Una gran ciudad y un Dios grande en misericordia (Jon. 2:10-3:10)
Introducción (Jon.2:10)
En el sermón anterior vimos como Jonás en el vientre del pez oró una de las más bellas oraciones que encontramos en las Escrituras. La gracia ha obrado en su corazón y ha declarado que: “La Salvación es del Señor”. En el capítulo uno la tormenta cesó cuando el cuerpo de Jonás toco el mar, de la misma forma, apenas Jonás ha terminado la oración es liberado del monstruo marino. Dios instruye al pez, el animal recibe y acata la instrucción divina y devuelve al profeta, vomitándolo en tierra. Es una escena llena de crudeza, el profeta vuelve a pasar por el sistema digestivo del pez, vuelve a ver la luz del día, el resucitado vuelve a nacer. Probablemente el profeta emergió deshidratado, hambriento, débil y pálido. Como una “paloma” blanca, Jonás, abre nuevamente sus alas a la vida en la superficie. Notemos que el pez no digirió a Jonás, por lo que este vómito no solo trajo alivio al profeta, sino que después de tres días de una gastroenteritis, el pez, recuperado, vuelve a jugar en el gran mar junto a su amigo el leviatán (Sal.104:25-26).
Jonás quería huir a Tarsis pero Dios lo ha perseguido, restaurado y salvado. Su plan de evasión no tiene éxito y su historia vuelve a empezar. Se encuentra muy cerca de Nínive y ahora sí se prepara para obedecer al mandato del Señor. El texto dice: “Vino palabra de Jehová por segunda vez a Jonás” (v.1). Él no solo ha sido salvado y restaurado, sino que también es reincorporado a sus funciones proféticas. La disciplina y salvación de Dios no nos rescatan para dejarnos apartados en el banquillo de los castigados con un gorro de vergüenza, sino para enviarnos a su servicio. No hay reproches de parte de Dios ni letra chica, la gracia ha actuado. La misión de Dios no es para un grupo predilecto, no es solo para los extrovertidos o los que tienen formación teológica, es para toda persona que le pertenece a Él, porque Dios por naturaleza es un Dios que envía.
Sería fácil aquí hablar de Dios como el “Dios de las segundas oportunidades”, de hecho, es muy tentador darle esa connotación a estos pasajes, o decir: “Dios te necesita y confía en ti”, eso es humanismo. Con esto no estoy diciendo que Dios no dé segundas oportunidades, de hecho las da, y a veces muchas más, pero otras veces no da ninguna, como fue el caso de Moisés cuando desobedeció a Dios y no pudo entrar a la tierra prometida (Dt.3:26-27). Jehová no es el Dios de segundas oportunidades, es el Dios de las “soberanas oportunidades”. El mensaje del libro de Jonás es declarar el poder y la soberanía de Dios para salvar, es el mensaje del evangelio para hombres necesitados. Dios no rebobina nuestra historia para que la volvamos a vivir, ¡no!, porque en esa vida estábamos muertos como Jonás en el vientre. Él nos resucita, nos regenera para que realmente podamos vivir: “fuimos resucitados para andar en novedad de vida” (Rom.6:4).
El Señor le dice a Jonás: “Levántate y vé a Nínive, aquella gran ciudad, y proclama en ella el mensaje que yo te diré” (v.2). El mensaje es idéntico al que encontramos en el cap.1:2, pero la repetición sirve para enfatizar el contraste de las dos diferentes reacciones del profeta. La comisión es la misma y en cada caso Jonás se levantó apresuradamente, pero la primera vez fue para huir, mientras que ahora obedece con exactitud, hablando “conforme a la Palabra del Señor” (v.3). Jonás desertó de la comisión, pero nunca abrigo la idea de tergiversar ni introducir sus propias ideas al mensaje del Señor. Él siempre fue fiel administrador de los oráculos del Señor (2 Re.14:25), esa es la marca de un verdadero siervo de Dios, no habló por su propia cuenta, sino que hablo de parte y delante de Dios (2 Co.2:17). Ese es el mensaje que actúa y transforma: la Palabra de Dios. El profeta no utilizo marionetas, mimos, recursos multimedia para llegar al corazón de lo Ninivitas, sino que les manifestó la verdad que limpia los corazones. La primera vez, Jonás, no fue a la “gran ciudad” y Dios envió una “gran tormenta”, ahora Jonás va a la “gran ciudad” y Dios enviará un “gran arrepentimiento”.
Nínive se describe como “ciudad sumamente grande, de un recorrido de tres días” (v.3). En el original hebreo la idea de esta frase es que es una gran ciudad “para Dios”. Nínive era una ciudad enorme para los estándares de la época, pero esta frase revela que esta ciudad ocupaba un lugar en los pensamientos de Dios. Sus habitantes y su destino eran importantes para él. En contraste, Sodoma y Gomorra también fueron ciudades importantes en su época, pero Dios no les envió profeta, sino que saco a Lot y su familia y la destruyo. Los Ninivitas son afectados positivamente por el pacto Abrahámico: “En ti serán benditas todas las familias de la tierra” (Gén. 12:3). Es un adelanto de lo que sucedería en el nuevo pacto, los gentiles vendrían a ser un solo pueblo con los judíos (Ef. 2:14). La frase que señala que Nínive era “de tres días de recorrido”, no indica que alguien demorara tres días en recorrerla totalmente. Este periodo de tiempo apunta al trabajo efectivo de predicación que se debía realizar en cada rincón y barrio de la ciudad. Otra interpretación muy posible, es que, dado el status político y prestigio cultural de Nínive, una visita con un mensaje tan relevante demandaba una estadía protocolar de tres días. El profeta debía dedicar un día al protocolo de su llegada, que incluiría la presentación de credenciales ante las autoridades competentes, el segundo día a su propósito, es decir, la predicación; y el tercero al protocolo de su salida. Cualquiera sea el caso, el texto nos muestra que Jonás debía pasar un tiempo prolongado compartiendo la Palabra con los Ninivitas. De pasar tres días y tres noches en el vientre del pez, es incapaz de compartir tres días con aquellos que necesitan la misma gracia que recibió en el pez
El origen de una ciudad puede marcar sus características por siglos y este es el caso de Nínive. Su origen está en los anales de la Biblia: “Nimrod… llegó a ser poderoso en la tierra…fue un poderoso cazador delante del SEÑOR… Y el comienzo de su reino fue Babel …y edificó Nínive…aquella es la gran ciudad” (Gén.10:8-12). Asiria, con su capital en Nínive era la tierra de Nimrod (Mi.5:6). Su nombre significa “nos rebelaremos”, fue un arquetipo de los ideales mesopotámicos de la realeza, el primer gobernante. Fue un “cazador delante del Señor”, el término “cazador” no se refiere a que necesariamente cazaba animales, sino que era alguien que buscaba dominio y autonomía “delante de Dios”, era alguien que desafiaba la voluntad del Señor. La forma en que probablemente Nimrod expandió su reino fue “cazando” otras tribus, las merodeaban y las sometían trayéndolas como esclavos para servirles. Era una práctica muy común en el mundo antiguo.
Estas prácticas los volvieron extremadamente crueles. Para ellos la barbarie era un derecho divino dado por sus gobernantes. Practicaban el empalamiento, desollaban y decapitaban a sus enemigos. Quemaban vivas a las personas sin ningún remordimiento, daban de comer a los perros a sus víctimas, a muchos los dejaban ciegos para que vagaran por la tierra y contaran de los terrores asirios desmoralizando a la población local. Enviaban a los pueblos sometidos a pulverizar los huesos de sus antepasados buscando erradicar la historia de las civilizaciones conquistadas. Eso es lo que sucedería en el futuro con los Israelitas del Norte, serían arrasados por los Asirios, y los que quedaron se mezclaron con ellos formando la etnia de los samaritanos. Todo esto es corroborado por el profeta Nahúm: ¡Ay de ti, ciudad sanguinaria, toda llena de mentira y de rapiña, sin apartarte del pillaje! (Nah.3:1). A esa ciudad fue a predicar Jonás. Ahora comprendemos más la negativa del profeta a predicar a un pueblo que había amenazado a sus hermanos por décadas.
Nosotros tenemos una misión similar, habitamos en medio de una generación perversa que mutila a sus hijos en el vientre materno, hay tráfico de personas, explotación y prostitución infantil, pedofilia, violencia intrafamiliar, violaciones, asesinatos por tortura, sicariatos y eutanasia. No todas las personas incrédulas practican estas cosas, pero muchos las aceptan y validan. Vivimos en una sociedad y en una ciudad, como Santiago de Chile que ha abrazado el relativismo como dogma, que no hace distinción entre los justo e injusto, y al mismo tiempo que escarnece a aquellos que levantan su voz a favor de la verdad y la moral absoluta. ¿Qué es lo que necesita la gran ciudad de Santiago? El más grande mensaje: “El evangelio de Jesucristo”. Si hiciéramos una encuesta en IBGS con la siguiente pregunta: ¿Dónde te gustaría vivir? El 90% diría que se quiere ir al campo o al sur. ¿Cuántas posibilidades nos da esta ciudad de predicar el evangelio? Tenemos las plazas, de casa en casa, hospitales, centros de rehabilitación, hogares, cárceles, consultorios, un sinfín de posibilidades donde el Señor llama a su pueblo a “ir” a predicar el evangelio. Es verdad que en las ciudades hayamos más oposición al cristianismo, vivimos en la tensión de no mezclarnos ni alejarnos de sus habitantes, siempre vemos a la ciudad con un espíritu muy crítico, pero si ves con los ojos de Dios es un lugar donde proliferan las oportunidades para predicar el evangelio.
Jonás entra a la ciudad y en lugar de usar los tres días realiza su misión en un solo. Podríamos suponer que el carácter urgente del mensaje no admitía demoras de política protocolar, pero el punto es que Jonás no quiso pasar más de un día conviviendo con los Ninivitas, no se tomó el tiempo necesario para transmitir la Palabra de Dios en cada barrio del pueblo, Jonás, como una paloma, “voló” sobre la ciudad proclamando su pronta destrucción, casi no podía esperar para ver el cumplimiento de su mensaje. El profeta que paso tres días y tres noches en el vientre de un pez, es incapaz de convivir tres días con estos pecadores necesitados de la gracia de Dios. Aún hay cosas pendientes en el corazón del profeta, su etnocentrismo toxico aún esta arraigado en su corazón.
¿Cuál es el contenido de la predicación de Jonás? “De aquí a cuarenta días Nínive será destruida” (v.4). En el original hebreo estas son exactamente cinco palabras, es el sermón más breve en toda la Biblia. La predicación revela la ira, la santidad y el juicio venidero de Dios. Pero al mismo tiempo muestra misericordia, porque el lapso de tiempo es para dar la oportunidad a los Ninivitas que se arrepientan. Si Dios no hubiese determinado más oportunidades la destrucción hubiese sido inmediata. La predicación de Jonás es explícitamente de advertencia de destrucción, pero implícitamente es una llamada al arrepentimiento y a la gracia. ¿Por qué Jonás predica de esta manera? ¿Acaso no tenía más recursos para poder exponer? ¿Dónde quedo el orador del capítulo anterior? La predicación de Jonás es sumamente pobre, siendo un conocer de la Torá, como quedó demostrado en el pez, se remitió al mínimo esfuerzo. Él debió predicar de su experiencia en el pez y proclamar a los cuatro vientos: “La salvación es del Señor”. Su predicación se aleja abismalmente de los bellos ejemplos nuevotestamentarios de Pedro y Esteban en el libro de Hechos. No hay exégesis, hermenéutica, predicación expositiva, ni nada por el estilo, Jonás no es un predicador muy atractivo de escuchar. A pesar de esto, lo que Jonás predica es la Palabra de Dios y eso es suficiente, porque lo que se exalta en este capítulo es el poder de Dios para salvar a pesar de los obstáculos que el propio enviado de Dios está colocando, porque la salvación es del Señor. El hecho de que “La salvación es del Señor” no es un incentivo para hacer malos sermones, sino para predicar en el poder del Espíritu sabiendo que él atrae aquellos que han de ser salvos.
¿Cuál es la reacción de los Ninivitas? “Creyeron y se arrepintieron” (v.5). La predicación de Jonás fue poderosa y eficaz, la reacción de los Ninivitas fue inmediata, el primer día de predicación cumplió los objetivos de los tres días iniciales. Donde abundo el egoísmo, desinterés e inaptitud, sobreabundo la gracia. Estamos ante la campaña evangelistica más exitosa de todos los tiempos solo equiparable a Pentecostés. No protestaron ante el mensaje de Jonás, reconocieron su maldad y no cuestionaron el veredicto de Dios. Tenían cuarenta días para arrepentirse, pero no dejaron pasar los días ni exigieron más señales, su necesidad era tan profunda que se apresuraron en buscar misericordia.
La docilidad de los Ninivitas a la Palabra es un reto para nosotros, nos invita a reflexionar sobre cómo solemos responder ante la predicación fiel de la Palabra de Dios. Jesucristo advirtió a los judíos por medio de este evento, la reacción ante la predicación de Jonás servirá como evidencia en el juicio final contra los judíos que respondieron arrogantemente y con repudio a la predicación del mismo Hijo de Dios: “Los hombres de Nínive se levantarán en el juicio con esta generación, y la condenarán; porque ellos se arrepintieron a la predicación de Jonás” (Mt.12:41). En el trono blanco se hará patente lo que dice Hch.3:23: “toda alma que no oiga a aquel profeta, será desarraigada”. Debemos tener cuidado de todo tipo de incredulidad, apatía, desinterés o endurecimiento hacia la predicación del Cristo crucificado, pues Dios aún por SU PROFETA nos quiere hablar.
El texto dice que los Ninivitas “creyeron a Dios” (v.5) pero esto no implico una relación de pacto entre los Ninivitas y el Dios de Israel. La palabra que usaron para referirse a Dios fue “Elohim” y no su nombre personal predilecto para las relaciones de pacto: “Yahweh”, como si sucedió con los marineros. No se menciona que los residentes abandonaran a sus dioses, ofrecieran sacrificios al Señor, ni tampoco se circuncidaron, símbolo del pacto mosaico. Lo que experimentaron los Ninivitas fue un arrepentimiento de su maldad moral, hubo un cambio en su conducta, fue una conversión “genérica”, pero no una conversión del tipo soteriológica. Quizás esto sí ocurrió a nivel personal o en familias Ninivitas, pero no a un nivel nacional. No debemos concluir con esto que la predicación de Jonás no fuese exitosa. El arrepentimiento de Nínive hizo que aquella región se mantuviera en paz por mucho tiempo, los pueblos circundantes no estarían bajo la amenaza asiria, incluyendo Israel, y eso sería un gran testimonio del poder del Dios. Imagínate que producto de la predicación del evangelio lo mismo sucediera en nuestro país, la delincuencia descendiera dramáticamente, los bandidos comunes y los de cuello y corbata se volvieran de sus malos caminos, todo Santiago se arrepintiera de su rebelión contra Dios ¿Acaso eso no sería una tremenda bendición? Dios nos llama en el libro de Jer.29:4-7 a “procurar” la paz de la ciudad, a esforzarnos, predicando, orando, porque si la ciudad tiene paz nosotros también.
El evangelio es poder para salvación (Rom.1:16), su objetivo primario es salvar a los perdidos, pero también actúa como un gran dique que frena de la maldad de los hombres. Nadie puede oponerse a la gracia irresistible de Dios, pero el hombre natural es capaz de resistirse a la gracia común de Dios (Rom.1:18). Lo que sucedió en Nínive es que esa resistencia fue disminuida dramáticamente y los hombres fueron conscientes de sus malos caminos. Cuando predicamos anhelamos que las personas se vuelvan a Dios de todo corazón, pero la predicación tiene el poder de hacer reflexionar a las personas, frenar su pecado y hacer caso de la ley del Señor. Un ejemplo es la predicación en las cárceles. Muchos presidiarios reciben el evangelio, son muy pocos los que se convierten, pero otros se vuelven de sus malos caminos, comienzan a valorar el trabajo, el matrimonio, la familia y vuelven a ser insertados en la sociedad. Por lo tanto, predica la Palabra, si los incrédulos te rechazan, continua amándolos, llama a sus consciencias, sigue “salando” e “iluminando” la tierra para preservarla del mal hasta la venida de nuestro Señor.
El mensaje de Jonás se movió de boca en boca hasta que llegó al rey de Nínive, el gobernador de la provincia. Algunos historiadores han dicho que en el momento de la misión de Jonás, Asiria había sufrido hambruna, plagas, revueltas y eclipses que prepararon el terreno al profeta. Esa puede ser una de las causas del éxito de su predicación. Pero la propia experiencia del profeta pudo predisponer sus corazones a atender el mensaje. Los Ninivitas se preguntaron: ¿No castigó Dios a Jonás con una terrible tormenta? ¿Y no lo liberó de morir en el fondo del mar enviando a un pez? ¿No hay posibilidad de que tenga misericordia de nosotros si nos arrepentimos? Esto es muy posible porque Jonás llevaba en su cuerpo las marcas de su estancia en el pez, su cuerpo sufrió deformaciones por los jugos gástricos del pez, y esa era una evidencia de que la Palabra de Dios no podía ser desatendida.
El rey “se levantó de su silla” (v.6). Este gobernador hizo lo que Jonás no pudo en el capítulo uno, levantarse y obedecer. No se aferró a su trono, sino que se sometió al llamado de un insignificante vasallo de un reino enemigo humillándose. Este gobernador no es un pecador cualquiera, es el padre que ha conducido a la nación a cometer pecados colectivos de gran envergadura, a diferencia de su padre Nimrod él no se rebeló, entendió que debía encabezar la reacción popular e involucra a los ciudadanos y animales en un gran acto de contrición nacional, todo lo que respira en Nínive empieza a clamar. El rey formaliza y transforma en edicto lo que el pueblo ya estaba realizando. Mandata a que todos se cubran de cilicio y proclama un ayuno sin agua para exteriorizar lo que estaba sucediendo en su interior (Jl.1:13-14). Estaban expresando dolor y rasgando su corazón. Los banquetes y las ropas de gala eran incompatibles con los sentimientos de dolor y angustia que estaban experimentando. El cilicio era una ropa tosca de pelo de cabra que producía mucha incomodidad al rozar con la piel, la idea era evidenciar que no podían vivir cómodamente en pecado. Nadie comería ni bebería agua ¿puedes imaginar el profundo clamor de esa ciudad de hombres y animales unidos en ayuno? Desde el mayor al menor, ricos y pobres, viejos y jóvenes, animales de todo tipo, están clamando, volviéndose de su mal camino y reconociendo la “rapiña”, es decir, la violencia que hay en sus manos. Están admitiendo que aquella brutalidad que les caracterizaba como pueblo es una abominación ante los ojos de Dios.
¿Respondes con la misma prontitud y actitud que los Ninivitas ante los llamados al arrepentimiento? Medita en esto por un momento. Cuidado con menospreciar las riquezas de la paciencia de Dios. ¡No olvides ni ignores que las riquezas de su benignidad te guían hacia el arrepentimiento! (Rom.2:4) ¿Te confiesas ante el Señor meditando y planificando tu vuelta al pecado? Eso no es arrepentimiento. Nuestros arrepentimientos no son perfectos, pero si deben ser genuinos. Cuando nos arrepentimos verdaderamente nos entregamos a una verdadera lucha contra el pecado, porque comprendemos que es una ofensa a nuestro redentor, nos volvemos “del” pecado para volvernos “a” Dios. El verdadero arrepentido ya no gusta de comer los horribles bocados de la iniquidad, y cuando peca se “descompensa espiritualmente”, siente náuseas y dolor, porque ha ofendido al Señor que ama, ya no hay placer en la vida pasada, anhela vencer ese parásito llamado pecado que aún vive en nuestros corazones. El vómito es una imagen cruda, pero es mejor vomitar nuestro pecado, que ser vomitados por Dios por nuestra tibieza (Ap.3:16)
Nuestra confesión de fe dice lo siguiente sobre el verdadero arrepentimiento: “es una gracia evangélica… por medio del cual el Espíritu nos hace consciente de las múltiples maldades del pecado, nos humillamos con una tristeza que es según Dios… orando por él perdón y las fuerzas que proceden de la gracia… para agradarle en todo a Dios”[1]. El arrepentimiento que lleva a la salvación es una obra de Dios que produce vida eterna (2 Tim.2:25), nos hace volver a estar completos viviendo en armonía con Dios.
Otro rey, diferente al de Nínive recibió un testimonio más contundente que el de Jonás: “Rey Agripa, ¿crees en los profetas? Yo sé que crees. Y Agripa respondió a Pablo: En poco tiempo me persuadirás a que me haga cristiano. Y Pablo dijo: Quisiera Dios que, ya fuera en poco tiempo o en mucho, no sólo tú, sino también todos los que hoy me oyen” (Hch.26:27-29). La misma pregunta el Señor te hace hoy: ¿Crees a los profetas? Más bien ¿Crees AL PROFETA que es mayor que Jonás? ¿Crees en Jesús? ¿Cuánto tiempo has pasado siendo persuadido a creer y arrepentirte? ¿Mucho? ¿Poco? Sea cual sea tu respuesta, Cristo, EL PROFETA también es el rey que manda a: “todos los hombres, en todas partes, que se arrepientan, porque Él ha establecido un día en el cual juzgará al mundo en justicia” (Hch.17:30-31). Tú no necesitas darle una oportunidad a Dios, debes rogar para que él te dé una.
Domingo a domingo el Señor te llama a dejes tu pecado, sea cual sea, lujuria, murmuración, falta de obediencia a sus mandamientos, normalización de la violencia, egoísmo, falta de contentamiento o abandono del primer amor. Dios te llama como el primer día y ¿Cuál es la primera, segunda y constante llamada del evangelio? “Arrepentíos y creed en el evangelio” (Mr.1:15). No pienses que este es un mensaje para otro, es para ti, el Señor te llama nuevamente a encontrarte con él, a platicar para hacer las paces por medio de Jesucristo quien es la propiciación por nuestros pecados (Rom.3:25). El carácter gratuito de la salvación no nos libra de la necesidad profunda de arrepentimiento y de un corazón dócil a la Palabra. El arrepentimiento continuo es la evidencia de la regeneración. Dios sigue esperando que crezcamos en nuestro arrepentimiento formando un corazón triturado y humillado por la gracia (Sal.51:17). De lo contrario te estas posicionando peligrosamente en objeto de la ira de Dios: “por causa de tu terquedad y de tu corazón no arrepentido, estás acumulando ira para ti en el día de la ira” (Rom.2:5). No seas como Sansón, quien jugueteo con la gracia, pero luego de caer en las manos de Dalila pensó que escaparía, pero él no sabía que Jehová se había apartado de él (Jue.16:20).
El rey de Nínive acongojado por su pecado exclama: ¿Quién sabe si se volverá y se arrepentirá Dios, y se apartará del ardor de su ira, y no pereceremos? (v.9). Los Ninivitas se han arrepentido, pero saben que el Dios de Jonás no está obligado a actuar, él no puede ser manipulado por nuestras oraciones, es un Dios soberano que hace lo que le place. No pueden exigir derechos, ni perdón, eso es jurisdicción de Dios, entiende que la salvación del Señor. El arrepentimiento de Dios descrito en este pasaje no es igual al nuestro (Nm.13:29), porque él no peca. Tampoco significa que el cambio de idea porque es inmutable, nosotros somos los mutables. El arrepentimiento de Dios nunca es arbitrario, sino una respuesta consecuente, justa y misericordiosa ante las acciones humanas. La aparente variación en la acción de Dios es la coherente aplicación de su carácter eterno al fluctuante comportamiento del hombre: “En un momento yo puedo hablar contra una nación o contra un reino, de arrancar, de derribar y de destruir; pero si esa nación contra la que he hablado se vuelve de su maldad, me arrepentiré del mal que pensaba traer sobre ella” (Jer.18:7-8). El arrepentimiento de Dios no surge de un carácter indeciso, sino de sus promesas, sus “cambios” brotan de su inmutabilidad.
El v.10 dice que: “Dios vio lo que hicieron”, él siempre ve todo, pero la expresión nos muestra a Dios como abriendo una ventana desde el cielo para mirar fijamente lo que ha pasado con los Ninivitas y los perdona. Este arrepentimiento no le tomó por sorpresa, él sabía lo que iba a suceder, pero él quiere que veamos su carácter de misericordia por medio de este lenguaje de condescendencia. Su misericordia no es el pago de la contrición de Nínive, porque nadie puede merecer la gracia, pero si es su respuesta. Para el malestar de Jonás, Dios extiende su misericordia a todos los que se arrepienten, así que Israel no tiene el monopolio de la gracia. Todo es grande este capítulo: la ciudad, el pecado de los Ninivitas, Dios y su gran misericordia, lo único pequeño es el profeta y su predicación para que así brille con más luz que “la salvación es del Señor”. En Dios no hay nada pequeño, su misericordia es como él, infinita, no se puede medir. Su misericordia es tan grande que perdona los grandes pecados de grandes pecadores, ven a Cristo, en él hay misericordia y abundante redención (Sal.130:7). Como dijo Spurgeon: “sería más fácil tratar de vaciar el mar o privar al sol de su luz que disminuir la misericordia de Dios”.
En el nuevo pacto tenemos a este mismo Dios, uno rico en misericordia (Ef.2:5) y a un mejor profeta que Jonás, a Jesús, EL PROFETA misericordioso de Dios:
Jonás |
Jesús |
Fue vomitado por el pez en tierra firme |
No pudo ser retenido por las fauces de la muerte, resucitó para darnos vida eterna |
Fue a Nínive obedeciendo con el mínimo esfuerzo |
Su comida (su placer) era hacer la voluntad del Padre (Jn.4:34) |
Estuvo compartiendo la Palabra con los Ninivitas un día |
Se involucró con los hombres, se involucró con las ovejas perdidas de Israel |
Proclamo un sermón de cinco palabras |
Ni todos los libros del mundo pueden contener su testimonio (Jn.21:25) |
Llevaba las marcas de su estadía en la vientre del pez por su pecado |
Lleva las marcas de los clavos en sus manos y pies por nuestro pecado |
Cristo es un rey superior al de Nínive porque él tuvo que mandatar el arrepentimiento de la ciudad, pero lo que Jesús hace con su pueblo es regenerarlos, nos da el regalo del arrepentimiento y escribe su ley en nuestros corazones para que obedezcamos en amor a sus mandamientos. Jesús, EL PROFETA, ha engendrado una nueva creación, y al igual que toda la creación de Nínive que clamaba por misericordia, en el nuevo pacto toda la creación gime con dolores de parto, pues todo el cosmos ha sido preñado del fruto de la obra de Cristo. No es un dolor como el de los Ninivitas, sino que es el dolor de una mujer en cinta, impregnada de esperanza porque algo nuevo nacerá. Toda la creación gime esperando la glorificación de los hijos de Dios, donde habrá cielos nuevos y tierra nueva. Allí no habrá ciudades como Nínive, crueles, impregnadas de pecado, sino una sola, la nueva Jerusalén, santa, ataviada para Cristo, una ciudad sin cementerios porque no habrá muerte, una ciudad sin dolor ni clamor porque allí no habrá pecado, donde nadie se vestirá de cilicio, sino de ropas blancas, santas y resplandecientes. Esa ciudad nunca será destruida, viviremos junto a los santos y cantaremos para siempre la canción de eterna: “La salvación es del Señor”.
-
Confesión Bautista de Fe de Londres de 1689, párrafo 3, capítulo 15. ↑