Un Servicio Alegre (Salmo 100)

Continuamos con la serie “El Sublime llamado del Servicio”, en la predicación de hoy nos concentraremos en este hermoso Salmo el cual fue descrito por George Rogers como un “racimo de uvas de Secol”, que es el valle citado en Det.1:24-25 donde los espías enviados por Moisés trajeron racimos de uvas tan grandes que se necesitaban dos hombres para transportarlos; de la misma manera, esta porción de la Palabra es superabundante como toda la extensión de ella, por esto, dispongamos nuestro corazón a las ricas enseñanzas de este Salmo.

  1. Un pueblo Alegre (v.1,2)

Cantad alegres a Dios, habitantes de toda la tierra. Servid a Jehová con alegría; Venid ante su presencia con regocijo

Según el informe de felicidad de 2017 Chile se encuentra entre los 20 países más felices de la tierra, y lidera a los países de Sudamérica. El estudio realizado por la ONU arrojó que hoy en día los chilenos construyen su felicidad a partir de ellos mismos, a diferencia del pasado, en donde el factor felicidad partía desde el núcleo familiar, aunque este elemento sigue siendo importante, no es el que prima a la hora de hablar de felicidad. El sociólogo de la universidad Andrés Bello, Juan Carlos Oyanadel, dice que tener un buen nivel de ingresos es un factor muy importante a la hora de medir la felicidad, hoy el materialismo es sinónimo de felicidad (Publimetro, Artículo Felicidad de los Chilenos 20 de Marzo 2017). Esta información simplemente nos muestra lo humanista que se ha vuelto nuestra sociedad, donde todo gira en torno a nosotros mismos y lo que poseemos ¿Cuál es la fuente de tu alegría? ¿En dónde se encuentra el motor que genera en ti continuo gozo en tu día a día? Reflexiona por un momento, busca dentro de ti aquello que te ofrece máxima alegría y placer, examina en que consumes tus fuerzas, pensamientos y recursos, allí hallarás tu supremo gozo y a tu dios.

El Salmo en sus primeros versos nos muestra que las acciones de cantar, servir e ir a la presencia de Dios se cumplen con gran júbilo, nos muestra que el pueblo de Dios naturalmente es un pueblo alegre, pero ¿Por qué? Lucas 6:45 nos dice que: “de la abundancia del corazón habla la boca”, este pueblo canta alegremente porque antes su corazón estaba petrificado como una piedra muerta en delitos y pecados, más ahora late dentro de ellos un corazón de carne, dócil y alegre que se impresiona (goza) por la maravillosa obra de Cristo en su favor, el gozo que circunda el servicio a Dios es una fiel correspondencia del servicio alegre de Cristo por nosotros.

¿Cuál es la tu reacción ante una buena noticia? ¿Tristeza, queja, apatía? Es imposible que esas emociones inunden nuestros corazones cuando hemos sabido de la recuperación de un familiar enfermo, de la obtención de un buen empleo o de un hijo que viene en camino, ¿Cómo debemos vivir si recibimos constantemente de parte de Cristo su buena noticia? EL EVANGELIO. El hecho de que Cristo con su vida haya pagado la deuda infinita por nuestro pecado debería producir en nosotros un canto y un servicio constantemente alegre, el problema más importante de todos ha sido solucionado en Jesús por su servicio sacrificial. Y esto es un patrón que observamos en las Escrituras, Dios salva a su pueblo y éste canta alegremente:

 

Ciertamente volverán los redimidos de Jehová; volverán a Sion cantando, y gozo perpetuo habrá sobre sus cabezas; tendrán gozo y alegría, y el dolor y el gemido huirán (Is.51:1).

La buena noticia del Evangelio transforma nuestra religión en nuestro recreo, nuestro servicio en deleite y nuestra adoración en plena felicidad. Nuestra vida debe ser reflejo de aquel himno que proclama: “¿Cómo podré estar triste, cómo entre sombras ir, cómo sentirme solo, y en el dolor vivir, si Cristo es mi consuelo… ¡Feliz, cantando alegre, Yo vivo siempre aquí”.

Debemos ser unos torpes pecadores para no reaccionar coherentemente a lo que Jesucristo hizo, hace y hará por nosotros. Para algunos las buenas nuevas de salvación son simplemente viejas noticias de un pasado arcaico, ignorando que el gozo de la salvación es el único gozo verdadero, sólido y eterno que existe; abrazan lemas humanistas como “Don’t worry, be happy”, construyen una vida sin preocupaciones, viviendo con una actitud casual hacia el deleite, sumergidos en el hedonismo, tratando de ser felices sin Dios quien es la fuente de toda alegría navegando con rumbo fijo hacia las aguas de la plena infelicidad, sus hogares de efímero gozo están cimentados en la arenas de sus propios pecados y pronto se derrumbaran. Hermanos, ¿En qué consiste el Reino de Dios? Según Romanos 14:17

no es comida ni bebida, sino justicia, paz y gozo en el Espíritu Santo(Rom.14:17).

Estas cosas no las hallamos en nosotros mismos, ni en las cosas de este mundo, sino en una persona: en Jesucristo. Sin lugar a dudas, contemplamos a Jesucristo como el varón de dolores (Is.53:3); pero él también era un hombre con un gozo indestructible, Cristo es el ser más alegre del universo porque durante toda su vida reflejo el inagotable, santo y como dice John Piper “indómito” regocijo de su Padre:

Has amado la justicia, y aborrecido la maldad, Por lo cual te ungió Dios, el Dios tuyo, Con óleo de alegría más que a tus compañeros (Heb.1:9).

Ningún ser en el cielo ni en la tierra posee la alegría de Jesucristo, su gozo es satisfacer plenamente las demandas del Padre, y el Padre vive alegremente complacido por la perfecta obediencia del Hijo, es el gozo indescriptible de la perfecta y alegre Trinidad. Pero ese gozo no se encuentra confinado ahí, la Trinidad lo quiso compartir con viles pecadores. El Dios Hijo se hizo hombre, vivió la vida perfecta que tú y yo no podíamos vivir y murió la muerte que debíamos morir por el GOZO QUE FUE PUESTO DELANTE DE ÉL:

puestos los ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe, el cual por el gozo puesto delante de él sufrió la cruz, menospreciando el oprobio(Heb 12:2).

¿Qué gozo está describiendo el autor de Hebreos? Este gozo: Recibir la adoración de aquellos por quienes estaba muriendo para hacerlos felices en Dios. Cristo camino al Gólgota, contempló a su pueblo, a ti y a mí, nos miró con misericordia, porque estábamos perdidos como ovejas sin pastor, afligidos, con rostros llenos de ceniza, enlutados, dentro de nosotros yacía un espíritu angustiado, más derramó su preciosa sangre para que seamos ungidos con su perfecto óleo de alegría y vestidos de su gloria, dándonos un manto de júbilo, llamándonos árboles de justicia y plantío del Señor (Is. 61:3).  Él murió en la Cruz para que experimentemos el mismo gozo que él experimenta siendo el Hijo de Dios, el cual es el mismo gozo del Padre:

Estas cosas os he hablado, para que mi gozo esté en vosotros (Juan 15:11).

Pero Cristo no sólo es el objeto de nuestra alegría, él también nos transmite SU CAPACIDAD para disfrutarle con el mismo gozo del Padre, y esto sucede por medio de su bendito E.S quien hace brotar en nuestros corazones su precioso fruto que es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza (Gál. 5:22-23). El placer de Dios en su Hijo se convierte en nuestro placer, por lo tanto, nuestra alegría es eterna como Cristo lo es. El Señor se regocija cuando su pueblo le sirve alegremente porque él es un dador y un servidor alegre, nos ha dado sin necesidad que le pidamos, no le demandamos un pacto de gracia, no le pedimos que nos eligiera, pero en su infinita misericordia nos dio salvación y el perdón de nuestros pecados para quitar todo aquello que estorbe nuestra comunión con él. Ese es uno de los principales objetivos de nuestra redención: tener una alegre y gozosa comunión con el Hijo:

Fiel es Dios, por el cual fuisteis llamados a la comunión con su Hijo Jesucristo nuestro Señor (1 Cor.1:9).

Si esta comunión no te satisface ¿Qué lo hará? ¿Qué otra relación más alegre podríamos hallar en el mundo? Pues, NINGUNA. Nuestro gozo en Cristo es una experiencia profundamente relacional, es un vínculo de adoración hacia él, por eso es que la falta de gozo en tu vida es simplemente una falta de Cristo en tu vida, y esto te llevará a la decadencia espiritual. ¿Cómo ora David en el Salmo 51? “Vuélveme el gozo de tu salvación” (Sal.51:12). Él está confesando que su profundo pecado se conecta con la carencia de gozo en Dios y en su salvación, el trayecto más corto para hundirnos en el pecado es la falta de gozo en Cristo y su salvación. El corazón que no está satisfecho en Cristo y su obra buscará satisfacción, alegría y placer en su propio pecado. Ten cuidado con la monotonía, con la falta de deleite en tu transitar hacia la nueva Jerusalén, porque puede ser la antesala para tu declive pecaminoso. Si en tu vida reina la frustración, murmuración, la queja, la falta de contentamiento, entonces hay claros indicios de carencia del genuino gozo cristiano en tu vida. ¿Has perdido el fervor por congregarte, leer las Escrituras, estudiarlas, por el servicio al Señor o el compañerismo con los hermanos? Si es así, debes preocuparte porque son síntomas peligrosos de ausencia de gozo, debes despertar, porque eso significa indefectiblemente que tu deleite está en tus pecados.

Hebreos 11:25 nos habla que Moisés por la Fe rehusó llamarse hijo de la hija de Faraón rechazandogozar de los deleites temporales del pecado”, la verdad es el pecado ofrece gozo, pero es temporal, engañoso y autodestructivo. Por eso el gozo del Señor debe ser prioritario en nuestras vidas, George Müller lo entendió así:

 

“Vi con más claridad que nunca que el primer y más importante asunto que debía atender cada día era mantener mi alma gozosa en el Señor. Lo primero que debo hacer es mantener mi vida interior alimentada por Cristo, para luego servirle alegremente”.

El gozo nos libra de la tentación, Jonathan Edwards dijo: “El gozo en el Señor te guardará de los placeres vacíos que el tentador utiliza como carnada”. ¿Por qué estos hombres tenían este alto concepto del gozo? Porque encarnaron en sus vidas lo que dice Nehemías 8:10 “El gozo del Señor es nuestra fortaleza”.

Si el mundo no te ha dado el gozo de Cristo, no te lo puede arrebatar, el pecado no puede robarte la belleza del gozo del Señor, pues son conceptos incomparables, fue nuestro alegre Jesús quien nos dio esta gloriosa bendición sin medida, no hagamos vana su Cruz, no difamemos a nuestro maestro siendo cristianos sin gozo, demos gloria a su nombre siendo un pueblo alegre, que canta y sirve con regocijo, que nuestra alegría se transforme en un bella recomendación de la Fe que tenemos en el Hijo, pues su óleo de gracia ha cambiado nuestro lamento en baile.

  1. En manos de un Dios alegre (v.3,5)

 

Reconoced que Jehová es Dios; Él nos hizo, y no nosotros a nosotros mismos; Pueblo suyo somos, y ovejas de su prado

 

El concepto “sentido de pertenencia” se ha transformado en una idea coyuntural para la sociedad en que vivimos, se define como la satisfacción de una persona al sentirse parte integrante de un grupo”. Como seres humanos tenemos la necesidad natural de pertenecer a un colectivo de personas: una familia, un grupo de trabajo, un grupo de amigos, un club, un partido político o un grupo religioso. En el lugar donde hallamos este “sentido de pertenencia” encontramos nuestra “identidad”, allí se establecen los vínculos y afectos más profundos, es el sitio donde habita lo más importante en este mundo para nosotros, en definitiva, ahí hemos hallado nuestra casa.

Cuando el Señor nos dice en este Salmo que reconozcamos que él es Dios, nos está mostrando nuestra “identidad”: él es nuestro Padre, nosotros sus hijos. Él es nuestro hogar. La humanidad durante toda su existencia se ha preguntado: ¿De dónde venimos? ¿A dónde vamos? ¿Quiénes somos? Para la Iglesia esas preguntas tienen respuesta en su Creador: “Él nos hizo y no nosotros a nosotros mismos”. Somos propiedad privada del Señor, como dice Isaías 44:2

Yo soy Hacedor, el que te formó desde el vientre(Is.44:2).

A vosotros solamente he conocido de todas las familias de la tierra” (Amós 3:2 ).

A diferencia de todos los grupos esparcidos en la tierra que deciden donde hallar “sentido de pertenencia”, nosotros no decidimos pertenecer a Dios, Él nos escogió, nos llamó, nos compró y justificó en Cristo, ya no vivimos para nosotros mismos, somos de él y para él. Agustín de Hipona reflexionó esto al respecto:

“¿Quién es mi Dios? Indagué y pregunté a la tierra, al mar, a los abismos insondables y todo lo que se mueve allí, a los vientos, a las brisas que soplan en él, al cielo, al sol, la luna, las estrellas, y ninguna de ellas se adjudicaba ser Dios, pero todas al unisonó y con voz clara declaran: Él nos hizo, somos del Creador”.

 

“Los cielos cuentan la gloria de Dios” (Sal.19:1); cuanto más su pueblo que fue comprado por precio. Debemos unirnos al coro celestial y proclamar lo que dice Apocalipsis 4:11: “Señor, digno eres de recibir la gloria y la honra y el poder; porque tú creaste todas las cosas, y por tu voluntad existen y fueron creadas”.

Nuestra identidad no está fundada en nosotros y en lo que hacemos, nuestro “sentido de pertenencia” está cimentado en nuestro dueño: en Cristo y en su obra; por esto es que jamás un cristiano experimentará una “crisis de identidad”, pues está anclada en Cristo quien es inmutable. En Efesios 2 las Escrituras nos muestran que antes éramos extraños, forasteros, alejados de la ciudadanía de Israel, ajenos a los pactos de la promesa, sin esperanza, sin rumbo, sin Dios, sin Cristo, sin sentido de pertenencia ni identidad, éramos espiritualmente huérfanos indigentes, pero Jesucristo vino a darnos una nueva identidad, insertándonos en la familia de la Fe, recibiendo el espíritu de adopción, por el cual podemos clamar confiadamente: ¡Abba Padre! (Rom.8:15).

En Cristo hemos hallado nuestro hogar: “Les daré en mi casa y en mis muros un lugar, y un nombre mejor que el de hijos e hijas; les daré nombre eterno que nunca será borrado” (Is.56:5).

Lo único que los impíos tienen en su vida es su existencia aquí en la tierra, pero nosotros las ovejas de su prado, tenemos al buen Pastor y habitamos su campo, confiadamente podemos declarar lo que dice un himno: “No puede el mundo ser mi hogar en Gloria tengo mi mansión”, “en Cristo (él) vivimos, y nos movemos, y somos” (Hch. 17:28); Cristo ha creado en sí mismo una pradera de aposentos deliciosos para que podamos servirle con regocijo, por eso es que este Salmo alude a sus puertas, a sus atrios, pues ahí habita su presencia, ahí vive su novia, sirviendo mientras espera la venida de su Señor, y nuestro servicio es alegre porque en su presencia, en sus verdes pastos, en su casa hay plenitud de gozo (Sal.16:11).

Las condiciones laborales siempre se encuentran en tela de juicio, propiciar espacios de trabajo para los empleados es una tarea que requiere inversión y genuinos esfuerzos por parte de los empleadores. En nuestra ciudad trabajamos bajo el intenso sol del verano y en invierno sufrimos el gélido frío cordillerano, y quizás muchas veces hemos dicho u oído la típica frase: “En estas condiciones no se puede trabajar”. Sin embargo, esa frase no aplica a la Iglesia de Cristo, pues nuestras condiciones laborales son las mejores que pueden existir, nuestros servicios se realizan cobijados bajo la habitación espiritual que tenemos en Cristo, somos ovejas que sirven en medio de ricos prados, donde él ha prometido guiarnos con sabiduría, atendernos bajo sus alas de cuidado y alimentarnos con su abundante generosidad. Debemos aprender del Apóstol Pablo que a pesar de los azotes, cárceles, peligros, apedreamientos, naufragios, fatiga, desvelos, hambre, ayunos, frío, desnudez y enfermedad; siguió sirviendo, pues sabía que su vida estaba escondida con Cristo en Dios (Col.3:3); sabía que su vida esta en el hueco de la mano de su buen Dios.

Probablemente la mayoría de los presentes han escuchado el famoso sermón de Jonathan Edwards “Pecadores en manos de un Dios airado”, predicación necesaria que nos habla de la realidad de nuestro pecado y la necesidad de salvación, pero al momento de pasar de muerte a vida, también debemos reconocer esta gran verdad, somos “Hijos en manos de un Dios alegre”. Dios se goza salvando y cuidando a su pueblo:

Jehová está en medio de ti, poderoso, él salvará; se gozará sobre ti con alegría, callará de amor, se regocijará sobre ti con cánticos Sofonías 3:17.

Esto no es ficción, es realidad, Dios Padre se goza en medio de tí porque observa las virtudes perfectas de su Hijo en la diversidad de su hermoso rebaño. Por eso que el verso 5 de nuestro Salmo nos muestra que él ha dispuesto sus preciosos atributos en favor de los suyos:

Porque Jehová es bueno; para siempre es su misericordia, Y su verdad (fidelidad) por todas las generaciones”.

 

El Señor es bueno, y no solamente bueno, él es la bondad misma, la fuente de todo bien. Como dice Arthur Pink: “la bondad en la criatura es como una gota, pero en Dios es como un océano infinito”. Y dicha bondad, Dios la ha volcado en favor de su pueblo:

Jehová es bueno, fortaleza en el día de la angustia; y conoce a los que en él confían Nahum 1:7.

¿En dónde se encuentra el objeto de la bondadosa providencia de Dios en el mundo? Como dice Samuel Waldron: “no es Jerusalén, Roma, el Vaticano, o la Meca, su Providencia descansa sobre su Iglesia”, sobre las ovejas de su prado, ha sometido todas las cosas bajo sus pies, y lo dio por cabeza a su amada Iglesia (Ef. 1:22); por el puro afecto de su buena voluntad.

Somos el único pueblo que puede decir que su misericordia “es para siempre”, porque todas las cosas bellas de esta vida que provienen del Dios misericordioso, autor de toda dádiva, un día acabará para los incrédulos, somos el único pueblo que conoce,  como lo define la Biblia, la rica misericordia de Dios, quien en su gran amor, aun estando muertos en pecados nos dio vida juntamente con Cristo (Ef.2:4-5); transformándonos en vasos de misericordia (Rom.9:23); depositando en nosotros su Gracia para mostrar su Gloria. Por eso podemos decir alegremente:

Porque mejor es tu misericordia que la vida; Mis labios te alabarán (Sal.63:3).

 

El Señor sella su bondad y su misericordia con su fidelidad, diciéndonos que su verdad es para todas las generaciones de los salvados, este buen pastor ha prometido servirnos con su perfecto servicio y no fallará, pues nos ha dicho: “Si ustedes fueran infieles, yo permanezco fiel” (2 Tim.2:13); somos el regalo del Padre al Hijo, le pertenecemos, y si él prometió llevarnos hasta la nueva Jerusalén él lo cumplirá.

Entonces, si la bondad, la misericordia y fidelidad de Dios están en nuestro favor ¿Cómo no hemos de ofrecer un servicio profundamente alegre al buen Señor? Nuestros cánticos no necesitan recurrir a fantasías o invenciones, los hechos son más que suficientes, la mera narración de sus proezas en nuestro favor es suficiente para postrarnos en una gozosa adoración al Rey Siervo.

  1. Gratitud: La voz de la Alegría (v.4)

Entrad por sus puertas con acción de gracias, Por sus atrios con alabanza; Alabadle, bendecid su nombre

La gratitud es la actitud y la voz de la Alegría, la verdadera gratitud se expresa jamás se calla, ser agradecidos implica disciplinar nuestra lengua para proclamar palabras que reflejen la bondad y gracia de Dios, hasta que el espíritu agradecido de Cristo repose sobre nosotros toda la vida, la gratitud es valorar las constantes misericordias y dones de Dios sobre nosotros. ¿Qué pueblo en la tierra debería enunciar más acciones de gracias? ¿Cuál es el pueblo que debería mostrar más alegría y agradecimiento en todo el mundo? Pues aquel que haya recibido el don más precioso de todos, ese grupo, esa familia, somos nosotros, quienes tenemos a Dios como nuestro sumo Bien: él es el Evangelio. Tenemos tantas acciones de gracias que dar que el Nuevo Testamento nos muestra varias formas de proclamarlas:

En nuestras reuniones congregacionales (1 Co.14:16-17); en nuestro canto (Ef.5:19-20); en nuestras oraciones (1 Tim.2:1); por medio de nuestras ofrendas (2 Co.9:11-12); en nuestras conversaciones (Ef.5:4) y la Didaché, confesión primitiva hecha por los Apóstoles, nos muestra que aún la Cena del Señor es una acción de gracias proclamada por toda la Iglesia:

Que nadie coma ni beba de esta acción de gracias, sino los bautizados en el nombre del Señor”.

Las Escrituras nos están mostrando que la gratitud esta inserta en toda nuestra vida, pues las acciones de gracias tienen un poder maravilloso, nos llevan constantemente a la presencia de Dios, a sus puertas y atrios; ahí es donde conviene estar. La gratitud debe estar presente en cada momento de nuestra vida, aún en los trágicos, en los instantes dolorosos e inesperados. Un día a Matthew Henry le robaron su cartera con todo lo que contenía, sin embargo, elevo una acción de gracias al Señor, dijo:

“Señor ayúdame a estar agradecido: primero, porque nunca antes he sido robado; segundo, porque, aunque se llevaron la cartera, no me quitaron la vida; tercero, porque aunque se llevaron todo lo que tenía, no era mucho; y cuarto, porque fui yo quien fue robado y no quien robó.”

 

El Cristianismo nos enseña a ser agradecidos en todo, en cambio el Catolicismo nos enseña la resignación, que ante los hechos terribles que suceden en la vida no hay nada más que hacer, pero para el Cristiano no es así, pues en todas las cosas, aún en la tragedia y la muerte, hallaremos razones para agradecer a nuestro buen Pastor, pues todas las cosas nos ayudan a bien, el Cristiano nunca ve el vaso medio vacío ni medio lleno, nuestra copa siempre está rebosando. Necesitamos un corazón lleno de acciones de gracias. George Herbert dijo lo siguiente:

 “Tú oh Dios que tanto me has dado, dame una cosa más: un corazón agradecido… y clamo y vuelvo a clamar; y no te dejaré tranquilo, hasta que me quieras dar un corazón agradecido. No solo a veces agradecido, como si tus bendiciones continuas no fueran; sino un corazón, cuyos latidos en alabanza a ti nunca cesan”.

Por otro lado, la actitud contraria a la alegría y la acción de gracias no es la tristeza, pues la tristeza es una emoción legítima en momentos de aflicción, lo observamos recurrentemente en los Salmos, bíblicamente el antónimo de un servicio alegre y su respectiva acción de gracias es la queja. Es una vil contradicción servir a Dios quejándonos, porque eso califica al Señor como un mal amo, y su servicio como una carga pesada, es una imposibilidad entrar a su presencia, ver su grandeza, pasearnos por sus puertas, por sus atrios y caracterizar el servicio al Señor como algo fastidioso. Ten mucho cuidado de la actitud con la que sirves a Dios, porque si la queja es lo que ha abundado en tu corazón, terribles consecuencias se avecinan:

Por cuanto no serviste a Jehová tu Dios con alegría y con gozo de corazón, por la abundancia de todas las cosas, servirás, por tanto, a tus enemigos que enviare Jehová contra ti, con hambre y con sed y con desnudez, y con falta de todas las cosas; y él pondrá yugo de hierro sobre tu cuello, hasta destruirte (Det.28:47-48).

¡Que terrible contraste! El pueblo que sirve alegremente al Señor vive en verdes pastos, pero aquellos que habitan en la constante queja, fastidio y murmuración; están evidenciando que no ha habido transformación en sus corazones y serán castigados por sus propios pecados y éstos los arrastraran al desierto estéril y carecerán de toda Gracia del buen Dios.

Por esto, considera lo que dice el Salmo 2:11

Servid a Jehová con temor, Y alegraos con temblor”.

 

El temor no se opone a la alegría, es parte de la alegría en el servicio al Señor, nos acerca más a Cristo quien nos mantiene seguros en medio de la tentación, el temor reverente al Señor y su Palabra no nos roba el gozo, sino que lo complementa, lo vuelve más sólido.

Todo servicio que no sea al Señor trae amargura, lamentación y gemidos; el pecado es un amo que paga muy mal, paga con muerte. A diferencia de Cristo, quien es el único amo que sirve a sus siervos entregando su vida en rescate por ellos, y en ese servicio no hubo queja, no hubo cuestionamientos al mandato del Padre, sino que fue gozosamente obediente hasta muerte, ese es el servicio que debemos imitar, pues “su yugo es fácil y ligera su carga” (Mat.11:30); él fue quien llevo nuestra carga pesada de pecado a la Cruz, haciéndonos libres capacitándonos para llevar su yugo, el cual no provoca irritación ni aflicción, el servicio al buen pastor es ligero, benigno y placentero. Cristo es el único amo perfecto, justo, amable y bueno que existe; servirle es gozo puro.

Todos servimos a alguien, a los ídolos o al Dios vivo y verdadero (1 Tes. 1:9). Algunos de los aquí presentes ni siquiera pueden entrar a su presencia, pues están fuera de sus atrios siendo esclavos del pecado, pero Cristo te vuelve a decir “el que a mí viene no  le echo fuera” (Juan 6:37); entra por sus puertas, porque ellas están abiertas incluso al más culpable y empedernido de los pecadores; entra sabiendo que no necesitas permiso ni licencia para renunciar al servicio del pecado y de Satanás, entra sabiendo que Cristo es la puerta de las ovejas, y él te dice hoy: el que por mí entrare, será salvo; y entrará, y saldrá, y hallará pastos (Juan 10:9); entrarás a los prados del Señor, y al mismo tiempo saldrás del desierto estéril y árido de tus pecados, y mientras te acercas a sus puertas:

“confiésalo con gratitud; y en cuanto las hayas traspasado y estés en sus atrios confiésalo con alabanza, al entrar desaprueba tus obras y, en cuanto hayas entrado, alaba al Señor por sus obras” (Agustín de Hipona).

Bendigamos el nombre de Dios porque él fue el primero en bendecirnos con toda bendición espiritual (Ef.1:3); entremos a su presencia con plena confianza por medio de su sangre (Heb.10:19); que nuestro servicio aquí en la tierra sea un fiel anticipo de lo que experimentaremos en gloria, en donde entraremos en el gozo perfecto de nuestro Señor, donde todos sacrificios serán abolidos excepto los de alabanza y acción de gracias que permanecerán eternamente en el cielo. Que nuestro servicio sea un espejo de nuestros cánticos:

“Hoy ya no temo condenación; Jesús es mi Señor, y yo suyo soy. Vivo en Él que es mi salvación, Vestido en su justicia voy. Libre acceso al Padre gozo ya Y entrada al trono celestial”