¡Sirvan mientras regreso! (Lc. 19:11-27)

  1. Un Reino Inconmovible

 

El Señor introduce esta narración estando en casa de Zaqueo, el jefe de los publicanos, quien hace pocos instantes se había convertido en un cristiano. En esta escena sus discípulos, al igual que Juan el Bautista, pensaban que nuestro Señor manifestaría su Reino de forma inmediata, creían en un reino presente y físico, cuando escuchaban hablar al Señor del reino sus mentes se concentraban en el poder y la autoridad terrenal, es más, como se nos muestra en Marcos 10:35-44 ellos deseaban un pedazo de ese reino. Notemos que previamente a la parábola que estudiaremos, el Señor había especificado la naturaleza de su primera venida: “(él) vino a buscar y a salvar lo que se había perdido (v.10).

Esta sentencia debió haber despejado cualquier duda de su ministerio, sin embargo, sus discípulos aun no entendían la naturaleza de su Reino. Cristo no vino al mundo a corregir las inequidades civiles, a predicar moralidad, a establecer justicia económica o a instituir el triunfalismo judío, esa no fue su misión, él vino a salvar, y específicamente a salvar lo que se había perdido. El Evangelio de Lucas nos habla de ovejas perdidas, monedas perdidas, hijos perdidos (como en la parábola del hijo pródigo), personas socialmente marginadas como el mendigo Lázaro, sobre leprosos, publicanos, ciegos, el despreciado recaudador de impuestos llamado Zaqueo, todas esas narraciones siempre fueron historias de redención, Dios en Cristo buscando aquello que se perdió en el huerto del Edén, vino a convertir a los servidores del pecado en siervos de la justicia, para que éstos, con un servicio diligente, expandieran aquel Reino que les fue dado. Debido a la falta de compresión de sus discípulos, con amor, paciencia y gran misericordia el Señor con una genialidad inigualable les enseña esta parábola:

“Un hombre noble se fue a un país lejano, para recibir un reino y volver. Y llamando a diez siervos suyos, les dio diez minas, y les dijo: Negociad entre tanto que vengo. Pero sus conciudadanos le aborrecían, y enviaron tras él una embajada, diciendo: No queremos que éste reine sobre nosotros” (v. 12-14)

El Señor utiliza una historia muy cercana al pueblo judío y la transforma en parábola. El imperio Romano permitió reyes bajo su subordinación, uno de esos reinos fue el de Herodes, quien no era ni judío ni romano, era Idumeo, este rey, en conjunto con la tradición política romana, permitían a los pueblos conquistados conservar su cultura, tradiciones y hasta tener sus propios líderes, siempre y cuando respondieran ante Roma, este fue uno de los elementos que permitió la expansión de este Imperio. En el instante en que Jesús narra esta historia, Herodes ya había muerto (año 4 a.C); y al fallecer les dio a tres de sus hijos la gobernación de su reino: A Herodes Antipas le otorgo Galilea, a Herodes Felipe Iturea y Traconítida (situados al Este y Norte del lago de Galilea) y a Herodes Arquelao le dio Judea, Samaria e Idumea. Los tres tuvieron que ir a Roma y pararse ante César Augusto para recibir ese reino, sin embargo, como narra el historiador judío Flavio Josefo la gente de Judea envió una delegación de cincuenta hombres notables de Palestina, tanto judíos como samaritanos, para protestar ante César Augusto en contra de la coronación de Arquelao, diciendo: "No queremos que este hombre reine sobre nosotros”, abogando por la autonomía de la provincia. A pesar de esta protesta, el emperador romano de todos modos le dio la herencia del reino a Arquelao quien presidio su reino como etnarca. Los ciudadanos de esta zona odiaban a este Rey y cuando Jesús contó esta parábola todos los oyentes comprendieron de inmediato la historia, sabían de lo que Jesús estaba hablando.

Cristo es el noble de esta parábola, él es quien en su primera venida acerco su reino a los hombres a través del Evangelio, sin embargo, sus conciudadanos, sus consanguíneos, los judíos “Sin causa le(me) aborrecieron” (Jn. 15:25); los de la embajada vilipendiaban a su legítimo Rey llamándole “éste”, evidenciando la nula consideración que tenían por aquel quien es titulado en la Escrituras como “Admirable”, “Consejero y “Dios Fuerte”, era tal la oposición de los judíos en contra de Jesús que llegaron a decir “No tenemos Rey sino a César” (Jn. 19:15); contradiciendo intencionalmente el mandato del Señor en Deuteronomio donde se especifica que no harían rey a nadie que no fuera de entre sus hermanos (Det. 17:15).

Jesús murió en manos de judíos y romanos, por el determinado consejo y anticipado conocimiento de Dios (Hch.2:23), pero resucitó venciendo a la muerte, y según Efesios 4:8 “ascendió a los cielos, llevando cautiva la cautividad y repartió dones a los hombres, es decir, antes de regresar al Padre, nuestro Señor estableció su embajada entre sus discípulos, entre sus siervos, a éstos les encargo su hacienda y el trabajo que se debía efectuar, y llegara el momento en donde retornará para reclamar el reino que le pertenece, evaluar el trabajo de sus siervos y castigar a todo aquel que durante la historia se ha opuesto a su reinado.

Hoy Cristo Reina sobre toda la tierra, y aunque rechaces esta idea, ignorándolo u odiándolo; no puedes cambiar la realidad: Él es el Rey y dueño de cada átomo del Universo; tú le perteneces, él te posee, eres parte de su propiedad, él es soberano sobre tu vida. Puede ser que seas ateo, musulmán, budista o maoísta; pero todos tenemos el mismo común denominador, tenemos el mismo dueño.  Según Filipenses 2, Cristo volvió a los cielos, a aquel país lejano descrito en la parábola y su Padre le exaltó hasta lo sumo y le dio un nombre sobre todo nombre, para que toda rodilla se doble y confiese que Jesucristo es el Señor, y eso te incluye a ti. Si hoy por tu propia voluntad no vienes a él en arrepentimiento y fe reconociendo tus pecados, un día con vara de hierro él doblara tus rodillas y confesaras su Señorío.  Los intentos del mundo por impedir el Reinado de Cristo jamás obtendrán algún fruto, te ruego que mires la realidad de esta parábola, la embajada que intento detener la coronación del noble fracaso, así también, todo intento de frustrar los planes de nuestro Señor Jesucristo fracasarán, los judíos no tuvieron éxito en mantener a Arquelao fuera del trono, de la misma manera, los hombres jamás podrán quitar a Jesús de su trono.

Spurgeon dijo: “Los hombres permitirán que Dios esté en todas partes, menos en su trono. Le permitirán formar el mundo y hacer estrellas, dispensar limosnas y conceder misericordias, sostener la tierra y soportar los pilares de la misma, iluminar las luces del cielo, y gobernar las incesantes olas del océano; pero cuando Dios asciende a su trono sus criaturas rechinan los dientes”.  Los hombres impíos quieren romper lazos con su legítimo Rey, pero él desde los cielos se burla de ellos (Sal. 2:4); ningún motín moverá un ápice sus infalibles decretos. Cuando el Rey regrese aquellos que se han resistido a su voluntad, quebrantado sus mandamientos, desestimado sus amonestaciones, aquellos que han hecho oídos sordos al llamado del Evangelio serán juzgados con perfecta justicia y ese día se darán cuenta de que nunca estuvieron cerca de detener el inconmovible, inminente, imparable e ineludible Reino de Cristo, para quienes honramos al Hijo esta misma realidad tiene un efecto opuesto, anhelamos su venida confiando en que en sus manos están nuestros tiempos (Sal. 31:15); nos ha dejado su dulce paz, mientras aguardamos en silencio y esperamos en él. (Sal. 37:7)

  1. Un retrato de servicio Fiel

 

Cuando el noble va a recibir su reino, encomienda una misión a diez siervos suyos, entregándoles diez minas, es decir, una mina para cada uno, moneda que equivale a unos tres meses de salario, y les deja también una instrucción clara y precisa: Negociad entre tanto que vengo, traducido al lenguaje del servicio quiere decir: “Sirvan mientras regreso”, ellos debían administrar diligentemente aquella mina para producir más minas.

Tiempo después el noble regresa, coronado como Rey, y vuelve con dos objetivos en mente: evaluar el trabajo de sus siervos y juzgar a sus enemigos.

 

Se inicia la evaluación de los siervos y el noble, ahora Rey llama al primero, y éste le dice: Señor, tu mina ha ganado diez minas, llama al segundo éste se presenta con las mismas palabras que el primero: “Señor, tu mina ha producido cinco minas”. El lenguaje de ambos siervos es el lenguaje del servicio en el Reino de Dios, ambos humildemente reconocen que la “mina” de su Señor fue la que produjo diez y cinco minas respectivamente, ellos están reconociendo ante su Rey que fue su influencia, fue su poder, fueron sus dones en ellos lo que genero esta riqueza abundante y no sus propias fuerzas. Estos hombres trabajaron diligentemente, negociaron (sirvieron) a la manera que su Señor se los pidió, dispusieron de todos sus dones, tiempo, recursos, voluntad e intelecto para realizar tal producción, pero al final de la jornada sabían que lo que habían logrado no era fruto de sus propias capacidades, las alabanzas se las debía llevar su Señor ahora Rey. Pablo dijo:

“¿Qué, pues, es Pablo, y qué es Apolos? Servidores por medio de los cuales habéis creído; y eso según lo que a cada uno concedió el Señor. Yo planté, Apolos regó; pero el crecimiento lo ha dado Dios. Así que ni el que planta es algo, ni el que riega, sino Dios, que da el crecimiento” (1 Cor.3:5-7).

¡Dependemos exclusivamente de la obra del Espíritu Santo en nuestras vidas! Pero aquella obra extraordinaria, no anula de ninguna manera nuestra necesidad de servir con anticipación y excelencia. El mismo Pablo admitió:

“Antes, he trabajado más que todos ellos, pero no yo, sino la gracia de Dios conmigo” (1 Cor. 15:10).

Estos siervos mostraron afecto, amor, honor, confiabilidad y compromiso hacia su Señor. No se anularon entre sí, no levantaron envidias preguntándose ¿Por qué él tiene este don y yo no? La razón es porque al administrar lo que tenían no se comparaban entre sí, no codiciaban los dones ni la producción de sus consiervos, sino que ambos sostenían su servicio en aquella instrucción dada por su Señor: “negociad mientras regreso”, esa meta consumía sus mentes y energías, todos sus esfuerzos se realizaban contemplando aquel día en que su Señor regresaría y darían cuenta de su servicio. Ellos trabajan con la mentalidad de que la hacienda de su amo no era menos suya o menos valiosa porque él no estuviera, servían como sí su amo estuviera presente, vivían coram deo, ante la faz de su Señor, así debe ser nuestro servicio, viviendo para nuestro Señor esperando en sus promesas ante su presencia.

Piensa en la mina que Dios te ha dado, quizás piensas que es poco, sin embargo, la “mina” que Cristo ha dejado a todos sus siervos contiene mínimamente el glorioso mensaje del Evangelio y al menos un don para cultivar, todo esto acompañado de los recursos que él ha dispuesto en tus manos, si sigues pensando que todo eso es poco, piensa en aquellos cinco panes y dos peces que sirvieron para alimentar a toda una multitud, piensa en la única vasija de aceite que tenía la viuda y que con fe deposito en manos del profeta Eliseo para alimentarlo a él, pagar sus deudas y poder seguir viviendo, piensa en la Sunamita que solo tenía una cama, una silla y un candelero, pero con esos pocos elementos dio hospedaje al mismo Eliseo y por ese acto de amor el Señor le concedió un hijo, piensa en la ofrenda de las dos blancas de la viuda, que aún sigue inspirando a miles para continuar sosteniendo la obra de Dios, todos esos ejemplos nos muestran que el potencial de nuestros recursos se amplifican si son utilizados con Fe para el avance del Reino de nuestro Dios, nuestra mina se multiplica si es usada en los negocios del Padre, nuestros dones manchados por el pecado son pocos si descansan en nuestras manos, pero son mucho cuando están en las manos del Señor. Siempre lo que tenemos es escaso, el asunto es ser fieles con lo que Dios nos ha dado, así califico el Rey el trabajo de sus siervos en la parábola: “en lo poco has sido fiel”, pero ese pequeño servicio fiel es la iniciación para una responsabilidad mayor:

El que es fiel en lo muy poco, también en lo más es fiel; y el que en lo muy poco es injusto, también en lo más es injusto” (Lc. 16:10)

¿Quieres más responsabilidades? Sé fiel en lo poco. ¿Quieres tener más que administrar? Administra primeramente con fidelidad lo que ya te ha sido otorgado, recuerda esto, los siervos victoriosos del Señor de Señores y Rey de Reyes son catalogados de la siguiente manera en Apocalipsis 17:14 llamados, escogidos y fieles”. El mismo Pablo exhorta a los Corintios de la siguiente manera: “Se requiere de los administradores, que cada uno sea hallado fiel (1 Co. 4:2). Así que, independiente de como cuantifiques los dones y recursos que Dios ha dispuesto en tus manos, Dios demanda fidelidad sobre ellos, fidelidad en la administración de tus capacidades, en tus decisiones familiares, en la planificación de tus tiempos,  en tu integridad y excelencia laboral, fidelidad en tu relación matrimonial, fidelidad en cada edad de tu vida y estado civil, seas joven o soltero, seas anciano o viudo, tu Señor y Rey evaluará tu servicio, es más, niños de la congregación sigan el ejemplo de servicio de Jesús quien siendo de 12 años ya estaba sirviendo en los negocios de su Padre. Mientras nuestro Rey regresa debemos servirle ocupando “su mina” ya sean nuestros dones naturales como espirituales, mientras así lo hagamos nuestro servicio encierra un doble significado: servimos activamente a nuestro Dios y libramos una batalla real combatiendo contra las fuerzas del mal ocupando territorio enemigo, pues nos encontramos en una lucha de dos embajadas, una que desea impedir el reinado de Cristo y la otra, que es la Iglesia, que expande el Reino de Cristo por medio del Evangelio y un servicio Fiel.

La recompensa del Rey hacia sus siervos es totalmente desproporcionada en relación a la producción, en sus manos tenían diez y cinco minas respectivamente,  y ahora tienen igual cantidad de ciudades, de ser meros siervos ahora son cogerentes junto a su Señor, la generosidad de este Rey es colosal, y como nombrábamos hace un momento la recompensa de un servicio fiel es más responsabilidad, el galardón en el Reino de Dios es la oportunidad de servir más, trabajar más, ejercer más responsabilidad, la lógica de un servicio fiel en el Reino de Dios implica tener mayor autoridad. Jesús dijo a sus discípulos: “el que quiera ser grande, el que desee autoridad, ese será vuestro servidor y el que quiera ser el primero será siervo de todos (Mar. 10:43-44), el servicio en el Reino de los cielos es el estándar de la Grandeza. ¿Quieres autoridad? Pues sirve, por eso es que Jesús es el Rey sobre todos, porque él fue el más grande servidor de todos. La recompensa por nuestro servicio no son grandes nombres aquí y ahora, no son riquezas o una bonanza permanente en nuestras vidas, es algo mucho mejor y sublime que eso, será la autoridad que el Señor nos dará cuando él vuelva. Apocalipsis 2:26 nos promete los siguiente: “Al que venciere y guardare mis obras hasta el fin, yo le daré autoridad sobre las naciones.

Cristo nos hace sus siervos, pero también sus hermanos y por lo tanto herederos de Dios, coherederos junto a él (Rom.8:17), y en la eternidad serviremos para siempre a nuestro hermano mayor quien digno de toda honra gloria y alabanza o ¿pensabas que tu servicio se limitaba solo a esta tierra? Pues no, en la nueva Jerusalén continuaremos con nuestro servicio al Rey Siervo:

Y no habrá más maldición; y el trono de Dios y del Cordero estará en ella, y sus siervos le servirán y verán su rostro, y su nombre estará en sus frentes. No habrá allí más noche; y no tienen necesidad de luz de lámpara, ni de luz del sol, porque Dios el Señor los iluminará; y reinarán por los siglos de los siglos (Apc. 22:3-5)

En los nuevos cielos y en la nueva tierra tu Señor te asignará tareas y servicios para su eterna Gloria, pero ¿Cuál será la diferencia con lo que ya hacemos aquí? Pues el texto que leímos es claro, allá no habrá maldición, allá serviremos sin el lastre del pecado, no viviremos más entre la tensión del gozo y el cansancio, nunca más serviremos entre la satisfacción y la frustración, serviremos como nunca antes lo hemos hecho, en perfecta rectitud y gozo, ya no habrá más clamor, dolor ni tristeza, pues nuestro Señor habrá enjugado toda lágrima de nuestros rostros. ¡Esto es sublime! Pero si mientras esperamos esta realidad y no servimos como estos siervos, difícilmente podremos asegurar que somos parte de su embajada, no porque nuestro servicio nos haga sus siervos, sino que nuestro fiel servicio es una consecuencia natural de haber sido encontrados, perdonados y justificados por aquel Hijo del Hombre que vino a buscar lo que se había perdido.

  1. Un retrato de servicio Infiel

 

Un tercer siervo se presenta ante el Rey con las siguientes palabras: Señor, aquí está tu mina, la cual he tenido guardada en un pañuelo; (v.20)

La primera diferencia de este siervo con los dos primeros es que él no negocio con la “mina” que le fue dada, sino que la guardo en un pañuelo, este hecho da cuenta de la negligencia e insolencia de este siervo para con su amo que ahora es Rey, él está diciendo implícitamente: “Yo guarde intacta tu propiedad, deberías estar agradecido, tu eres el deudor en esta relación”. ¿Qué pensarías de alguien que guarda algo valioso en un pañuelo? Pues que aquello que guardo no tiene valor para él, incluso para los rabinos de esta época este siervo descrito por Jesús es un hombre escandalosamente descuidado, no pones algo de valor en un pañuelo, vas a un campo y lo entierras, la parábola del tesoro escondido ilustra correctamente este principio. Este siervo menosprecia a su Señor y los dones que él le ha otorgado, no deseaba exaltar a su Señor o mostrar confiabilidad, no le importaba lo que llegará a pensar de él, no tenía deseos de complacerlo, este siervo no tenía gratitud en su corazón, y como hemos aprendido en otros sermones de esta serie, la sincera gratitud es la vía para un servicio reverente a nuestro Señor:

Así que, recibiendo nosotros un reino inconmovible, tengamos gratitud, y mediante ella sirvamos a Dios agradándole con temor y reverencia (Heb. 12:28).

Este hombre era un siervo insolente e irreverente, poseía un carácter inmaduro y un temor pecaminoso, que lo llevo a argumentar su comportamiento de la siguiente manera: “tuve miedo de ti, por cuanto eres hombre severo, que tomas lo que no pusiste, y siegas lo que no sembraste(v.21)

Este siervo malo va mucho más allá en su desfachatez que aquella embajada que quiso impedir el reinado de este noble, le dice a su Señor y Rey “tuve miedo de tí”, en otras palabras, “Señor en esta relación yo soy la víctima”, vivo atemorizado por ti, porque eres un “hombre severo”, tú Señor tienes la culpa ¿Cómo puede ser severo alguien que premia a sus siervos de forma tan abundante? ¿Cómo puede ser severo un hombre que confía a sus siervos su hacienda y todas las cosas que hay en ella? ¿Cómo puede ser severo un hombre que comparte su reinado con sus siervos? Este Rey está lleno de Gracia y misericordia, Dios de mostrarse severo lo hace con el perverso (Sal. 18:26); al altivo lo mira de lejos. Este siervo continúa hablando, acusando a su amo con una blasfemia: “ tomas lo que no pusiste, y siegas lo que no sembraste. Ningún verdadero siervo de Dios llama a su Señor mentiroso, ladrón y explotador, ningún verdadero siervo de Cristo lo acusa de carecer de justicia y equidad; y de abusar de las personas por una ganancia egoísta e ilegítima, ningún verdadero siervo ataca falsamente el carácter de su Señor. En otras palabras, este siervo le está diciendo a su Señor: “tienes a todos estos siervos haciendo tu trabajo y tomas el crédito”, su lenguaje es totalmente contrario al de los dos primeros siervos, ellos reconocieron que fue la “mina” que el Señor les dio lo que finalmente genero toda la producción, éstos exaltaron a su amo, pero este siervo malo tenía en muy poca estima a su amo. A. W. Tozer nos advierte sobre no estimar a nuestro Señor:

"Nada tuerce y deforma (más) nuestra alma que un bajo concepto de Dios".

 

Este siervo consideraba que la forma en que su amo trabajaba estaba errada, y que su propuesta era mucho mejor, él quiso ser alabado y evaluado según sus propios criterios, quiso hacer la obra de Dios a su manera, pues no olvidemos el siguiente principio que nos da Francis Schaeffer: La obra del Señor debe hacerse a su manera”. ¿Cuántas veces has intentado servir al Señor bajo tu propio criterio? ¿bajo tus intereses? ¿cuántas veces has servido maquillando de piedad tus propias frustraciones y pecados? ¿Cuántas veces te has excusado de servir al Señor como se debe con tal de que tú seas el centro de adoración y no él?  Pues hay una sola forma de servir al Rey siervo, y es negociar bajo sus dones y su infinita gracia, no bajo tu jurisdicción, ni devaluando lo que él te ha dado, sus verdaderos siervos le escuchan y obedecen las instrucciones de su voz.

¿En qué otra parte de las Escrituras observamos a alguien diciendo “tuve miedo de ti” y culpando a Dios por su pecado? ¡Pues Adán! El primer pecado del hombre yace sobre todos nuestros pecados, el servicio infiel es un eco del infiel servicio que ofreció el primer hombre que piso este planeta, Adán debía multiplicar la “mina” que Dios le dio, y su mina  incluía mantener la perfecta relación que tenía con el Señor, enriquecer su relación matrimonial y expandir el huerto del edén, sin embargo, por su pecado aquella “mina” que le fue dada se devaluó. Este siervo se miraba en el espejo de Adán, ¿Pero en quien se miraban los dos buenos siervos? ¿Dónde obtuvieron la verdadera imagen de servicio Fiel? Pues en su propio amo, ellos ya conocían la gracia y misericordia de su amo cuando él va a recibir su reino, ellos sabían que como era un amo fiel también sería un rey fiel, ellos debían servir fielmente.

Todo fiel servidor a lo largo de la historia de redención ha sido fiel porque miro el ejemplo de fidelidad de su Redentor, cuándo pienses que estas sirviendo en la soledad, en la tribulación del mundo hostil, cansado, sin ánimo, en pruebas, recuerda que tu Rey Siervo te sirvió perfectamente en su primera venida y ahora mismo te está sirviendo en el cielo, sí, él aún sigue sirviendo a sus propios siervos, el dijo: “Voy, pues a preparar lugar para vosotros”(Lc.14:2) él está preparando un lugar, una nueva creación para sus siervos, y Rom. 8:34 nos dice que “(él) está a la diestra de Dios, intercediendo por nosotros”, él está rogando para que tu servicio sea fiel, él ruega al Padre por ti para que uses bien tu mina, el Rey de la creación te sigue sirviendo, en momentos de flaqueza recuerda esa imagen, la de tu Rey preparando todo para venir a buscarte, recuerda su naturaleza de siervo, recuerda que él está en el pináculo de los servidores, imitémosle, seamos como él es.

Veamos la respuesta del Señor de la hacienda: Mal siervo, por tu propia boca te juzgo”. El Rey realiza un diagnóstico preciso sobre su siervo: el problema final no es solamente lo que hacía, sino lo que era, era un siervo malo. No solo había un problema en la forma en que servía, sino que había un problema en la esencia misma del centro de su ser: era malo. El Señor dijo, no todo el me dice Señor, Señor entrara en mi reino (Mt. 7:21), el asunto es hacer su voluntad. Este siervo tenía fe, le llamaba Señor a su amo, pero era la fe de los demonios, quienes, al igual que este siervo, también creen y tiemblan (Stg. 2:19), la fe de este siervo malo es una fe muerta, que no ama, que no sirve, que no estimula, que no anima, que no alienta, es una fe que produce pereza, es una fe sin obras, una fe sin sacrificios, una fe sin servicio.

No es que debamos añadir obras a la Fe, pero si es una cuestión de que la Fe obre (Gál.5:6), porque la verdadera Fe obra por amor. El siervo malo no amaba a su Señor. ¿Sabes por qué carecemos muchas veces de un servicio genuino al Señor? Por falta de amor por él, recordemos que todos nuestros pecados se reducen a eso, a una carencia de amor por Cristo. Miremos esto, nuestro Señor se encuentra en el hogar de Zaqueo, hace unos instantes este hombre fue salvado por la Gracia de Dios, y fruto de su conversión, este jefe de los publicanos desea componer las relaciones con aquellos que había defraudado: He aquí, Señor, la mitad de mis bienes doy a los pobres; y si en algo he defraudado a alguno, se lo devuelvo cuadruplicado (cuadruplico la mina) (v.8). Los discípulos debían entender que frente a ellos había un claro ejemplo de un servicio diligente, de un servicio que obra por amor, de una fe verdadera que reacciono adecuadamente y de forma inmediata a la “mina” que le fue entregada, el Señor le da un nuevo título a Zaqueo: “hijo de Abraham” (v.9); pues estaba haciendo las obras de Abraham, estaba obrando por medio de la Fe, y lo hizo de forma abundante, no para impresionar a los hombres, sino por amor a su Señor Jesús, quien le había encontrado porque estaba perdido.

El rey continuo con el diagnóstico sobre el siervo malo: Sabías que yo era hombre severo, que tomo lo que no puse, y que siego lo que no sembré; ¿por qué, pues, no pusiste mi dinero en el banco, para que al volver yo, lo hubiera recibido con los intereses? (v.22-23)

Sarcásticamente el Rey responde al siervo acusándolo de que ni siquiera quiso ir al banco a depositar la mina, en otras palabras, le dijo: “Si tu supuestamente sabes como soy, ¿Por qué no hiciste lo mínimo?” Perjudico a su Señor devaluando la mina que le fue dada. Si tienes un millón de pesos y dejas ese monto en tu hogar por 20 años ¿Adivina que encontrarás luego de ese tiempo? La misma cantidad de dinero, y aún más, se habrá devaluado en el tiempo. El amo muestra en toda su dimensión la negligencia y la pereza del siervo malo. Por la pereza vienen calamidades (Ecl. 10:18), hambre y pobreza (Prov.19:15), el alma del perezoso nada alcanza (Prov.13:4), su camino siempre está lleno de espinos (Prov.15:19), sus manos no quieren trabajar (Prov.21:25), su mano empobrece a los demás (Prov.10:4), se cree más sabio que siete sabios (Prov. 26:16), los perezosos se convierten en un lastre en la Iglesia de Cristo, no reflejan el carácter de su Rey quien dijo: “Mi Padre hasta ahora trabaja, y yo trabajo” (Jn.5:17).

Una verdadera vida de servicio cristiano exige un arduo trabajo y esfuerzo: “Ocupaos en vuestra salvación” (Fil. 2:12); En lo que requiere diligencia, no perezosos; fervientes en espíritu, sirviendo al Señor (Rom.12:11). La pregunta es ¿Qué parte de nuestra vida no requiere diligencia? ¡Toda nuestra vida requiere diligencia! Y nuestra diligencia debe estar acompañada de fervor, este distintivo no es un plus en nuestro servicio, sino su característica natural, la fuente del fervor no es de naturaleza humana, sino que es divina, es el Espíritu Santo el que nos capacita para conservar nuestro ánimo en el servicio al Señor. Piensa en esta imagen por un momento, los buenos siervos trabajando su mina diligentemente, con fervor en sus corazones, mientras que el siervo malo no hacía nada ¿Qué provocaba esto en los corazones de los siervos fieles? Desaliento, pues la pereza desalienta a otros, es rebelión e idolatría, es adoración propia, los siervos fieles estuvieron en una constante batalla por mantener un fiel servicio al Rey mientras veían el ocio del siervo malo, lucharon por mantenerse fervorosos como si su amo estuviera ahí, y este fervor no fue una exhibición de entusiasmo egoísta, sino que los siervos fieles se animaron uno al otro mientras esperaban el retorno de su Señor.

Si la pereza es tu estilo de vida, entonces aun el pecado reina en tu corazón, y vives bajo el lazo del diablo, Thomas Watson dijo: “La pereza tienta al diablo a tentar”, la pereza es la casa de diversiones de Satanás, Cristo murió por todo tipo de pecados, incluyendo la pereza, él te puede salvar, porque él vino a buscar lo que se había perdido, arrepiéntete de tu pecado, pide al Rey Jesús que exilie a la pereza de tu corazón y él se apodere de tu vida, ruega al Señor por el don de la Fe y vive para su Reino. Aquellos que anhelan continuar con un servicio fiel, les digo: No os canséis de hacer el bien porque a su tiempo segaremos, si no desmayamos (Gál.6:9); como Pablo le dijo a Timoteo: “No descuides el don que está en ti”, avivemos nuestro servicio, mirando el fervoroso servicio de Cristo en nuestros hermanos, seamos carbones encendidos para nuestro Dios, animémonos los unos a los otros.

  1. Las escandalosas recompensas de un Rey de Gracia

Al final de la parábola el Rey juzga al siervo malo: Quitadle la mina, y dadla al que tiene las diez minas. Ellos le dijeron: Señor, tiene diez minas. Pues yo os digo que a todo el que tiene, se le dará; más al que no tiene, aun lo que tiene se le quitará” (v.24-26)

El juicio de Dios sobre el siervo malo es un escándalo para los hombres, ¿Cómo era posible que le quitará a este pobre sirviente la “única mina que poseía”? Aquí está el problema en nuestra mala interpretación del pasaje. ¿A quién verdaderamente le pertenecía la mina? ¿A los siervos o al Señor de la hacienda? Al rey, él está reclamando lo que es suyo, y haciendo lo que le place con lo que es suyo. Los hombres que estaban ahí están sorprendidos de la petición del Rey, ellos se preguntan ¿Por qué le das esa mina al que tienes más?  El amo da una muestra de la naturaleza del servicio: Al que sirve, se le dará más servicio, el que desee servir más, tendrá más autoridad y el que se haya esforzado en la Gracia, más gracia se le dará. El Señor está diciendo no importa cuánto él tenga, obtendrá más, pues así opera mi gracia, nunca se detiene, nunca cesa, es costosa, es eterna, es interminable y nunca disminuye, el siervo de las diez minas no merecía lo que se le concedió, pero así es como funciona la gracia. Esta gracia es un escándalo para estos hombres, y para nosotros también, muchas veces envidiamos a quienes han recibido abundantemente dones y gracia, hasta ahí llega nuestro lema “gozarnos con lo que se gozan”, la envidia empieza a corroer nuestro servicio.

¿Cuántas veces has deseado pecaminosamente los dones que otros hermanos poseen? Legítimamente podemos desear imitar el don de Dios desplegado con diligencia en algún hermano, ¿cuántas veces has sentido celos y has codiciado la bendición que el Señor soberanamente les da a otros? ¿Y al mismo tiempo has descuidado el don de Dios que está en ti? Recuerda, él es el Señor de las minas, él es el Señor de los dones, y el reparte y da como él quiere, pero si hay un deseo legitimo en ti de servir más y más a tu Rey recuerda esto: “el que pide recibe, el que busca halla y al que llama se le abrirá (Mt.7:8). Cuando esta escena sucede hubo un siervo que a nuestros ojos legítimamente podía pedir esa mina, el siervo de las cinco minas, puedo haber dicho ¿Por qué no me das esa mina a mí, yo también trabaje? Él no reclama, está conforme, está alegre por su consiervo, pero ¿Por qué?

2 Corintios 5:10 dice: “Porque es necesario que todos nosotros comparezcamos ante el tribunal de Cristo, para que cada uno reciba según lo que haya hecho mientras estaba en el cuerpo, sea bueno o sea malo”

 

Según este texto ¿Quiénes serán juzgados? Pues toda la humanidad, pero 2 Corintios 4 y 5 apuntan específicamente a la evaluación que el Señor hará de los creyentes. El carácter de este juicio no es condenatorio, pues Romanos 8:1 nos dice que “No hay condenación para los que están en Cristo”, nuestros pecados están tan alejados como el este del oeste (Sal.103:12); arrojados en lo profundo del mar (Mi.7:19); borrados como la niebla (Is.43:25; 44:22) para no ser hallados jamás, no se hará ni se podrá hacer ninguna investigación en cuando a los pecados de ningún creyente, en su lugar sólo se hallará la sangre y la justicia de Cristo.

 

Este tribunal está diseñado para evaluar las obras, los servicios de los cristianos con el fin de que les sean asignadas las recompensas y los elogios apropiados. El destino eterno no está en juego, pero si la recompensa eterna y la autoridad que el Señor otorgará en su Reino. Tal cual lo ha descrito esta parábola el Señor regresará y tasará la labor de sus siervos, y sin lugar a dudas, el siervo malo no estará en este tribunal. Cada uno de nosotros será evaluado individualmente por Cristo (Jn.5:22); no sabemos la cronología de este evento, ni tampoco con exactitud el valor de la recompensa, pero como hemos visto en esta parábola tiene relación al servicio y la autoridad. ¿Cómo reaccionaremos a las recompensas en aquel día? ¿reaccionarías cómo aquellos hombres que se escandalizaron? ¿estaremos reacios a ver como galardonan a otros en vez de nosotros?

Casi nada traerá más alegría en ese momento que ver a tus hermanos con mayores recompensas que tú, experimentando una mayor gloria que tú, con mayor autoridad que tú, te deleitaras en su gozo, sus logros serán los tuyos, la felicidad de tus consiervos te hará feliz. Allá no habrá codicia, celos, resentimiento, vanagloria ni amargura, pues todos son pecados y allá no habrá más pecado, habrá perfecta humildad, no habrá humillaciones, seremos conscientes de la perfecta gracia que nos salvó, estaremos más dispuestos a servir que nunca porque el Amor de Cristo reinara, y amar a alguien es querer que ese alguien obtenga mayor gozo genuino en Cristo. Ahí pasarán Noé, Abraham, Moisés, David, Carey, Spurgeon, Müller, Bunyan y aplaudiremos con sublime gozo por su servicio Fiel. Pero que privilegio será querido hermano, aplaudir cuando digan tu nombre y honren tu fidelidad, que maravilla será ver a los siervos de IBGS caminando por las moradas celestiales con sus coronas, que bendición será escuchar de los labios de mi Señor cuando él alabe tu servicio ¿Por qué si él lo hace cómo no he de hacerlo yo? Hoy es el tiempo de empezar a vivir esa realidad, la de gozarnos por la Gracia de Dios en la vida de los siervos fieles que IBGS posee, extirpar la envidia que brota de nuestros corazones e imitar al siervo de las dos minas que no reclamo, sino que se gozo por el logro de su compañero y amigo.

Si Dios invierte recursos en aquellos que son fieles, nosotros también debemos seguir ese criterio, no malgastemos nuestra “mina” en relaciones infructuosas, en proyectos estériles, en amistades que te contagian el cáncer de la pereza, no inviertas en donde la negligencia reina, no malgastes tu mina en aquellos que diciéndose hermanos tienen una Fe muerta. No rebajemos los estándares del Reino, no alteremos los criterios de nuestro Rey, su obra debe hacerse a su manera.

 ¿Para qué fue libertado el pueblo de Israel de Egipto? Para que sirvieran a Jehová con plena libertad, sin las ataduras de la esclavitud, ¿para qué hemos sido libertados del pecado? Para servir y agradar a Dios sin temor con gozo en nuestros corazones. Nuestra conversión tiene un solo propósito: os convertisteis de los ídolos a Dios, para servir al Dios vivo y verdadero (1 Tes.1:9). ¿Estamos usando esa libertad con el propósito que Dios designo? ¿estamos usando la “mina” que Dios nos ha dado en lo que él ha designado? ¿Estamos “negociando”? ¿Estamos viviendo como hombres y mujeres que saben con quién están en deuda y ante quién deberán un día dar cuentas? Pues esta es la única vida que es digna de ser vivida, que nuestros negocios sean los negocios del Padre, expandamos su reino mientras esperamos su venida.

El Señor le dijo a su pueblo exiliado en Babilonia los siguiente:

Edificad casas, y habitadlas; y plantad huertos, y comed del fruto de ellos. Casaos, y engendrad hijos e hijas; dad mujeres a vuestros hijos, y dad maridos a vuestras hijas, para que tengan hijos e hijas; y multiplicaos ahí, y no os disminuyáis” (Jer. 29:5-6).

En medio de Babilonia debemos continuar expandiendo el reino de los cielos, como dijo Calvino: “nuestra tarea como Iglesia de Cristo es hacer visible el Reino Invisible”, estamos viviendo en la época de la proclamación del Reino. ¿Qué es lo que te ofrece IBGS para realizar esta tarea? Pues una espada y una pala, disponemos del máximo título al cual podemos aspirar en el Reino de Dios “siervo inútil” y en Gloria el Señor te ofrece “cosas que ojo no vio ni oído oyó” (1 Co.2:9)

Según esta parábola la humanidad se divide en tres tipos de personas, los siervos verdaderos, los falsos servidores y los enemigos del noble que terminaran decapitados pagando eternamente por su pecado. ¿Quién eres tú? Anhelemos ser siervos fieles, anhelemos ser encontrados “negociando” cuando Él vuelva. ¡Sirvamos mientras él regresa!