan 6:67) a lo que Pedro le da la conocida respuesta: “«Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna. Y nosotros hemos creído y sabemos que Tú eres el Santo de Dios»”. Pedro dice “nosotros hemos creído”, y para creer el mensaje de salvación nuestros ojos deben ser abiertos, y cuando nuestros ojos son verdaderamente abiertos a la verdad de la Palabra sabemos que no importa donde vayamos no encontraremos la verdadera vida fuera de la Palabra, ni fuera de Cristo, quien es la Palabra encarnada.

c)Tentación a avergonzarse de esperar en Dios

Ahora, podemos declarar nuestro amor hacia la Ley del Señor y podemos hacer de esa Ley nuestro deleite y confianza, pero el salmista es consciente de una fuerte tentación con la que luchan los creyentes: la vergüenza. Como ya lo ha dicho antes, los que no sujetan sus vidas al señorío de Cristo frecuentemente tiene una actitud orgullosa, y muchos de ellos no tienen problema en burlarse de la esperanza que guardan los creyentes. Frente a esta tentación de sentir vergüenza, el salmista le pide a Dios ayuda para no ceder en su confianza en las promesas de Dios (v. 116b): “no dejes que me avergüence de mi esperanza”.

No son nuestras circunstancias actuales las que nos permiten descansar en las promesas de Dios, sino que descansamos en Dios y en lo que ha prometido porque Él es inmutable y todopoderoso; es inmutable para no modificar sus promesas, y es todopoderoso para cumplir sin ningún problema todas lo que ha dicho.

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3.El justo juicio de Dios (vv. 118-120)

Anteriormente, revisábamos en los primeros versículos de este pasaje el contraste entre los que aman al Señor y a su Palabra, y los que tienen su “lealtad dividida” y no se someten a Dios. Luego revisamos un poco del corazón del salmista, y para cerrar este quiasmo o sándwich, volveremos a ver cómo se relaciona el juicio de Dios con los rebeldes y con los justos.

a)El juicio de Dios sobre los rebeldes.

Cuando es tratado el tema del juicio de Dios sobre los hombres es frecuente que muchos se incomoden. Incluso en ambientes evangélicos suele ser uno de los temas que ha muchos no les gusta. Algunos enseñan que hablar de que Dios juzga a los hombres es hasta exagerado. ¿Cómo Dios va a andar juzgando personas si Él nos ha dado libre albedrío para vivir como queramos? Sinceramente no tengo idea de qué significa para esas personas el libre albedrío ni de qué parte de su Biblia sacan esa enseñanza.

El Espíritu Santo en Romanos 3:10-11 nos dice queNo hay justo, ni aun uno; No hay quien entienda, No hay quien busque a Dios.” y versículo 23 lanza una declaración absoluta y terrible: “Por cuanto todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios”. El estar destituido de la Gloria de Dios implica también que el juicio de Dios está sobre cada uno de los hombres que han nacido en esta tierra. Hay un creador al cual hemos deshonrado porque hemos rechazado someternos a su Palabra.

A pesar de lo que enseñan estos pasajes, en nuestra mente el infierno pareciera más un problema para otros, y nunca para nosotros mismos. Muchas veces podemos llegar a imaginar un lugar neutral entre Dios y sus enemigos, es decir, por un parte hay un grupo de personas especialmente malas que merecen el castigo de Dios y por otra parte hay otro grupo de cristianos que leen y viven lo que enseña la Biblia, y pareciera que entre estos dos grupos es donde se encuentra la mayoría de personas con las compartimos cada día: personas que, aunque no se someten a las Escrituras, tampoco son tan malos, en nuestra mente siempre hay gente mucho peor que si merece el castigo.

Hermanos, frente al juicio de Dios no hay un terreno neutral, es toda la humanidad la que ha caído y es toda la humanidad la que necesita reconciliarse con Dios. Por una parte, el salmista aborrece a los hipócritas (v. 113a “Aborrezco a los hipócritas), pero esto no solo es el sentir del salmista, sino que también lo que ha declarado Dios. En el Salmo 5:5 el Señor declara que aborrece a todos los que hacen iniquidad”, y otra vez en Salmo 7:11 dice que “Dios es juez justo, y Él está airado contra el impío todos los días”. Dios aborrece a los hombres que no se someten a sus mandamientos.

Leamos Romanos 1:25,28: “Porque ellos cambiaron la verdad de Dios por la mentira, y adoraron y sirvieron a la criatura en lugar del Creador, quien es bendito por los siglos. Amén. (…) Y así como ellos no tuvieron a bien reconocer a Dios, Dios los entregó a una mente depravada, para que hicieran las cosas que no convienen”. Salmo 119:118 nos dice que DiosHa rechazado a todos los que se desvían de Tus estatutos”. Parte del juicio de Dios contra los impíos es que Dios les da la espalda, les rechaza, y permite que sean confundidos y avergonzados.

El Salmo 73:18 señala que a los impíos Dios los pone “en lugares resbaladizos; Los arroja a la destrucción”. Los impíos “quitados como basura/escoria de la tierra”. (v. 119), son removidos de la tierra como si se tratara de impureza.

En Mateo 13 Jesús presenta la parábola del trigo y la cizaña donde expresa de otra forma lo que vemos en nuestro pasaje: Dios ha determinado un día en el cual juzgará a los hombres, y cuando eso ocurra los hijos del Reino de los cielos disfrutarán a Jesucristo, el gran Rey, mientras que los hijos del reino de las tinieblas que no se someten a la Palabra recibirán el pago de su maldad y arderán como la cizaña.

b)¿Quién es en verdad justo?

Este salmo nos presenta dos tipos de hombres y te plantea una pregunta: ¿Cuál de estos dos hombres te describe mejor?

¿Eres alguien que siempre ama la Palabra de Dios y buscas someter cada aspecto de tu vida a ella? ¿Es el Señor siempre el primer lugar a donde corres para encontrar descanso en Él? ¿Cuándo abres tus ojos cada mañana y antes de cerrarlos en la noche corres siempre a buscar al Señor en oración y la Palabra de Dios está siempre en tu mente?

¿Puedes estar tranquilo de que no eres parte de esos hipócritas que tienen un corazón dividido entre confiar en Dios y confiar en ellos mismos en su día a día? ¿Puedes decir que tú no eres de los que “se desvían de los mandamientos del Señor” (v. 118)?

Si hasta ahora estás pensando que este salmo al hablar del Justo está describiendo tu vida y, por otra parte, lo malvado que son los demás, no estás prestando la atención suficiente. Si realmente somos sinceros debemos reconocer que el molde del hombre justo presentado en este pasaje no siempre coincide con las luchas y caídas que experimentamos en nuestra devoción a Dios.

¿Qué haremos frente al juicio de Dios? El salmista responde en Salmo 119:120: “Mi carne se estremece por temor a Ti, Y de Tus juicios tengo miedo”. El Salmo 130:3 expresa este mismo problema: “Señor, si Tú tuvieras en cuenta las iniquidades, ¿Quién, oh Señor, podría permanecer?”.

Ahora, si no está hablando de nosotros, entonces ¿quién es el justo que es descrito perfectamente en este pasaje? ¿de quién podemos decir que verdaderamente esperó con total confianza el ser sostenido por el Padre y amó la Palabra perfectamente? Jesucristo fue quien dijo en Juan 4:34:Mi comida es hacer la voluntad del que me envió y llevar a cabo Su obra. Él es el cumplimiento de “la ley y los profetas” (Mateo 5:17). No solo esto, porque Jesús no solo amaba la Palabra de Dios, sino que Él es la Palabra encarnada (Juan 1:14). Es Cristo el hombre justo.

Aunque Cristo fue el perfecto hombre justo descrito en este salmo, Isaías 53:8 nos señala que “Él fue cortado de la tierra de los vivientes”. ¿En este salmo quienes son quitados de la tierra como si fueran basura? ¿Quiénes son los que han sido rechazados por el Creador? Los impíos, los malhechores que no han puesto su confianza en Dios.

Isaías 53:6 nos dice:Todos nosotros nos descarriamos como ovejas, Nos apartamos cada cual por su camino; Pero el Señor hizo que cayera sobre Él La iniquidad de todos nosotros.

Este salmo es una expresión del Evangelio: Jesús, la Palabra encarnada, fue tratado como los impíos siendo quitado de la tierra como si fuera basura (Salmo 119:119). El apóstol Pablo lo expresa de otra forma en 2 Corintios 5:21: “Al que no conoció pecado (Cristo), [El Padre] lo hizo pecado por nosotros, para que fuéramos hechos justicia de Dios en Él. Tenemos un Salvador que es demasiado para nosotros.

Ahora, si hemos creído en este Salvador debemos saber que hemos recibido un nuevo corazón para amar y obedecer los mandamientos de Dios, no perfectamente, pero si sinceramente. Por esto, este salmo no solo nos debe llevar a admirar a Cristo, sino que también somos llamados a seguir sus pisadas (1 Pedro 2:21). Podemos encontrar refugio en Jesús y somos sostenidos por Jesús, el Verbo de Dios, hasta el fin.

Amén.